En apenas 25 años, Andrés García Ibáñez ha ido levantando en su pueblo, Olula del Río, una Ciudad de la Cultura que acoge la mayor colección de arte de la provincia en el Museo Ibáñez y el primer museo de España dedicado a un fotógrafo, el Centro Pérez Siquier.
En ocasiones, las cosas suceden sin haberlas planeado. Para Andrés García Ibáñez, esta ha sido una constante. El mayor ejemplo, la Ciudad de la Cultura de Olula del Río, su localidad natal. Lo que en origen iba a ser la propia vivienda del artista, en la que iba a habilitar unas salas de techo alto para poder colgar sus cuadros de gran formato, ha ido evolucionando hasta albergar la colección de arte más relevante de la provincia, con cerca de 1.700 obras en sus fondos; dos edificios a los que en poco más de un año, si todo evoluciona según lo previsto, se sumará otro más. Quedará así finalizada esa Ciudad de la Cultura que ahora incluye el Museo Ibáñez, el Centro Pérez Siquier y la recién inaugurada Mujer del Almanzora, una inmensa cabeza realista, obra del maestro Antonio López con la colaboración de García Ibáñez.
El ambicioso proyecto se ha ido configurando a lo largo de más de 20 años. La semilla la plantó el propio Ibáñez cuando decide invertir el dinero ganado con su obra en construirse una casa en unos terrenos que eran de su familia. Acababa de finalizar sus estudios de Arquitectura en Pamplona y, a pesar de su juventud, ya tenía una trayectoria como artista consolidada. Como él mismo recuerda, venía aceptando encargos religiosos desde muy joven, tomándoselo como algo natural en el mundo del arte. Así había sido en época de sus maestros. Sin embargo, la realidad era muy diferente entonces. Años después, descubrió que era «algo singular e inexistente en el mundo del arte contemporáneo», porque la pintura religiosa prácticamente había desaparecido a partir del siglo XIX.
Pero a él comenzaron a encargarle cuadros para varias iglesias de la provincia de Almería desde muy joven. Los encargos fueron cada vez más relevantes, hasta que le contratan, con 19 años, para pintar la bóveda de la capilla de la Esperanza de Málaga. Tardó dos años pero por ese trabajo le encargaron la decoración del retablo y la cúpula de la Catedral de San Salvador, que habían rehabilitado dos arquitectos, uno de ellos profesor de él en la carrera.Como anécdota, recuerda que cuando llegó, tuvo que esperar más de un mes para pintar porque los andamios estaban mal puestos y hubo que cambiarlos. En ese tiempo, hizo retratos de indígenas mientras esperaba. Esos cuadros los donó a Unicef para que hicieran alguna obra allí, dado el nivel de miseria que vio. Vendieron todos, menos uno que conservó y que se exhibe en el Museo Ibáñez. En total, se recaudaron unos 13 millones de pesetas.
El dinero ganado con estos encargos religiosos y con retratos lo invirtió en hacerse una casa, con tres salas de cinco metros de altura donde poder colgar los cuadros de gran formato que no podía llevar, por cuestión de espacio, a exposiciones y galerías. Al finalizar la casa, el entonces alcalde de Olula del Río, Eugenio Acosta, la visitó. Entusiasmando, le dijo que ahí había un museo y le propuso abrir al público esas tres salas por las tardes. De abrir las salas se encargaban chicos que estaban haciendo la prestación social sustitutoria. «Así empezó todo», recuerda, en diciembre de 1997, cuando incluso se celebró una inauguración oficial. El Museo Casa Ibáñez exhibía la obra del propio artista, ya que «en aquella época, no había empezado aun a coleccionar arte».
El origen de la colección
La colección la empezó poco después, cuando García Ibáñez descubre que en las subastas, «todos esos grandes pintores, especialmente los del XIX y principios del XX, quitando las grandes figuras como Sorolla, que para mí habían sido referentes, tenían precios asequibles». Y se trataba de autores que, como señala, «están colgados en el Museo del Prado». Así, el pintor descubrió que «podía tener obras de todos aquellos a los que consideraba mis maestros».
