Hasta ahora, si alguien tenía la curiosidad de comprobar cómo era el pueblo de Garrucha a principios del siglo XX, tenía que remitirse a los retratos de las clases altas de la época. La imagen no era la de la vida normal y corriente en este pueblo de pescadores del Levante almeriense. Y así habría seguido siendo si en 2015 Raúl Hevia, un joven cántabro experto en fotografía antigua no hubiera puesto sus ojos sobre una anónima colección de negativos en cristal que se vendía en un mercadillo de Gijón.
Varios de esos negativos mostraban imágenes de un pueblo costero, de tipo costumbrista. Y como única pista, dos palabras: “Garrucha” y “Billón”, escritas en una de las doce cajas que había adquirido. Hevia indagó y acabó descubriendo que el pueblo era de Almería y que Billón era el segundo apellido del autor de las fotografías: José González Billón. Sacó copias de una selección y montó una exposición en un faro de Cantabria en 2017. Y editó un catálogo con las imágenes expuestas.
En Almería, Manuel León, siempre atento a las noticias que salen de su pueblo, dio con el aviso de la exposición en un medio cántabro, investigó el asunto y publicó la historia en La Voz de Almería. Hevia envió entonces un par de catálogos al Ayuntamiento de Garrucha, viendo el interés que había generado su hallazgo en la localidad.
En Almería, el editor Juan Grima descubría también la existencia de esas fotos históricas, con el artículo en prensa y el catálogo enviado al Ayuntamiento. Y planea cómo traerse la exposición a Garrucha, para que los vecinos del pueblo vean cómo era este en la primera década del siglo XX.
El nombre de José González Billón no le es desconocido. En la revista ‘Axarquía’, que publica Grima en Arráez Editores, lo tienen localizado desde hace un par de décadas… pero como pintor de cuadros costumbristas en la zona de Garrucha. Comienza a mover hilos, rastreando herederos, y se pone en contacto con Hevia.
Cerca de 150 fotografías
No es hasta mayo de 2022, una vez jubilado, cuando Grima viaja a Santander a reunirse con Hevia para estudiar la manera de llevar la colección a Garrucha. Historiador, comisario de exposiciones fotográficas y experto sobre todo en fotografía antigua, el joven cántabro no quiere desprenderse de los negativos, pero accede a escanearlos para que, desde esas copias, se puedan sacar las fotografías en papel.
Grima revisa esos negativos y a las 30 fotos que, en principio, Hevia había identificado como tomadas en Garrucha, va sumando las que él detecta, hasta llegar a unas 90. Con ellas, más otras 60 cedidas por herederos de González Billón, se ha montado la exposición ‘El legado fotográfico de José González Billón’, que se ha podido ver entre agosto y noviembre en el Centro Cultural Manuel Berruezo Ayura de Garrucha.
La exposición muestra distintos ámbitos del día a día de la localidad almeriense a comienzos del siglo XX. González Billón había sido destinado a Garrucha como Ayudante de Marina, y allí ejerció entre 1903 y 1906. Por iniciativa suya, se construyó la caseta de salvamento, un edificio que sirviera para ayudar en las labores de rescate de marineros y para sacar a tierra las barcas que regresaban cuando había temporal.
En su tiempo libre, daba rienda suelta a su gran afición: la pintura. Para ello, tomaba las fotografías, como fuente de inspiración y como modelos que luego transportar, con más o menos fidelidad, al lienzo. “Hemos descubierto que cuando hacía las fotos, no era porque quisiera reflejar una situación social, sino para inspirarse para sus cuadros”, explica Juan Grima, comisario, junto a Hevia y Federico Moldenhauer, de la exposición.
“Él era un pintor académico y, sobre todo, amateur”, añade Grima, que cuenta que “los últimos 20 años de su vida se dedicó a ser pintor copista en el Museo del Prado”, tras una larga carrera en la Marina, de casi 50 años, en las que llegó al grado de contralmirante y llegó a estar al mando del acorazado Alfonso XIII.
