Levantarse antes de que salga el sol para ir a trabajar, echar todas las horas y más en largas jornadas, estar a expensas de los vaivenes del mercado, con poco margen de beneficios y con la incertidumbre de cómo será el siguiente día siempre rondando. La falta de atractivo, como quienes se dedican a ello reconocen, es una de las barreras que frenan a los jóvenes a la hora de apostar por dedicarse a la agricultura o la ganadería. Pero hay una excepción: cuando los hijos, que han vivido desde niños los sinsabores y las alegrías que proporcionan estos oficios, deciden seguir la tradición y tomar las riendas de explotaciones familiares.
Los jóvenes que se decantan por tomar el relevo generacional de sus familiares mayores, aunque no lo tienen fácil para incorporarse de forma profesional, sí que tienen el camino encauzado comparado con quienes llegan de primeras. Tienen un terreno, unos cultivos, unas cabezas de ganado… Y tienen también el conocimiento y la experiencia de ver durante años cómo trabajaban sus padres, abuelos o tíos e incluso la de haber estado echando una o dos manos cuando salían del colegio, los fines de semana o en época de vacaciones. Asimismo, cuentan con la ayuda de estos mayores, quizá ya jubilados o a punto de estarlo, pero que siempre están ahí para aconsejar o ayudar en lo que haga falta, felices de ver cómo el modo de vida familiar seguirá adelante.
Este relevo, que era algo habitual no hace tantos años, en los últimos tiempos no ha estado garantizado. Porque esa misma experiencia familiar mostraba a los jóvenes que el futuro que les esperaba era muy sacrificado. O simplemente porque no les gustaba. O la misma familia querían algo “mejor” para ellos. Así que estudiaban en la universidad o un módulo, o se buscaban trabajos en sectores potentes como la construcción. Pero las crisis de la última década han dibujado un panorama en el que los jóvenes se están quedando fuera del mercado laboral. Y muchos de ellos han vuelto la vista atrás y visto en la explotación familiar esa tabla a la que aferrarse para construir un proyecto de vida.
Al mismo tiempo, la llegada de ayudas a la incorporación o a la modernización de instalaciones, en el caso de la agricultura, ha ido facilitando que estos jóvenes puedan asumir el desembolso que supone ponerse al frente de una explotación, con unos gastos de semillas, materiales, agua, electricidad o sueldos cada vez más altos, mientras los precios no dejan de estancarse o caer.
Fran, en el invernadero de La Cañada
Fran Suánez es uno de estos jóvenes que han apostado por mantener la tradición y dedicarse al invernadero que durante años habían cultivado sus padres en La Cañada. En su caso, aunque estaba estudiando un ciclo formativo de grado superior en la rama de Electrónica, coincidió la finalización de estos estudios con la jubilación del padre. Así que se fue sin pensarlo al invernadero “porque me tiraba más la tierra”, en la que había colaborado desde niño.
Ahora, en medio de su cuarta temporada cultivando tomates de bola, cherry y pera, este joven de 33 años asegura que “con la escasez y el altísimo precio que se le está dando últimamente a la tierra, el único modo de acceder es el relevo generacional o el arrendamiento”. Para el resto, es imposible planteárselo. “Es la principal ventaja”, reconoce Suánez, así como “el ahorro si no tienes que hacer estructura”.
Otro punto a favor es esa experiencia acumulada con los años. “Quieras que no, ya conoces la finca, qué partes hay que fortalecer, cuáles hay que ventilar mejor, dónde hay que meter un poco más de materia orgánica, cada dos o tres años. No se empieza de vacío, sino con un rodaje previo muy avanzado”, explica.
“Hemos dejado a mi hijo todas las tareas para hacer el relevo generacional y estamos muy orgullosos, porque es una empresa familiar y queremos que siga adelante”, cuenta su madre, Mari Carmen, que sigue trabajando. Pero matiza que “estamos para ayudarle pero nos desvinculamos ya de tener que llevar todo el peso”.
