Huertos de Pulpí que salvan vidas

El programa ‘Un huerto, una familia’ puesto en marcha por la Fundación Primaflor y el Ayuntamiento de Pulpí lleva más de una década facilitando que familias sin recursos accedan a alimentos de primera necesidad.

Combatir la exclusión social, proporcionando las herramientas necesarias para que familias en apuros puedan aferrarse a una luz, salir del pozo de desesperanza provocado por largas temporadas en paro, por no lograr sacar a los suyos adelante,  por encontrarse en tierra extraña sin nada a lo que agarrarse. Ese es el objetivo y los resultados del proyecto ‘Un huerto, una familia’, que desarrollan el Ayuntamiento de Pulpí y la Fundación Primaflor desde hace ya once años.

La iniciativa se puso en marcha en 2011. Desde entonces, son 89 familias las que se han beneficiado de ella, de las que 37 continúan este año, tras la incorporación de tres nuevas. Todas, en riesgo de exclusión social. De una amplia variedad de nacionalidades: colombianos, bolivianos, peruanos, marroquíes y, también, pulpileños, entre otras muchas. Todas han recibido el acceso a una parcela, semillas y herramientas, más los equipamientos necesarios para sacar adelante el huerto, como los sistemas de riego, así como los cercados y los accesso, proporcionados por Primaflor, que es la propietaria de los terrenos utilizados para poner en marcha los huertos.

Con el proyecto ‘Un huerto, una familia’, el Ayuntamiento buscaba conseguir tres objetivos: el principal, que “las familias más desfavorecidas de este municipio se puedan beneficiar y sacar provecho de los cultivos de esos huertos”, explica Fina García, concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Pulpí. Se proporciona así una vía de acceso a alimentos de primera necesidad a estas familias. Y, al mismo tiempo, se mantienen las tradiciones agrarias de la zona y se fomenta la convivencia y las buenas relaciones entre los vecinos del municipio.

Estos tres objetivos, a lo largo de esta larga década de existencia del proyecto, se han estado cumpliendo de forma satisfactoria. “Los resultados han sido muy buenos”, asegura la concejala, que añade que la intención del Ayuntamiento es “continuar con el proyecto siempre y cuando la empresa siga interesada”.

De camionero a agricultor

Una de las 37 familias que participan este año en la iniciativa ‘Un huerto, una familia’ es la de José Antonio Fernández García. Este pulpileño de 66 años fue víctima laboral de la crisis de 2008. Camionero de profesión, se quedó sin empleo con tan solo 52 años, pero a esa edad ya era “demasiado” mayor para las empresas.

“Me harté de echar currículums por todas partes, me decían que ya me avisarían y ahí quedaba la cosa. Cuando salía, el currículum, en la mayoría de los casos, iba al cubo de la basura”, rememora José Antonio, que comprende que “a la empresa que tiene una flota de camiones le interesan personas jóvenes, que tienen aguante, pero yo estaba ya aburrido, ya buscaba para el extranjero también, pero era todo lo mismo”.

Así pasaron tres años de desesperación al ver que, con los 400 euros del paro, tenía que mantener a su esposa, aquejada de fibromialgia desde hace ahora casi 20 años y con cuatro hernias discales, y a tres hijos de entre 17 y 20 años, los tres en paro. “Yo estaba en la casa para ‘tomar un camino’”, reconoce José Antonio. Afortunadamente, el proyecto ‘Un huerto, una ciudad’ llegó a tiempo para que se olvidase de tomarlo. Cuando se dio a conocer, lo solicitó y se lo concedieron. Y en abril de 2011 comenzaba a trabajar en el huerto, como uno de los pioneros de la iniciativa.

El salto del camión al huerto no fue complicado en su caso, porque desde los 15 a los 20 años ya había trabajado en el campo y entendía cómo funcionaba. En la parcela de 250 metros cuadrados cedida por Primaflor, comenzó a cultivar las frutas, hortalizas y verduras proporcionadas por la Fundación, que da a los participantes lo suficiente para dos campañas: la de verano, que se planta a finales de marzo y principios de abril, y la de invierno, a finales de agosto y septiembre.

