Carlos Pérez Siquier. Foto de Miguel Blanco

Carlos Pérez Siquier: «Todo el mundo hace fotografías y la mayoría se considera artista, pero les falta saber mirar»

Carlos Pérez Siquier es uno de los nombres clave de la cultura de este país. Premio Nacional de Fotografía en 2003 y fundador del grupo y la revista ‘AFAL’, indispensables para entender la vanguardia fotográfica española desde la segunda mitad del siglo XX a la actualidad, su obra se exhibe en los principales museos internacionales. A finales de año, Olula del Río inaugurará la sede del centro que recogerá buena parte de su legado creativo. 

Hoy en día, parece que cualquiera pueda ser fotógrafo solo con un móvil y una cuenta en Instagram. ¿Tanto ha cambiado la fotografía desde que comenzó a disparar su cámara?

Ha cambiado muchísimo. En la vida de un hombre o una mujer, en la infancia o la pubertad se da cuenta de que tiene una habilidad para hacer cosas creativas; unos pintan muy bien, a otros les da por la música, otros escriben. Mi padre era aficionado a la fotografía y, cuando vi el cuarto oscuro, mágico, con la luz roja, me asombró cómo aparecía la imagen y me cautivó la fotografía. Me di cuenta ya de pequeño de que tenía cualidades para observar las cosas. Me volqué en la fotografía y  hacia los 20 años ya estaba haciendo una pequeña exposición, en el Casino de Almería. Y he ido progresando hasta llegar a un estadio que nunca hubiera imaginado. La fotografía no es una cuestión técnica, no es cuestión digital como ahora, en la que es muy fácil hacer fotos. Para mí, hacer fotos en digital es facilísimo porque estás viendo en el mismo momento lo que has captado, no como antes, que tenías que llevar el rollo a revelar y a los dos o tres días te venía y veías que habías fracasado. Ahora mismo, si ves que la foto no te gusta, la repites. Y haces miles, porque además no te cuesta dinero. Como eso ha proliferado tanto, ya todo el mundo hace fotografías y la mayoría se considera artista, pero les falta saber mirar. Porque lo importante de la fotografía es la mirada, es saber ver que los objetos tienen un segundo sentido trascendente. Por ejemplo, a una persona le haces un retrato y te das cuenta cuándo su alma se te manifiesta, y es cuando disparas. No haces mil disparos con la digital. Estás atento y hasta provocas esa situación en la que parece que se escapa parte de su interior. Ese es el momento que hay que captar. Con los objetos es igual, no hay que verlos de una forma cotidiana, que no nos emocionan, hay que ver que se pueden transformar y ver en ellos algo que no ven los demás.

A finales de año se va a inaugurar un museo dedicado a su obra en Olula del Río. ¿En qué va a consistir?

En Olula del Río está el Museo Casa Ibáñez, con la obra de Ibáñez y también con la que está recogiendo de pintores almerienses y nacionales. Desde hace mucho tiempo, seguía mi trayectoria y se le ocurrió que como en Almería hay un tío con un Premio Nacional y una trascendencia internacional, le iba a hacer un museo. Él tiene 120 o 150 obras mías. Aparte, le voy a ceder todo mi archivo fotográfico, que se va a digitalizar, y todos mis libros, así que la persona que quiera estudiar al personaje va a tener suficiente material.

Hasta noviembre, el Reina Sofía expone una retrospectiva del grupo AFAL, con los fondos que usted donó al museo…

Sí, es que aparte de mis fotos, yo fui un gran impulsor de la fotografía de los años cincuenta porque creé con José María Artero el Grupo AFAL y la revista ‘AFAL’. Fueron 37 números, siete años trabajando como leones, y sin una peseta. Ahora la gente se queja de que no tiene financiación pública ni privada, pero nosotros nos jugábamos el poco dinero que teníamos para hacer un viaje al año. Y en una Almería totalmente incomunicada, física e intelectualmente. Hicimos una revista con mucho esfuerzo, que no le dimos su importancia al principio, pero que se ha convertido en mítica. Impulsamos la fotografía porque involucramos a los principales fotógrafos inconformistas de vanguardia que había en Barcelona o Madrid. Nombres que son referentes en la fotografía internacional. Después de treinta o cuarenta años se han dado cuenta de que aquello fue un milagro que apareciera en Almería. Por suerte, yo tenía todo ese material porque siempre me quedé en Almería y no hice un traslado, si no lo hubiera dado. Con parte del material hay montada esa exposición en el Reina Sofía, un proyecto muy bonito porque Almería sale por todos lados. Pero no solo es eso, porque ahora estamos trabajando en complementar esa exposición para dentro de uno o dos años. Se ocuparán dos o tres salas más y habrá intercambios con los principales museos internacionales. Pensamos en ir a París, a Nueva York.