El factor económico fue fundamental. Y para que saliesen los números, Fran pidió una ayuda a la incorporación de la Junta de Andalucía, que facilitó las cosas. Con su experiencia, considera fundamental que las ayudas se concedan cada año, no cada dos o tres como hasta ahora, para que quienes se quieran “incorporar puedan hacerlo de un año para otro”. Y que sean ágiles a la hora de resolverse, para que no pasen “hasta seis años con la ayuda concedida sin que se reparta”, como ha venido sucediendo. “Lo ideal es que saliesen todos los años, porque además evitaría mucho fraude, como el típico padre que quiere ampliar y le dan 50.000 o 70.000 euros porque el niño va a ser agricultor… y el niño está tranquilamente de cervezas en la universidad, y va el día que tiene la inspección o el que le hacen la foto con la placa por haberse incorporado”, explica. Y es que incentivar el relevo en los invernaderos es fundamental en un sector que tiene un 56% de mayores de 55 años y en el que solo hay un 5,5% de menores de 35 años.
Rafael, en el olivar de Tabernas
Otro ejemplo de relevo, paso a paso, es el de la familia al frente de Oro del Desierto. Esta prestigiosa marca de aceite de oliva virgen extra fue puesta en marcha por Rafael Alonso Aguilera. Pero desde que tenía 22 años, su hijo Rafael Alonso Barrau comenzó a trabajar en la empresa familiar. Ahora, aunque el padre sigue estando al pie del cañón, son él y su hermano Juan José los que llevan el día a día.
Rafael reconoce la facilidad de hacer el relevo cuando has estado desde niño aprendiendo el oficio: “Tener un bagaje y un aprendizaje previo te sirve para poder trabajar con más confianza, porque conoces la actividad y los problemas y las operativas habituales, te da experiencia, que es necesaria para trabajar en una finca concreta, con una actividad enfocada a una calidad concreta”.
Y ahora que son él y su hermano los que están al frente, cuenta que algún roce, que no va a más, surge a causa de la diferencia generacional. “Mi padre no es chapado a la antigua, siempre ha sido innovador y ha hecho las cosas con tecnologías punteras, pero siempre hay diferencias en los puntos de vista, porque tus vivencias y tu realidad es una y las de una persona que nació 30 años antes que tú son otras”, explica.
Aunque el olivar es un sector con poco margen para la innovación, Rafael recuerda que cuando comenzó a trabajar en su explotación, “internet era el correo electrónico y poco más, y ahora tenemos control de riego, obtenemos información en tiempo real, se han ido incorporando tecnologías”. Y es que tienen claro que “el olivar tiene que seguir esta vía si quiere mantenerse, porque así se toman mejores decisiones de abonado, de poda, etc”. Y asegura que “hacer las cosas ‘como se han hecho siempre’ conlleva pérdidas productividad, de calidad y competitividad, por los costes”.
Estos costes, a la hora de poner en marcha una explotación, serían inasumibles sin ayudas, reconoce Rafael Alonso Barrau. “Si queremos que la gente siga en el campo, hacen falta esas ayudas, pero también buscar fórmulas para que las explotaciones sean rentables, así interesará trabajar en el campo, porque si no dan dinero y solo dan tormento, se abandonan, como en muchos casos está pasando, sobre todo en la agricultura de interior, porque las instalaciones ya no son viables”. En cualquier caso, reconoce que en su caso tienen “suerte de tener una superficie que nos permite vivir de ella, si tuviéramos dos o tres hectáreas sería muy difícil salir adelante”.
Evaristo y Cristóbal, ganaderos en Lubrín
Los hermanos Evaristo y Cristóbal han continuado también la tradición familiar. El primero tomó la decisión, hace casi 30 años, de hacerse cargo de las cabras de su madre y su tío en Lubrín. Tenía apenas 18 años pero estos animales eran su ilusión desde niño. Cogió 400 cabezas de ganado, levantó una nave y comenzó a modernizar los sistemas de alimentación y ordeño.
Cristóbal, un par de años mayor que Evaristo, optaba por trabajar en la construcción y en las canteras de mármol de Macael. “No me llamaba la atención la ganadería”, reconoce, así que se buscó la vida a su manera. Pero tras quince años, con dos niños pequeños, vio que a su hermano no le iba mal y acabó regresando a sus orígenes. En los quince años que lleva en la explotación ganadera, han ampliado las naves y, por tanto, el número de cabezas de ganado, que ya son cerca de 1.600.
Una ventaja del relevo generacional que comenta Cristóbal es que es “una manera de fijar la población, aunque cada vez está más difícil”. Y con poco optimismo, cuenta que “nunca se sabe las vueltas de la vida, pero hoy por hoy, a mis hijos yo no los veo con intención de quedarse con el negocio”.