En la primera, José Antonio cultiva patatas, tomates, pimientos, melones, sandías y lechugas, entre otros productos. Y en la de invierno, tomates, berenjenas, pimientos, patatas, habas y guisantes. Asimismo, si hay algún producto que Primaflor no les lleve y ellos quieren cultivarlo, lo pueden comprar en los semilleros de la zona.

Una ayuda para la casa

Una de las condiciones que se ponen a los participantes en el proyecto es que no se pueden comercializar los productos cultivados en estos huertos; son para consumo personal de las familias seleccionadas por el Ayuntamiento. Para ellos, estos productos son un gran alivio. “Es una ayuda para la casa, porque los tomates, los pimientos y las patatas no tenemos que comprarlos prácticamente en todo el año, nos vamos arreglando con lo que se recoge en verano y en invierno. Se junta una cosecha con la otra”, asegura José Antonio Fernández.

Once años después de comenzar esta nueva aventura, José Antonio está ya jubilado pero sigue yendo a cultivar el huerto. Al camión no volvió a subirse, así que este terreno fue su salvación, tanto para garantizar productos básicos de alimentación, como para eliminar la ansiedad y las nubes negras que cruzaban su mente en los momentos más duros de aquella crisis.

Sus hijos ya trabajan, aunque el menor sigue viviendo en casa, porque “la cosa está muy difícil para adquirir una vivienda, muchos jóvenes tienen que estar a la fuerza con la familia, como le pasa a mi hijo”. De vez en cuando, algún fin de semana, ayudan al padre en el huerto.

La mujer, Cati, a causa de sus dolencias, “prácticamente solo puede hacer cosas de la casa los días que puede y el rato que puede, porque hay días que no puede ni levantarse del sofá”, explica el marido, que sigue renovando el contrato porque así despeja la cabeza y, sobre todo, porque “lo que cultivamos, al final de año, vale un dinero, y para los que estamos en apuros, más todavía”.

Emigrante y agricultor

Cuando José Antonio recibió las llaves de su huerto, el resto de participantes en el proyecto era también natural de Pulpí, pero en esta década, la ayuda ha llegado a varias familias de inmigrantes asentados en el municipio. Ese fue el caso de Manuel Jara Romero, colombiano que con poco más de 50 años dejó su país natal para venir a la tierra donde su hija llevaba década y media trabajando. Pero él no lograba encontrar un empleo y las nubes negras también comenzaron a cruzar su mente.

“Yo estaba recién llegado a este país, no tenía trabajo y estaba mal psicológicamente, estar encerrado en casa sin nada que hacer, con 53 años, me estaba haciendo daño”, reconoce Manuel. El psicólogo al que acudió le  habló del proyecto y le pasó la solicitud. Y la aceptaron. Así que, desde hace siete años, es uno de los participantes en este proyecto. Y uno con mucho que aportar, porque Manuel ya era agricultor en Colombia y, además, se había formado en técnicas de cultivo ecológico, que ahora aplica en Pulpí.

“Yo utilizo solo cultivos ecológicos, y tengo control biológico, con insectos, en el huerto”, comenta. Y, en este sentido, asegura que le parece “una propuesta que, no solo en España, sino en todo el planeta, se tendrían que impulsar, el autoconsumo para las familias, sobre todo con un proyecto ecológico”. Asimismo, destaca que el proyecto ‘Un huerto, una familia’ “da la oportunidad de ser solidarios”. Y asegura también que “este tipo de proyectos es el inicio de la soberanía alimentaria, que cada país tiene que buscar la suya”.

En su caso, ha destinado el huerto a cultivar patatas, guisantes, habichuelas, tomates, cebollas, pimiento, calabaza, cilantro, ajos, remolachas… Y, además, ha traído plantas de Colombia, como “la achira, una planta de la que se saca una harina, de la raíz, que queda como la maicena”. Manuel cuenta que “Primaflor nos da una parte de las semillas y el resto las conseguimos por otro lado”. Y agradece a la empresa y al Ayuntamiento que pusieran un día en marcha esta inciativa y que la hayan mantenido tantos años, porque así, con su trabajo, consigue productos de la tierra, como la patata, “para todo el año, de cosecha a cosecha”.

Manuel llegó a Almería dejando su finca y su trabajo, para aterrizar “sin nada”. Solo tenía a su hija, que lleva ya dos décadas aquí. El huerto fue una salvación, tanto a nivel de manutención como a nivel psicológico. Y siete años después de entrar en el proyecto, ya ha conseguido traerse de Colombia a su esposa y sus nietos.

