El puerto que cambió la historia de Carboneras

El puerto pesquero de Carboneras cumple 30 años y los pescadores recuerdan cómo eran las duras condiciones que soportaban antes de su construcción, el impulso que supuso para la flota y lo que costó que aquel sueño de décadas se convirtiese en una realidad.

Una vida esclava. Así recuerdan los pescadores de Carboneras cómo era el día a día antes de la construcción del puerto pesquero. Una reivindicación histórica que no se consiguió hasta hace 30 años, cuando el rey Juan Carlos I y el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, inauguraban la infraestructura por la que durante tantos años habían luchado en el pueblo.

La construcción del puerto pesquero supuso un antes y un después para Carboneras. Además de facilitar la vida de los pescadores, provocó un aumento de la flota, que pasó de unos 15 barcos a más de 80 en apenas siete años. Simón Pérez, de 62 años, secretario de la Cofradía de Pescadores, es hijo de Marcos, presidente de la Cofradía cuando se construyó el puerto, y tiene claro que esta infraestructura que ahora cumple 30 años “era una necesidad histórica” del pueblo.  

“La vida antes del puerto pesquero era un poco penosa”, rememora Juan Belmonte, de 50 años y secretario de la asociación Carbopesca, que comenzó a trabajar en la mar, en barcos de palangre de superficie, a los 13 años. “Los barcos pequeños se varaban en las playas con tornos y los grandes había que dejarlos fondeados con jierros en medio de la bahía, siempre pendientes de los temporales que viniesen para llevárselos al puerto de Garrucha o a Almería”, explica.

“Era penoso llegar después de 40 o 60 días en el mar y no tener puerto”, cuenta Belmonte. Y es que estos barcos necesitaban un mantenimiento, que se realiza entre salida y salida, y obligaba a tener que ir diariamente al puerto donde se hubiera dejado. Así pasaban los días que, en teoría, habrían tenido que pasar en casa con sus familias.

Una vida esclava

“Era una vida esclava”, asegura rotunda Antonia López Caparrós, que poco antes de cumplir 80 años, hace seis, dejó de estar vinculada a la mar. Cuenta cómo, antes del puerto, los pescadores del pueblo, como su padre, su suegro o su marido, llegaban con los barcos a la playa y “tenían que echar el copo del pescao en tierra”. Fuese invierno o verano, tenían que meterse hasta la cintura en el mar para tirar de las redes. Y si se levantaba fuerte viento o había tormenta, “el que podía se iba corriendo a Garrucha a meterse en el puerto, y el que no, se quedaba y se hacía polvo”.

Recuerda una ocasión en la que el oleaje iba arrastrando un barco, desde enfrente de la isla hasta la playa de las Marinicas, “donde está ahora el muelle, dándole golpes de mar, arrastrando el jierro, que se enganchaba a la arena y no dejaba sacar el barco a tierra”. Fue su padre el que “sacó un faca” y aunque los vecinos le alertaron de que le podía dar “un golpe de mar”, entró al agua y cortó la cuerda para que el barco pudiera salir, “destrozado pero en tierra”.

La familia de su marido era propietaria de barcos de cerco con los que capturaban, entre otros pescados, boquerones y sardinas. Pero él acabó quedándose con “un barco pequeño” para pescar “salmonete, pescadilla, jibia y pulpo”. Cuando llegaban con el pescado, ella se lo llevaba a vender a la plaza. Así fue hasta que el marido sufrió un derrame y quedó en silla de ruedas. Y desde entonces, ella, tras asearle y darle el desayuno, la insulina y el resto de medicinas, cada día se iba al puerto a recoger el pescado que traía el hijo y, empujando la silla del marido, se iba al mercado a venderlo. Y lo que no vendía, lo llevaba a restaurantes y bares del pueblo, porque lo que sobrase iba a la basura. No tenían dónde guardarlo.