La exposición, además de las cerca de 150 fotografías y los trece paneles informativos, incluye 16 de estos cuadros pintados por Billón mientras vivía en Garrucha. Y una selección de cámaras de época, cedidas para la ocasión por el fotógrafo Rodrigo Valero.
“Creemos que es un antes y un después para el patrimonio histórico de Garrucha, porque nos ha permitido recuperar una serie de imágenes de Garrucha, sobre todo en su vertiente más social, porque en aquella época, solo la gente pudiente podía acceder a la fotografía”, destaca María López Cervantes, alcaldesa de Garrucha, que añade que “González Billón plasma en sus fotografías escenas de la vida cotidiana y de la gente más humilde del municipio”.
Aunque no tuviera una intención de fotografíar la vida cotidiana y la gente del pueblo como documentalista, a pesar de su estética precursora del neorrealismo, al final, gracias a esta colección de imágenes, hay un documento gráfico de una época de la que no se tenían otras referencias que las literarias escritas por Antonio Cano Cervantes.
Pesca, minería y mercancías
Así, en la muestra se ven los laúdes y las jábegas de los pescadores, saliendo a la mar o regresando a la orilla, ya que no había puerto, y vemos cómo un grupo de unas diez personas tira de la barca con una cuerda para sacarla del mar. Varios de ellos, niños, descalzos, que pasaban el día en la calle, sin ir a la escuela. También retrata hombres haciendo palangres para pesca (que en la versión en cuadro, también expuesta, Billón convierte en mujeres), pescadores arreglando redes, viejos lobos de mar.
Otra serie de fotografías muestra el ‘tren aéreo’ de Bédar a Garrucha, 22 kilómetros de esa especie de ‘teleférico’ en el que las vagonetas colgantes se desplazaban por la inercia de su propio peso o por tracción animal, y en la que se transportaba mineral hasta la terminal. De allí, en vagonetas hasta unas plataformas que se adentran unos pocos metros en el mar, desde donde se cargan en espuertas sobre gabarras. Estas llevan la mercancía hasta los buques, fondeados un kilómetro mar adentro. Todo un proceso, del que vivían unas 700 familias, que queda inmortalizado por la cámara de Billón.
De la misma manera, refleja la descarga de productos, como harina o madera, unos trabajos en los que también vemos a niños participando. “Son cosas que nadie había fotografiado”, afirma Grima, mientras señala que en las fotos se puede ver que en estas operaciones de carga y descarga de mercancías están trabajando hasta 40 personas, entre adultos y niños.
Asimismo, aparece la instalación de los Altos Hornos San Ramón, conocida como el Martinete, que había sido la segunda más grande de Andalucía pero que en aquella época está ya en ruinas. Las fotos muestran apilamientos de roca del edificio, porque se utilizaba como “cantera” donde comprar material para construir casas nuevas.
Otra sección muestra oficios de la época, como el de aguador, que se encargaba de llevar el agua potable a las casas de las familias pudientes para que ellos no tuvieran que ir a la fuente. Un hombre trabajando el esparto. Un albéitar, los antepasados de los veterinarios, sacándole una muela a un caballo con un clavo y un martillo, mientras el dueño mira posando a cámara. Un herrador clavando las herraduras. El cabrero que pasa casa por casa para vender la leche, que ordeña al instante.
Llaman la atención las imágenes con mujeres y niñas con el pañuelo cubriéndoles la cabeza y vestidas tapándose cada centímetro de piel hasta los pies, porque hasta mostrar los tobillos estaba mal visto entonces. En una de las fotografías, retrata a las mojaqueras que iban a Garrucha a recoger ropa para llevársela a lavar, y la transportan sobre la cabeza. De la misma manera, la cámara se fija en un par de mujeres con tablas apoyadas en la cabeza sobre las que llevan barras de pan que acaban de hornear. Han tenido que dejar un par de bollos extra a los dueños del horno, como pago, que luego ellos venderán, revela Grima.