La ganadería tiene, con razón, fama de dura y sacrificada. Pero poco a poco, estos hermanos consiguen mejorar esa calidad de vida que algunos echan en falta en el sector. “Antes había que sacar las cabras todos los días, aunque lloviera, porque si no, no comían, y ahora tenemos máquinas que reparten la comida sin mano de obra”, relata. “Son mejoras que hacen que se gane calidad de vida”.
Sin incentivos fiscales ni ayudas a la inversión
En las organizaciones agrarias saben que el relevo generacional es necesario para garantizar la continuidad del sector, el principal motor económico de nuestra provincia. Así, Adoración Blanque, secretaria general de ASAJA Almería, asegura que “hay factores que ayudan a que el relevo se produzca, y uno es el de las ayudas”. Asimismo, señala que “la rentabilidad en el campo no es la misma que hace unos años, y la burocracia y lo que hay que hacer en el campo exigen que ya no sea un agricultor al uso, sino que esté cada vez más experimentado en nuevas tecnologías, tratamientos y otros conocimientos”.
Así, aunque celebra la mejora que ha habido en el ámbito de las ayudas al relevo generacional, explica que “falta poner más fondos a disposición de los jóvenes y que las convocatorias no sean cada dos años, sino que salgan cada año y se resuelvan de forma ágil, sin tanta burocracia y que resulte sencillo acceder a ellas”. Y no solo ayudas, también “se necesitan incentivos fiscales y laborales al inicio de la actividad”, apunta.
El secretario provincial de COAG Almería, Andrés Góngora, cuenta que en el invernadero “sí que está habiendo relevo”, pero que “hay más problemas en otros sectores, como en el interior o incluso la ganadería”. Asimismo, apunta a la alta tasa de paro juvenil, que está haciendo que “la agricultura, sobre todo para los hijos de agricultores, sea una salida laboral”. De hecho, asegura que cada vez hay más graduados universitarios de carreras como Derecho o Magisterio, “cuando hace unos años el que acudía al sector agrario era el que no había terminado sus estudios”. En ese sentido alerta de que “cada vez hay más jóvenes que aceptan entrar al sector agrario, pero con la mirada puesta fuera”.
Góngora, que confirma que las ayudas son necesarias porque “no hay un joven al que le den un crédito del cien por cien de la inversión necesaria para una infraestructura agraria”, señala por otra parte que sería necesario “que no sean por la incorporación en sí, que es como están ahora, sino que sea una ayuda específica a la inversión que el joven realiza”. Y asegura que “sin ayudas es imposible incorporarse al sector agrario”.
Aránzazu Martín, delegada de Agricultura, Ganadería y Pesca en Almería
¿Está garantizado el relevo generacional en la agricultura, la ganadería y la pesca en nuestra provincia o falta trabajo por hacer?
Lo que está garantizado es el apoyo de la Consejería a los agricultores y ganaderos que deciden dedicar su vida profesional en estos sectores. Este apoyo se manifiesta mediante las diferentes líneas de ayuda que se ponen a disposición: creación de empresas agrarias (instalación de jóvenes agricultores), pago a jóvenes y acceso a la reserva nacional en el primer pilar de la PAC (pagos directos), modernización de explotaciones agrarias, etc. Además se ha mejorado el marco legal en el que se produce la transmisión de las explotaciones de padres a hijos mediante la eliminación del impuesto de sucesiones. Esto ha supuesto un importante ahorro para los jóvenes, principalmente en provincias como Almería donde el valor de la tierra y del conjunto de la explotación es muy alto. Es importante destacar también la formación que reciben los futuros agricultores y ganaderos a través del IFAPA y el acompañamiento y asesoramiento durante el proceso de instalación que se les presta a través de las Oficinas Comarcales Agrarias.
Algunos datos que ilustran estas afirmaciones son por ejemplo: en el periodo comunitario pasado (2007-2013) se instalaron con ayuda 156 jóvenes en la provincia de Almería. En el periodo actual (2014-2020) ya son 436, de las que en torno al 40% son mujeres, estando diez puntos por encima de la media andaluza. Esto ha sido consecuencia de la potenciación de líneas como la de instalación de jóvenes, poniéndose a disposición de agricultores y ganaderos más de 236 millones de euros en el conjunto de Andalucía.