Tras la muerte del marido hace ocho años, a ella se le encharcaron los pulmones y tuvieron que ingresarla en Torrecárdenas. Al salir, los hijos le anunciaron que habían vendido el barco y que ya era hora de jubilarse. Tenía casi 80 años. Con esa dilatada experiencia vinculada a la mar, Antonia es testigo de cómo ha cambiado la vida de los pescadores esta infraestructura, básica para el pueblo pero que tanto costó construir. Desde entonces, señala, “los pobrecicos se iban calzados y volvían calzados, con las alpargatas”. Ya no tenían que entrar al mar para arrastrar las redes o los barcos a la orilla. Por eso, reivindica con vehemencia que es “un puerto pesquero, no deportivo”.

La construcción del puerto pesquero de Carboneras acabó con las penurias y la incertidumbre, el no saber si un golpe de mar iba a acabar destrozando el barco que uno poseía o en el que trabajaba. Con el refugio siendo ya una realidad, los marineros se fueron animando a comprar barcos. Y la flota creció y creció, a lo largo de los años 90.  “Si había 15 barcos antes, llegó a haber hasta 80, porque el puerto dio la oportunidad a las familias que nunca habían tenido barcos de tenerlos”, asegura Juan Belmonte.

La flota de palangre de superficie se convirtió en la más grande del Mediterráneo, con unos 40 barcos de los alrededor de 50 que hay hoy en este mar. Antes del puerto, había diez o doce barcos con tripulaciones de 14 o 15 hombres y ahora hay unos 60, entre artes menores, cerco, palangre de superficie y arrastre. Los palangreros llevan una media de ocho hombres; los arrastreros, cuatro o cinco; los cerqueros, unos diez; y los de artes menores, una media de tres. “Gracias a la flota pesquera habrá entre 400 y 500 puestos de trabajo directos”, asegura Belmonte, en un pueblo de 8.000 habitantes. Y llegó a haber más, pero en los últimos tiempos “no ha habido relevo generacional”. Eso sí, recuerda que en Carboneras “todos los hombres nacidos en los 60 y los 70, en algún momento de su vida han estado en la mar”.

Desde el año pasado, en cualquier caso, la actividad ha vuelto a repuntar gracias “a poner en funcionamiento la subasta en la lonja”. Desde entonces, cuenta el secretario de Carbopesca, “se han adquirido cinco o seis unidades de arrastre más”. Simón Pérez, secretario de la Cofradía de Pescadores, lamenta que se perdiera la oportunidad de haber apostado por la venta en el puerto desde el primer momento.“Lo que ha faltado hacer de verdad es la comercialización”, apunta, “pero no pudo ser porque la gente no creía en eso todavía”.

Una reivindicación histórica

Cuando el rey Juan Carlos I y el presidente andaluz Manuel Chaves inauguraron el puerto pesquero de Carboneras el 27 de junio de 1991, los hombres y mujeres de la mar vieron cumplido el sueño de poder tener un “hogar” digno para sus embarcaciones. De no tener que depender de la clemencia del mar para que resistieran a un temporal, como los que habían ido destrozando barcos en los casi dos siglos de historia del municipio, desde que en 1813 se había independizado de Sorbas.

Desde entonces, había sido habitual la imagen de los barcos en la playa, las redes extendidas en la arena, los trabajadores en su faena, los saladeros en primera línea para poder conservar el pescado, ya que no había dónde venderlo y las comunicaciones con el resto de la provincia eran muy precarias. También había sido recurrente la emigración de familias de pescadores a otras poblaciones, primero a Almería, más tarde a Málaga, Algeciras y Huelva; o a Garrucha, subiendo hasta Cartagena, Calpe, Altea y Cataluña. Todas, con un puerto que permitiese fondear sus barcos.

Con la construcción de la infraestructura, ya podían realizar esas labores en un puerto pesquero digno. Pero conseguirlo no fue una tarea sencilla. Tras años de tímidas solicitudes sin éxito a las administraciones, durante el Franquismo, para que al menos se construyese un espigón y una instalación para poder vender el pescado, no fue hasta 1983, con la llegada a la Alcaldía del joven equipo encabezado por Cristóbal Fernández, que la idea del puerto comenzara a tomar forma real.