Se pueden ver imágenes del mercado, con el pescado, las frutas, los pesos… También, familias en la orilla del mar, en imágenes que recuerdan a los cuadros de Sorolla. O en fiestas como el carnaval.
Algunas de las imágenes son documentos únicos. En varias aparece la Fundición San Jacinto, de la que no había fotos hasta ahora en esa época, con todo el edificio, no solo la chimenea que se conserva en la actualidad. O la de las gallinas negras en la calle Mayor, una especie que solo aparecía hasta ahora en tres fotografías, en todo el país, y que ha llamado la atención de una asociación internacional que busca recuperar la especie, según cuenta el comisario.
El proceso para que las imágenes lleguen a Garrucha no ha sido sencillo. Algunas fotografías reflejan el deterioro que han adquirido con los años los negativos originales, como descomposición química o sombreado producido por el fijador. Y algunas zonas, con apenas luz, han tenido que pasar por un potente proceso de postprocesado, para conseguir que salgan en las copias y no quedaran como una zona casi negra.
El resultado es una exposición que queda para el patrimonio histórico cultural de Garrucha y que ha atraído a multitud de vecinos y visitantes. “La acogida ha sido muy importante, con innumerables visitas, hay pocos vecinos de Garrucha que no hayan visitado la exposición y conocido y reconocido a través de ella la historia de Garrucha”, asegura la alcaldesa.
Una historia de la que ahora se ha recuperado parte del patrimonio, con esta colección de imágenes que inmortalizaron la Garrucha de principios del siglo XX, el día a día de sus vecinos, la vida sin facilidades que en aquella época era la habitual. Un legado imprescindible para conocer mejor la evolución de este municipio almeriense.
Garrucheros
Durante el pasado mes de agosto, vecinos de Garrucha y visitantes pudieron contemplar los 400 retratos de la exposición ‘Garrucheros’, coordinada por el periodista Manuel León. La muestra recogía “retratos de personas significativas del municipio desde su fundación en 1861 hasta finales del siglo XX”, explica León. Solo había una condición, tenía que ser gente “ya fallecida”. Y que hubiese tenido notoriedad en su época en el pueblo y su zona, por cualquier motivo. “Gente llana, popular, personajes de todo tipo”, de los que se hablaba en su día y a los que, en muchos casos, aun se les sigue recordando en la actualidad porque forman parte de la historia oral de Garrucha.
Estos retratos los había venido recopilando Manuel León durante más de 20 años, buscando y pidiendo aquellos en los que tenía interés a los familiares y descendientes. “Había mucha gente de la que se hablaba en el pueblo y en la zona pero a la que muchos no habían conocido, no sabían cómo eran”, cuenta el periodista, natural de Garrucha, sobre la génesis de esta exposición. Así que, con la idea de darlos a conocer entre las nuevas generaciones, los más jóvenes, comenzó a hacer una recopilación de retratos lo más amplia posible.
La muestra ha tenido un notable éxito, con miles de personas pasando para reconocer a aquellos familiares y amigos. Incluso descendientes de estos garrucheros, nacidos y criados en otras provincias, han aprovechado su paso en verano por la tierra de la que emigraron sus antepasados para descubrir sus rostros, así como los de otros familiares o los de personajes de los que habían escuchado historias a lo largo de los años. Cada fotografía iba acompañada de un texto identificativo, con el nombre y profesión del retratado. “Había de todo, albañiles, vendedores de helados, poetas, futbolistas, gente popular de todos los gremios”, detalla León.
Así, esta exposición ha servido para completar esta recuperación del legado histórico visual de Garrucha, junto a la exposición de fotografías de González Billón, recuperando y manteniendo en la memoria de los actuales garrucheros a los protagonistas de la vida cotidiana en el pueblo a lo largo de sus más de 150 años de historia.
(Reportaje publicado en el número de diciembre de 2022 de la revista Foco Sur).