Todo esto se produce porque consideramos fundamental el relevo generacional en nuestro sector. Relevo que no sólo garantiza la continuidad del primer sector productivo de la provincia de Almería y motor económico; sino que también es fundamental para su modernización continua a través de la innovación, la mejora tecnológica y la formación permanente.
En el nuevo marco comunitario, 2020-2026, todas estas líneas se van a mantener e incluso se mejoran presupuestariamente. Sabemos que queda trabajo por hacer y nuestro objetivo es que todos los jóvenes que quieran desarrollar su vida profesional en el apasionante sector agrario cuenten con la ayuda económica que se merecen.
¿En qué medida ayudan las convocatorias de subvenciones que realiza la Junta de Andalucía?
Las ayudas mencionadas ayudan y mucho a los jóvenes agricultores y ganaderos. Este apoyo económico se produce precisamente en el momento donde más gastos tienen, en el momento de inicio de la actividad.
En concreto, la línea que apoya la instalación de jóvenes agricultores, supone una ayuda de entre 45.000 y 70.000 euros, en función del tipo de instalación, a cada expediente. Se trata de una ayuda en especie que no requiere inversiones; trata de sufragar los múltiples gastos que afronta un agricultor durante sus primeros pasos. En caso de requerir inversiones para la instalación, esta línea es compatible con otra como es la modernización de explotaciones, donde estos jóvenes tienen preferencia. Mediante la modernización se otorgan ayudas que pueden llegar al 90% del coste de las inversiones que se realicen.
¿Hay previsión de mejorarlas, tanto en cantidad como en frecuencia?
La mejora de esta línea es continua. En la última convocatoria se simplificó la ejecución del plan empresarial que deben presentar los jóvenes y se produjo un primer anticipo del 25% de la ayuda en el momento de la resolución. De esta forma los jóvenes cuentan con dinero desde el minuto cero de la instalación, recibiendo el resto de la ayuda durante el proceso de incorporación previo cumplimiento de un serie de hitos.
Para la nueva convocatoria, publicada en BOJA el 19 de enero de 2022, cuyo plazo de solicitud comenzó el 20 de enero y finalizará el 21 de marzo de 2022, está dotada con 80 millones de euros. En esta convocatoria, vamos a seguir mejorando, en primer lugar se incrementa económicamente, los 70.000 euros que comentaba anteriormente ahora pasan a 90.000 y en segundo lugar, se favorece la instalación de las mujeres mediante la implementación de concurrencia competitiva diferenciada. De esta forma se quiere conseguir que todas las mujeres que pretendan incorporarse al sector agrario cuenten con esta línea de ayuda, se ha destinado un presupuesto para la convocatoria específica de mujer de un 20%, es decir 15,9 millones de euros, además contribuye a la titularidad compartida al contemplar ventajas par esta figura.
Debo destacar además, que la apuesta de la Consejería por esta ayuda es tan importante que en la última convocatoria resuelta, en el año 2020, se produjo un incremento de las cantidades inicialmente previstas de forma que todos los solicitantes que cumplieron requisitos fueron beneficiarios finales.
El compromiso de la Consejería con los jóvenes para favorecer el relevo generacional tan importante para nuestro sector ha quedado y queda patente ya que desde nuestra llegada al gobierno se han desbloqueado y abonado a las ayudas de jóvenes 105 millones de euros entre 2019 y 2021, lo que ha permitido la incorporación de 3.725 jóvenes andaluces al sector agrario, garantizando el relevo generacional y contribuyendo a la fijación de población al territorio.
El actual Gobierno andaluz terminó de tramitar en 2019 la convocatoria heredada en 2018 sin resolver, con un presupuesto de solo 30 millones de euros, que optó por ampliarla a 82,5 millones para así pasar de atender 500 a 1.282 solicitudes. En paralelo, la consejería que dirige Carmen Crespo ha desbloqueado y abonado ayudas a jóvenes agricultores que estaban pendientes aún de las convocatorias de 2015 y 2016.
Es y sigue siendo como he dicho prioritario la apuesta por la incorporación de jóvenes al sector agrario de Andalucía por eso, en cuanto a la frecuencia, la intención de la Consejería es realizar al menos una al año.
(Reportaje publicado en el número de abril de 2022 de la revista Foco Sur).