A los minutos les ha dado por acelerar y sin apenas darnos cuenta estamos escuchando la última canción del disco. Ha sido todo tan repentino que no logramos obtener ninguna conclusión clara sobre sus cualidades. Entre dos sorbos de ron con cocacola, me ha dado la sensación de que suenan un poco como aquella banda que iba a ser la mejor del mundo hace cinco años, dos meses y tres semanas. Mi compañera de castigo opina que una de las canciones le recuerda de manera sospechosa a la del anuncio del coche ese. Yo no lo tengo tan claro. Ni siquiera, a qué anuncio se refiere. Le digo a Julián que nos ponga otras dos y que le dé al play de nuevo. Total, sigue sin entrar gente en el bar. A ver cuándo arreglo mi equipo de música, medito durante unas décimas de segundo.
Cincuenta y siete minutos más tarde, decidimos que Semilla son la puta hostia. Quién se iba a imaginar que el grupito este alcanzaría semejante nivel cuando los vimos por primera vez en la Cueva, arañando más que tocando, escupiendo más que cantando. Pero es que, a lo tonto, ya han pasado tres años. Y ahora, aquel grupito por el que nadie apostaba y al que nadie conocía está a punto de protagonizar el mayor asalto a las listas de radios y ventas desde hace una década. Desde el programa aquel de la tele, por ejemplo. Así lo ha calculado la discográfica, a falta de nuestro informe definitivo. El único fallo en la estrategia es que el disco es bueno de cojones. ¿Cómo se las apañarán en las revistas para masacrarlo incluso cuando es más que probable que le encante a quien tenga que escribir la reseña? ¿Cómo conseguirán los del sello que el grupito aparezca en revistas, programas de radio y tele y páginas web y blogs con la habitual imagen de niños cool, de rebeldes fashion, sin que a los posibles fans se les indigeste la sesión de fotos? La cosa promete.
En el último momento, caemos en la cuenta del detalle fundamental, y concluimos que será mejor que no nos guste. Y que mejor aun será no beber tanto mientras escuchamos los discos sobre los que tenemos que asesorar a la jefa. Semilla suenan bien. Le gustarían. Mucho. Iría a sus conciertos. Intentaría, y muy probablemente lo lograría, llevarse a la cama al cantante. Y si no, al otro guitarra, el de los soniditos raros que envuelven toda la grabación. Quién sabe, puede que incluso al batería, que tiene esa pinta tan peculiar, con su mirada siempre disparada a dos millones de años luz. El disco suena muy bien y, además, no puede ser más alternativo, que es por lo que le ha dado a la jefa durante los últimos meses, desde que vio en las fotos que el periódico publicó del festival playero a su amiga de cotilleos con esa pinta tan alucinante. Y, claro, rodeada de tanto sudor alcohólico, tan excitante.
Es muy bueno, el cd. Pero se lo va a comprar todo el mundo. O lo bajarán de internet, más bien. Así que en breve compartirá estatus con los de esas otras bandas que, con solo escuchar su nombre o el inicio de alguno de sus éxitos, provocan en la jefa un ansia indomable de pedir cita en el spa. Y yo ahí no vuelvo ni loco. Ni mi compañera de castigo. Así que el disco queda oficialmente catalogado como mierda absoluta, pretendidamente cool, con escasez de ingenio en la propuesta y desarrollo patético de las poquitas ideas que, en ocasiones, se intuyen entre guitarrazo y baquetazo. Con esto tendría que bastar para hacerle cambiar de idea. Aunque cualquiera sabe.
Pedimos una última copa antes de volver a casa. Mañana habrá que dedicar el día a lo último del hip-hop de aquí. Se ve que mola. Ahí seguro que encontramos algo lo suficientemente malo para poder recomendarlo como obra maestra, pero con la calidad necesaria para permanecer en el anonimato, fuera de los circuitos alternativos de moda este año. Con la emoción desatada por este último vistazo al futuro, termino de un trago el ron, contemplo durante un par de segundos a mi compañera de castigo, se encoge de hombros indicando por qué no, pagamos a Julián y nos encaminamos a su casa, aprovechando que su novio aun no ha regresado del viaje de trabajo. Aunque, la verdad, tampoco me apetece tanto repetir otra vez con ella. Sobre todo, como se empeñe en poner de nuevo el disco de sus amigos. Cuando terminamos la última vez, parecía que acabase de salir del curro. Lo mismo que me suele pasar con la jefa, por otra parte.
(Foto de kevinrosseel).