Desde entonces, Almería y su sociedad ha cambiado mucho. ¿Con qué fotografías marcaría los momentos clave de este tiempo?

Cuando era joven, subía a la Alcazaba y veía desde arriba la Chanca, las casitas blancas como dados, como decía Goytisolo, que parece que hubieran tirado desde una almena. Veía una Almería mediterránea, de terrados blancos exquisitos, y el puerto, cómo entraban los barcos. Era un Mediterráneo puro. Después eso se transformó, con el desarrollismo, cuando hicieron el aeropuerto y empezaron los especuladores a hacer grandes edificios, se cargaron toda esa arquitectura mediterránea blanca. Tengo una fotografía, que está en Museo de Arte de Almería, desde casi la Alcazaba, que en primer término se ve un burro y detrás hay una Almería que es todo edificios altos con sus medianeras, y parece que el burro está reflexionando, pero qué barbaridad han hecho estos almerienses, cómo han transformado una ciudad tan bonita en algo tan monstruoso.

¿Y la gente, también ha cambiado tanto?

A mí lo que me sorprende es la belleza de la mujer almeriense, de las jóvenes, el estilo que tienen, van vestidas con un buen gusto y una armonía que no es cuestión de dinero; eso no lo encuentras en otra ciudad. Los fotógrafos jóvenes no han sabido captar esa elegancia que tiene la mujer almeriense. Y luego veo a chicos muy preocupados por cosas que no son intelectuales ni culturales. Esos jóvenes son una parte de esta sociedad. Y luego hay otra parte, muy minoritaria, que son muy trabajadores, gente muy viva e inteligente, que está buscando sus posibilidades. Y eso es algo cada vez más difícil en esta Almería que nos ha tocado vivir.

Un asunto de la actualidad cultural de Almería ha sido la destitución de Pablo Juliá como director del Centro Andaluz de la Fotografía. ¿Ha sabido Almería entender el valor que tiene este lugar?

Este Centro se hizo en Almería como consecuencia, precisamente, de AFAL. En el 92, con la Expo de Sevilla, hubo un derroche de dinero extraordinario. Se hizo muy bien pero se dieron cuenta de que se habían volcado en Sevilla y que las otras ciudades andaluzas estaban desamparadas, y se les ocurrió darles una especie de consuelo, y en un sitio pusieron el Centro del Flamenco, en otro el del Teatro… Y vinieron a Almería y en una reunión en la que estaba yo, dije que en Almería se podía poner el de la fotografía. Dijeron que eso lo tenían ya pensado, porque había antecedentes, y lo pusieron. El primer director fue Manuel Falces, un hombre con muchas facultades, inteligente. Quizás al principio, y afortunadamente, fue muy elitista, en el sentido de que no quiso saber nada de la historia fotográfica de Almería, del archivo fotográfico de Andalucía, sino que lo que quería era alternar con los grandes fotógrafos internacionales, y se trajo a los más buenos de Nueva York, de París o de Berlín. Pero la realidad es que Almería no estaba todavía preparada para esos exquisitos fotógrafos. Cuando lo dejó, entró Pablo Juliá, que continuó con la misma política de traer grandes fotógrafos, e hizo talleres que estaban muy bien, pero también descuidó esa parte de archivo, de darle importancia a gente joven de Andalucía. Sin embargo, la labor que ha hecho ha sido extraordinaria. Y aunque llevaba nueve años y él decía que era bastante tiempo, a mí me sorprendió que de pronto no le renovaran el contrato, con cierta nocturnidad y alevosía, porque estaba preparando los actos del 25º aniversario del centro. Es una falta de sensibilidad y elegancia. ¿Y a quién se va a poner ahora? Al principio parecía que se iba a amortizar esa plaza, pero como consecuencia de la reacción almeriense, para que no perdiera categoría el Centro, han cambiado de idea y dicen que van a buscar un director, que espero que no sea a dedo, sino que se convoque un concurso de méritos, nacional e internacional, y que pueda venir una persona de la categoría que tiene Pablo. Y espero que el Centro Andaluz de la Fotografía, que es conocido en todo el mundo, no se quede en una reunión de aficionados de domingo.