89 familias en once años

Desde que se puso en marcha la iniciativa, hace ya once años, han pasado por los huertos 89 familias diferentes. En la actualidad, hay 37 trabajando en ellos, incluyendo a las tres que este otoño han recibido por primera vez las llaves de acceso a la parcela y el equipamiento necesario para poner en marcha los cultivos. Una de las nuevas agricultoras es Florentina Escobar, que con este proyecto espera que “pueda darles a mis dos hijas todas las verduras cultivadas por mí misma, de forma natural, y asegurarles este tipo de alimentos tan sanos y fundamentales en su dieta”, según explicaba el día de la firma de contrato de cesión del huerto.

Cecilio Peregrín, consejero delegado de Primaflor, aseguraba durante este acto que “para nosotros, los grandes protagonistas de este proyecto sois vosotros, las 37 familias que forman parte del mismo y los que seguro vais a seguir cuidando los recursos y trabajando para que el año que viene podamos volver a reunirnos y continuar con este proyecto”.

Por su parte, el alcalde de Pulpí,  Juan Pedro García, agradecía a Primaflor su labor social y promotora de empleo mediante esta iniciativa. Asimismo, aseguraba que “las empresas no solo crean empleo, sino que tienen proyectos sociales que son muy importantes para el municipio y las hacen más grandes”.

En este proyecto, el papel del Ayuntamiento de Pulpí consiste en la selección de las familias participantes. Para ello, se encarga de solicitar la documentación necesaria cada año para comprobar que las familias siguen cumpliendo los requisitos, en base a los sueldos que entran en la casa o el número de miembros de la unidad familiar. Asimismo, desde el Consistorio vigilan que los huertos estén bien cuidados y que se dedican a lo que está previsto en el proyecto.

Al principio, las parcelas para los huertos eran de 250 metros cuadrados, pero como a algunas familias les sobraba terreno y había más candidatas esperando poder entrar a formar parte del proyecto, se comenzaron a dividir en dos. Sí mantienen el tamaño original familias como la de José Antonio Fernández, que han venido cultivando toda la tierra desde el inicio del proyecto.

Asimismo, el perfil de los beneficiarios de la iniciativa ‘Un huerto una familia’ ha evolucionado y si al principio solo entraron pulpileños, ahora hay usuarios de diversas nacionalidades. 

Cecilio Peregrín, patrono de la Fundación Primaflor: “La idea de los huertos era y es que esas familias puedan producir sus propios alimentos”

¿Cuáles son los objetivos de la Fundación Primaflor con el proyecto ‘Un huerto, una familia’?

Dentro de los objetivos de la Fundación Primaflor se encuentra el de la atención y promoción del bienestar social de las personas, impulsando el funcionamiento de proyectos con contribuyan a ese bienestar. Los propios estatutos de la Fundación ya indican cuél es uno de los objetivos de ese proyecto.

¿Y cuál es el papel y aportación de la Fundación Primaflor en esta iniciativa?

La Fundación, a través de Primaflor, pone a disposición de un número de familias unas parcelas en las que se aporta la tierra, las semillas, agua y asesoramiento técnico para el cultivo de sus propias hortalizas, y las familias aportan el trabajo y su buen hacer ya que los huertos se otorgan bajo unas condiciones que se han de cumplir: buenas prácticas, limpieza de los huertos, colaboración entre ellos, etc.

¿Cómo surgió la idea de poner en marcha este proyecto?

Surge por parte del presidente del patronato de la Fundación y presidente de Primaflor, don Lorenzo Belmonte, durante la crisis de final de la década del 2000 y ante la coyuntura de muchas familias que se encontraron con dificultades económicas. La idea era, y es, la de que esas familias puedan producir sus propios alimentos.

¿Qué valoración hacen de los resultados obtenidos en estos once años de ‘Un huerto, una familia?

El resultado es totalmente positivo. Desde el 2010, que se crearon 35 huertos, han sido casi 400 las familias que han tenido esta opción, si bien la mayoría de ellas vienen repitiendo año tras año, lo cual dice de ese buen hacer que mencionaba antes.

(Reportaje publicado en el número de diciembre de 2022 de la revista Foco Sur).

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