Otro paso fundamental para la gestación de la Ciudad de la Cultura de Olula del Río se produce tras la visita de Mabel Salinas, entonces delegada de Cultura de la Junta de Andalucía en Almería, al Museo en el año 2000. Ella propone a García Ibáñez que se incluya en la Red de Museos de la Junta, para lo que se necesita hacer obras de adaptación para poner servicios públicos y un vestíbulo para recepción, entre otras. Ante esta perspectiva, el artista decide acometer una obra más ambiciosa. «Me lié la manta a la cabeza e hice la segunda fase del edificio, yo solo, sin ayuda del Ayuntamiento ni de la Junta», recuerda.
Para poder acometer la ampliación, compra los terrenos colindantes con su casa y diseña esa extensión del Museo, que se amplía a 18 salas en 2.500 metros cuadrados. Asimismo, planea una Ciudad de la Cultura con, además del Museo, un Museo de la Fotografía Española, que también le interesa y colecciona, «la fotografía artística pero documental, sobre todo de AFAL», explica, y un auditorio. El artista, también arquitecto, llega a realizar una maqueta del proyecto que tiene en mente. Este recibe el apoyo de Salinas, que plantea una colaboración entre Junta, Diputación y Ayuntamiento para levantar ese auditorio, y el alcalde, Eugenio Acosta, se suma.
En abril de 2004, Ibáñez dona los terrenos donde quiere levantar la Ciudad de la Cultura al Ayuntamiento, en el que el nuevo alcalde es el socialista Antonio José Lucas. En noviembre, Manuel Chaves, entonces presidente de la Junta de Andalucía, inaugura el nuevo Museo Ibáñez y promete una ayuda estable para difundir las actividades del Museo. Ayuda que, finalmente, nunca llega.
El freno al proyecto llega poco después de la inauguración del Museo, cuando Mabel Salinas pasa al Parlamento Europeo y cambia radicalmente la política andaluza sobre el proyecto de la Ciudad de la Cultura. Así que el Ayuntamiento crea la Fundación Museo Casa Ibáñez para gestionar este espacio, con el artista como presidente y el alcalde como secretario. Junta y Diputación deciden no formar parte del patronato. Desde entonces, denuncia García Ibáñez, «la política de la Junta ha sido siempre de desprecio, inacción y, en muchas ocasiones, incluso de actividad en contra. ¿Por qué? Eso quisiera saber yo».
Curso de Realismo con Antonio López
Endeudado para financiar el proyecto y sin apoyos institucionales, García Ibáñez se plantea incluso cerrar el Museo. Son unos años duros en los que, además, tiene que sortear la crisis financiera internacional que asuela al país. Pero resiste y en 2011 se darán dos circunstancias que acabarán siendo decisivas para que aquella soñada Ciudad de la Cultura renazca de las cenizas del olvido. En ese año, el Museo acoge el I Curso de Realismo y Figuración, impartido por Antonio López y García Ibáñez. Este curso se había fraguado a lo largo de muchos años de amistad, desde que Ibáñez había conocido al maestro del realismo contemporáneo en su casa de Madrid. Con el tiempo, la relación se había ido haciendo más estrecha. «Fue una cosa que fluyó de modo natural», señala Ibáñez. Como tantas otras cosas en su trayectoria. Fruto de esa amistad y confianza mutua, los dos artistas se embarcaron en un viaje para visitar varios museos en Andalucía, con Ibáñez como conductor. En esa ruta, hicieron una parada en Olula del Río para que López conociera el Museo que Ibáñez había ido construyendo en su pueblo. Al verlo, el maestro «decidió involucrarse» y le propuso hacer un taller conjunto en la localidad.
Ese taller lleva ya ocho ediciones, y en cada una recibe unas 200 solicitudes de artistas de todo el mundo. De estas, se seleccionan 35. «Somos muy internacionales», comenta Ibáñez, «este año, por ejemplo, han venido uno de Corea, un japonés, un chino, italianos, franceses, y latinoamericanos vienen muchísimos, porque Antonio, en Hispanoamérica, tiene un seguimiento inmenso».