¿Qué le parece el panorama actual de la fotografía?

El panorama actual de la fotografía es muy rico e inquietante. Estamos en una transición de la fotografía analógica a la digital. El mundo digital está atacando mucho al analógico, tanto que las cámaras analógicas ya se compran como antigüedades. Pero la cámara digital tiene el inconveniente de que, como no utilizas carrete, se convierte en una especie de ametralladora para matar a un conejo. Ahora hacen cien disparos cuando nosotros, como no había material, tirábamos nada más que una foto, porque nos costaba dinero. Ahora, creo que habrá dos etapas. Una etapa en la historia de la fotografía en la que estarán todos los clásicos, los que reflexionaban la fotografía. Y otra en la que estará lo digital, donde van a predominar aquellos que se están valiendo de las posibilidades técnicas que tiene lo digital para hacer cosas de verdadera creación, no de disparar a tontas y a locas, sino como soporte cultural para sus ideas y sentimientos. Y eso va a evolucionar todavía mucho. Estamos en la era primaria de la fotografía digital.

¿Cómo se aprecia mejor la fotografía, paseando en una galería o museo o pasando páginas de un libro en casa?

Depende mucho, porque a mí los libros me encantan. Tengo libros de ediciones maravillosas, en los que está tan cuidada la edición que me gusta acariciarlos y ver las fotos, que están en su esplendor. Y luego yo he pasado ya por cientos de salas de exposición y museos, porque me captó La Caixa y me llevó dos años y medio de exposiciones, y los sitios donde iba eran muy variopintos; un museo muy dinámico, minimalista, precioso, en el que había una serie mía que encajaba perfectamente, y otro era un castillo antiguo, por ejemplo, donde quizás esas fotos no funcionaban, pero lo hacían otras. Depende mucho del espacio, de si el entorno le está dando categoría a la obra o la obra se lo está dando al entorno.

No sé si le habrán dicho alguna vez que con una buena cámara cualquiera hace fotos buenas… ¿Cómo se distingue a un gran fotógrafo?

Sí, pero eso es un mito. Es una cuestión de sensibilidad. Yo hago una exposición y veo cómo miran las fotos. Un uno por ciento sabe lo que está viendo, le interesa. Para los demás, es un show que van a ver, para encontrarse y tomarse una copa. Es decepcionante lo de las inauguraciones. Cosa distinta es cuando vas por la calle y se acerca una persona que no conoces y te pregunta «¿tú eres Pérez Siquier?». «Sí, ¿por qué?». «Es que le sigo, tengo todos sus libros». «Ah, pues muchas gracias». Y muchas veces les pregunto qué libros tiene, para ver si es verdad o es un fantasma. O si me dicen que les gustan mucho mis fotografías, les pregunto que cuál les gusta más. A veces me dicen que tienen una prima que compró una foto mía y la tiene sin firmar, que si tendría inconveniente en ir a firmarla. Yo les digo que no, y que si saben lo que significa eso. Que soy muy mayor y se han dado cuenta de que cuando desaparezca puede ser que suban las acciones. Y me río. Eso es para mí muy gratificante. Y sobre todo, lo más gratificante para mí en la fotografía es que les gusta a la gente joven. La mayoría de los fans que tengo son gente de unos veinte años a los que les gustan mis fotografías y las recuerdan. Yo he estado en Nueva York con mis fotos de playa y me ponían como pionero de la fotografía en el mundo y con la mirada de los fotógrafos jóvenes actuales. Que mi obra se venda, no me emociona, me emocionan los actos de amor a la obra.

(Entrevista publicada en el número de octubre de 2016 de la revista ‘Foco Sur’. Puedes descargarla aquí en pdf).

2 comentarios

  1. […] Carlos Pérez Siquier fue el paradigma de esta idea, el fotógrafo que alcanzó prestigio internacional disparando su cámara por calles y lugares de la provincia almeriense, jugando con su luz, capturando la esencia de aquellos con quienes se cruzaba. Fue también el gran impulsor de la fotografía en Almería con la revista y el grupo AFAL, que pusieron a la provincia en el centro del mapa fotográfico nacional. […]

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