Pocos años antes, se habían construido a las afueras del pueblo dos puertos, uno para la cementera y otro para la central térmica. Así que Carboneras tenía dos puertos industriales pero sus pescadores seguían sin un muelle donde amarrar los barcos ni un lugar donde vender las capturas. Ante esta situación, el equipo de Gobierno del Ayuntamiento decide retomar la reivindicación de los pescadores, y tras negociaciones entre los distintos partidos del Consistorio, Carboneras en Marcha, un grupo independiente de izquierdas liderado por el alcalde, Cristóbal Fernández, de solo 23 años, PSOE, Alianza Popular y Partido Comunista, se llega a un consenso.

A las tres semanas de llegar a la Alcaldía, comienzan las reuniones con la Cofradía de Pescadores, única asociación del sector que había en el municipio, para trabajar con el objetivo de lograr el puerto. Primero se reunieron con la Diputación, que no tenía competencias en este ámbito pero que les asesoró sobre los pasos que tendrían que dar. Se reúnen entonces con representantes del PSOE vinculados al Gobierno central y al de la Junta de Andalucía para ver qué opciones tenían. “Tuvieron la sensibilidad  de acompañarnos en la reivindicación y ayudarnos en la petición de que se hiciera el ansiado puerto pesquero”, rememora Cristóbal Fernández.

El primer paso fue contratar a Inca Ingenieros, una empresa de Almería para que realizara un informe sobre los posibles emplazamientos del futuro puerto. Alejandro Pascual fue el encargado de dirigir el trabajo de consultoría, que concluyó con tres opciones: “Una, en la torre del Rayo, al final de Carboneras, al norte; otra, en la Puntica, en el centro del pueblo frente a la isla; y otra en la playa de los Cocones, muy cerca del de la Puntica”, desgrana Fernández.

Carboneras no se rinde

Él y su equipo llevaron el informe a la Junta de Andalucía para que decidieran qué ubicación era la mejor. Pero desde Sevilla les remitieron al Gobierno central. “Con eso se perdió tiempo, los pescadores se cabrearon, nosotros también, tuvimos que ir a Madrid distintas veces, y a Sevilla, con representantes del PSOE de Almería”, recuerda Fernández, “y al final conseguimos que la Administración central nos dijera dónde se podía poner el puerto: en la Puntica”. Con esta resolución, se vuelven a reunir con la Junta, pero les dicen que ahí no puede ser, porque “el proyecto es muy ambicioso y la dinámica del litoral es muy compleja”.

A pesar del chasco, no se rinden y comienzan desde el principio, con un nuevo informe de la empresa de ingeniería, más viajes a Madrid y a Sevilla, innumerables reuniones con la Cofradía y políticos de la provincia, “hasta que nos damos cuenta de que en la Junta están mareando la perdiz, intentando escaquearse para no hacer la inversión del puerto”. Llegan incluso a reunirse con Jaime Montaner, el entonces consejero de Obras Públicas, para dejarle claro que no se van a rendir y van a seguir luchando hasta que el puerto sea una realidad.

En el 87 hay nuevas elecciones municipales y el PSOE, en el que se había integrado Carboneras en Marcha al principio del anterior mandato, saca mayoría absoluta, con el proyecto del puerto como prioridad, junto a la modernización de un pueblo que, cuatro años antes, no tenía carreteras, calles asfaltadas, saneamientos, ni centros culturales, sociales, educativos o sanitarios.

La Junta entonces se compromete a buscar otra ubicación para el puerto y decide que el lugar donde menos interferirá es en la playa de las Marinicas, junto al barrio de los Cocones. “Al sector pesquero no es el sitio que más le gusta, es la Puntica, pero lo asumen”, cuenta Fernández. Así, el 11 de enero de 1989 el proyecto se convierte en realidad tras publicarse en el BOJA el anuncio de la contratación de la obra del puerto pesquero de Carboneras.