Por esas fechas, además, comienza la colaboración con la Diputación de Almería, que firma un convenio con la fundación por el que esta recibe una ayuda a cambio de organizar una serie de exposiciones al año en la sede de la institución provincial, con sus correspondientes catálogos. El apoyo de la Diputación coincide además con una mayor involucración del Ayuntamiento, desde ese mismo año con Antonio Martínez como alcalde. Este también trabaja para conseguir el apoyo de la Mancomunidad del Almanzora, cuyo presidente, el alcalde de Alcóntar, también se involucra con el Museo. El proyecto de Ciudad de la Cultura comienza así a renacer, pero «renovado».
Con esa perspectiva en mente, en una visita a Antonio López en su estudio, Ibáñez le comenta que «sería muy bonito poder tener una escultura monumental tuya en la plaza de la Ciudad de la Cultura, presidiendo». López se anima con la idea y su amigo le propone que sea «una cabeza gigantesca». El pintor manchego le da a elegir entre una amplia colección de modelos que tiene de trabajos previos, e Ibáñez elige la que había servido para realizar la Mujer de Coslada, se la mete en una caja de cartón y el artista almeriense se la trae para comenzar a «mover el proyecto». López, además, cede ese modelo a la colección del Museo Ibáñez, junto con otras ocho obras.
La reforma de la Ley de Administración Local de Rajoy, en 2014, va a provocar un cambio radical en la Fundación Museo Casa Ibáñez. Con la nueva ley, los ayuntamientos de menos de 50.000 habitantes ya no podían formar parte de patronatos de fundaciones, por lo que el de Olula del Río tiene que salirse. En su lugar, entra Cosentino, la fundación cambia a Fundación de Arte Ibáñez-Cosentino, y pasa a ser, por tanto, privada. «Cosentino entra porque en ese momento la Fundación ya tenía mucho prestigio, con Antonio López y Carlos Pérez Siquier apoyando incondicionalmente este proyecto», asegura Ibáñez, «y para seguir con su línea de apoyo a la cultura en la provincia».
Un año más tarde, en 2015, surge un nuevo panorama cuando el Ayuntamiento de Almería confía en la Fundación Ibáñez-Cosentino para gestionar el recién creado Museo Doña Pakyta, que ha tenido que diseñarse en apenas un año, según las condiciones de cesión de la casa al Ayuntamiento. Además, ese mismo año ponen en marcha un crowdfunding para financiar la construcción de la Mujer del Almanzora de Antonio López. Esta campaña es un éxito y en un mes se venden las 180 piezas de bronce que reproducen el modelo original y que llegan a los compradores firmadas por el propio Antonio López. Un año después, en 2016, comienza la construcción de la monumental escultura, construida en mármol y de ocho metros de altura.
Centro Pérez Siquier
Este mismo año, además, Carlos Pérez Siquier dona su legado a la Fundación, que recibe negativos, cámaras, premios y otros documentos. Para albergar la colección, se pone en marcha la construcción del Centro Pérez Siquier. Fundación y fotógrafo preparan 20 ejemplares de una carpeta de diez fotos firmadas por el autor, que se agotan en tiempo récord, para ayudar en la construcción del nuevo edificio. En el proyecto original de Ciudad de la Cultura, Ibáñez ya tenía previsto un espacio para la fotografía, pero al recuperar el proyecto, también se ha replanteado su configuración y apuesta por dedicar ese espacio a un museo sobre Carlos Pérez Siquier, que es es el fotógrafo del que más obra ha adquirido.
Una vez más, confiesa Ibáñez, la idea se generó de forma espontánea, sin planificación, en una conversación con el fotógrafo, que en aquella época iba a donar al Museo Reina Sofía la documentación que tenía de AFAL. Al preguntarle si también va a ceder su propia obra, Carlos le dice que no, que con eso «algo tenemos que hacer tú y yo, ¿no?». Así que Ibáñez le hace esta propuesta: »Carlos, si tú nos donas tu archivo, yo te hago un museo». El Centro Pérez Siquier abría sus puertas en septiembre de 2017. Es el primer museo en España dedicado a la obra de un fotógrafo.
Parte del trabajo de la Fundación con la obra de Pérez Siquier es la digitalización y ajuste de los negativos, que son los que el propio fotógrafo está autorizando reproducir en muestras como la que prepara CaixaFórum. Y también los que se están utilizando para la colección de libros sobre el fotógrafo, inaugurada la pasada primavera con ‘La playa’, y cuyo segunda entrega será ‘La Chanca en color’.
La colección de fotografía española, aquella en la que había pensado originalmente Ibáñez, tendrá también su ubicación en la Ciudad de la Cultura, en la próxima ampliación del Centro Pérez Siquier, cuyas obras comienzan en octubre. El nuevo edificio incluye una planta baja que albergará la colección de fotografía española y otras seis salas para arte almeriense. La obra cuenta con una partida específica de 200.000 euros en los Presupuestos Generales de 2018, aunque, señala García Ibáñez, «a día de hoy, no se ha ejecutado». A principios de este año, José Guirao aseguraba que el compromiso del anterior Gobierno se iba a respetar, aunque para liberar la partida había que esperar a que se aprobasen unos Presupuestos de 2019 que, finalmente, no salieron adelante, lo que desembocó en las elecciones del 28-A y, ahora, en las del 10 de noviembre
Esta colección arranca en los años 20, con fotografía pictorialista, pasa por la fotografía documental de AFAL y acaba con fotógrafos actuales. Incluye obras de Ortiz Echagüe, Massana, Sánchez Portela, todos los fotógrafos de AFAL, García Alix, Armengol, Ouka Lele y Manolo Falces, entre otros. Todo un recorrido por la historia de la fotografía en nuestro país.
El último paso en el desarrollo de la Ciudad de la Cultura ha sido la inauguración de la Mujer del Almanzora, la monumental escultura en mármol blanco de Macael, de Antonio López, que preside la plaza central de un complejo cultural que, poco a poco, va tomando forma como el principal museo de pintura, escultura y fotografía de todo el sudeste del país.
Un museo único en España
El último proyecto en el que se ha embarcado la Fundación Ibáñez-Cosentino es la creación en Almería capital del Museo del Realismo Español Contemporáneo. Será la propuesta principal de la rehabilitación del antiguo Hospital Provincial, en el que ocupará el ala este, la del siglo XVI. Si todo marcha según los planes previstos, el museo estará inaugurado en el primer trimestre de 2021.
En origen, este museo se iba a ubicar en Albacete, con la obra de los realistas del grupo de Madrid, Antonio López y su grupo. El artista manchego lo tenía ya apalabrado con el gobierno de Castilla-La Mancha. Pero tras un cambio político, el proyecto cayó en el olvido. Así que al enterarse de que la Diputación estaba rehabilitando el Hospital Provincial para uso cultural, Andrés García Ibáñez le propuso a Antonio López recuperar ese proyecto de Museo del Realismo Español y ofrecerlo a la institución provincial. Y la Diputación se entusiasmó con la idea, recuerda Ibáñez. «Ya hemos iniciado conversaciones con el Museo del Prado para cubrir, sobre todo, la primera mitad del siglo XX, y con el Reina Sofía, por algunas obras que tienen en el almacén», cuenta, y añade que «también estamos en contacto con coleccionistas de toda España muy importantes que nos van a prestar obra».
El futuro museo, único en nuestro país, ofrecerá un recorrido por la historia del arte realista español desde Sorolla hasta nuestros días. Incluirá obras, además del pintor valenciano, de Rusiñol, Zuloaga, Gutiérrez Solana, Romero de Torres, Ramón Gaya, Carmen Laffón, Antonio López y García Ibáñez, entre otros. De la Escuela de Madrid, habrá 56 obras y será, al menos al principio, el núcleo principal de la exposición.