Dos años y medio después, el 27 de junio de 1991, se inaugura el puerto, aunque aun carece de infraestructuras de tierra. Así que el Ayuntamiento construye una primera lonja y realiza algunas obras de urbanización en la zona. Cuando el puerto pasa a ser gestionado por la empresa pública andaluza de puertos, esta ya construye la lonja definitiva, la fábrica de hielo y las instalaciones para arreglar los barcos.

“Sin el puerto, habría habido pesca en Carboneras pero en condiciones muy precarias, solo habría quedado la flota artesanal, pequeña; la flota de cerco y la de palangre se hubiera terminado yendo y Carboneras no hubiera evolucionado como lo ha hecho”, asegura Cristóbal Fernández. Y remata: “La construcción del puerto pesquero cambió radicalmente la historia de Carboneras”. 

Homenaje a quienes hicieron posible el puerto pesquero

“La construcción del puerto pesquero de Carboneras supuso un hito para los pescadores, que llevaban décadas anhelando esa infraestructura tan importante para el desarrollo de la actividad”, asegura José Luis Amérigo, alcalde de Carboneras, que tiene claro que “gracias a esta infraestructura, la flota pesquera goza de muy buena salud, está subiendo”. Por todo lo que ha supuesto para el municipio, este año se están realizando distintas actividades con el puerto pesquero como protagonista, del que el hito ha sido el acto de homenaje quienes hicieron realidad esta infraestructura, celebrado el 27 de junio, 30 años después de la inauguración.

“Estamos muy contentos y emocionados de vivir un día tan importante”, reconoce Amérigo, que añade que “hemos hecho un reconocimiento a todas las personas que influyeron para que una infraestructura como el puerto llegara a Carboneras y un homenaje a los pescadores”. El actual alcalde destaca también a “aquel equipo de Gobierno joven que se lanzó a la aventura por esta necesidad que había en Carboneras y que, finalmente, no sin sudor, lo consiguió”. Un logro que ha marcado la evolución del municipio en estas tres décadas, ya que, asegura Amérigo, “sin el puerto, la pesca no habría desaparecido de Carboneras, porque las familias de pescadores son muy aguerridas y resistentes, pero no tendríamos la flota que tenemos ahora”.

Otra de las actividades ha sido encargar un grafiti con motivo de pesca para cubrir la fachada principal de la lonja, que “ha quedado espectacular”. Se ha puesto así en valor una lonja que retomó su actividad para la subasta de pescado el año pasado y que desde entonces “está vendiendo muy bien”. Además, señala el alcalde, “muchos turistas pasean por Carboneras, sabiendo que es un pueblo pesquero, y preguntan que cuándo es la subasta del pescado. Y cada vez que hay subasta, hay mucha gente arriba observando las ventas del pescado”.

En primavera se celebró la primera Vuelta Ciclista a Carboneras, con salida y llegada en el puerto pesquero, que fue “un éxito total”. Y a partir de septiembre, “la intención es hacer actividades de divulgación para que la gente conozca el mundo pesquero en Carboneras y su historia, pensando además en que se pueden plantar semillas para que el futuro de la pesca esté garantizado”, adelanta el alcalde.

“Ahora hace falta que esa infraestructura se actualice y modernice”, asegura Amérigo, que cuenta con que “este acto de celebración sirva para que la Consejería de Fomento se acuerde del puerto pesquero de Carboneras, porque es de los puertos más modernos pero cuando lo visitas parece que es de los más antiguos, debido al déficit de mantenimiento que ha tenido en los últimos años”.

Asimismo, está pendiente la remodelación, para la que “se están buscando diferentes alternativas y esperamos que se llegue a un acuerdo, porque hay opciones para que se pueda seguir conviviendo sin que la pesca se vea afectada”. Ahora, recuerda Amérigo, “con la Transición Justa hay proyectos e infraestructuras que se van a poder financiar con el dinero que va a venir de Europa, y creo que una infraestructura portuaria deportiva nueva podría entrar perfectamente, y así se lo trasladé a la APPA, para que presenten un proyecto y se pueda pedir dinero a Europa para financiarlo”.

(Reportaje publicado en el número de julio de 2021 de la revista Foco Sur y en Almería Información).

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