Con este, serán seis los centros de arte que gestione la fundación, con Andrés García Ibáñez como presidente y el historiador de arte Juan Manuel Martín Robles como director. Además de el Museo Ibáñez y el Centro Pérez Siquier de Olula del Río, también se encargan de la gestión del Museo de Arte de Almería, en sus dos sedes: el Museo Doña Pakyta y el Espacio 2, que exhiben obras del depósito de la fundación. Como dice Ibáñez, «Almería fue la única capital de provincia que entró en el siglo XXI sin un solo museo abierto al público» y, así, «hemos cubierto una carencia». La Fundación maneja una colección de cerca de 1.700 obras, tanto de la colección propia de García Ibáñez como, sobre todo en los últimos tiempos, por los legados que les ceden para gestionarlos. Él tuvo la idea de dedicar el Doña Pakyta a la obra de artistas almerienses ya fallecidos yque el CAMA pasase a ser el Espacio 2, dedicado a los artistas contemporáneos de Almería. Y en la segunda planta, programar exposiciones temporales.
Además, en Melilla hay, de momento, una división del Museo Ibáñez en el edificio de la Torre de la Vela, que acoge, con una cesión gratuita por diez años, una selección de arte español, desde Goya hasta la actualidad. El problema es que «no lo han gestionado bien nunca», así que se plantea llevársela cuando finalice la cesión, en un par de años.
Formación autodidacta en el taller del abuelo
Desde muy pequeño, Andrés García Ibáñez tenía claro que de mayor sería artista. »No recuerdo nunca haber pensado en la posibilidad de dedicarme a otra cosa, porque nací en una familia en la que era casi una predestinación», comenta. Su abuelo, artesano de pueblo y artista, pintaba, esculpía, hacía tallas y «era inventor de artilugios extraños». Casi toda esa rama de la familia está vinculada de alguna manera con el arte, como su tío segundo, el escritor Juan José Ceba; o su tío el arquitecto Ángel Ibáñez.
La casa del abuelo era un taller dedicado a cosas de lo más diverso: dorado, de fabricación de pastas y gurullos en máquinas que inventaba el abuelo, y hasta de costura para hacer la ropa de las muñecas Famosa, encargo que tuvieron durante muchos años. En ese ambiente, en Albox, se crió Andrés hasta los seis años. Y allí, su abuelo le animaba a dibujar, y cuando tenía solo seis, le regaló una colección de cuadernos de láminas, más de 400, para que las fuese copiando. Años más tarde, le enseñó la técnica del óleo y ‘entrenó’ copiando a los grandes maestros de la pintura, de El Greco a Goya. Una formación autodidacta, impulsada por su abuelo.
La primera exposición, con once años, fue de cuadros de animales y personajes de cuento. Vendió todas las obras y los vecinos le hicieron encargos que le llevaron dos años. Al ir creciendo, al mismo tiempo que estudiaba, exponía en galerías. La primera relevante, según dice, fue en la Sala de Unicaja, antes de irse a estudiar Arquitectura a Pamplona.
En su obra, se decantó por el arte figurativo porque era lo que había venido haciendo desde pequeño, lo que había aprendido. No tenía la vanidad de andar buscando un estilo singular, «nunca me ha quitado el sueño». García Ibáñez tiene claro que «el que busca desesperadamente diferenciarse, en el fondo no deja que su propia naturaleza se expanda libremente. Puede surgir un arte diferente, pero no demasiado auténtico». Y asegura que «con los años vas descubriendo cuál es tu territorio».
En su territorio, la figura principal es Goya, «no solamente a nivel estético y plástico, sino también a un nivel intelectual». También, Velázquez, Carabaggio, Tiziano, El Greco o Sorolla. «Son mis guías», reconoce. Unos guías que le han llevado a ser uno de los referentes del realismo contemporáneo.
(Reportaje publicado en el número de noviembre de 2019 de la revista Foco Sur).