Política: la cena de los idiotas

Cuando un buen amigo me comentó hace años que se había afiliado a Nuevas Generaciones, me sorprendió. Nos conocíamos desde pequeños, y nunca hasta entonces había manifestado la más mínima simpatía por la ideología del Partido Popular. Si acaso, parecía más cercano al ámbito socialista. Así que no me quedó más remedio que preguntarle por qué lo hacía. No pudo ser más explícito.

“Mira, Miguel”, me dijo, “aquí no se trata de ser de izquierdas o de derechas; la política va de gestionar los recursos del territorio que se gobierna, de tal manera que saques lo máximo para los tuyos. Y aunque a los dos principales partidos se les da muy bien esto, el PP es mucho mejor que el PSOE a la hora de que la gente no se entere, y que además esté contenta. Al final, son todos iguales. Solo que unos son más hábiles que otros”. No pude contestarle.

Con el tiempo, mi amigo salió del partido, decidió que no le compensaba, optó por otras vías de ganarse la vida, o lo que fuese. No tengo claro, además, que tuviese razón. Ahí está el caso Gürtel, por ejemplo, para atenuar esa supuesta mayor habilidad para el chanchullo de unos sin que nadie se entere. Tampoco me importa, puesto que esto no va de quién es mejor o peor. Va de qué hablamos cuando hablamos de política. 

En ese sentido, sí que parece cada vez más obvio que, como decía mi amigo, de lo que se trata es de conseguir lo máximo para el entorno cercano de cada uno. Asimismo, se viene intuyendo que ese entorno cercano suele estar situado en la cúpula financiera internacional. A lo mejor me equivoco con esto; tampoco importa, no es de lo que se trata.

Dentro de un mes habrá elecciones. Y todo parece indicar que, hasta que tengan lugar (y muy probablemente también después), nos veremos rodeados de políticos intentando convencernos de, con perdón, comer mierda. Por nuestro bien. Y lo harán de tal manera que nosotros, en lugar de mirar la cuchara con asco y reclamar lo que nos conviene comer, acabaremos pidiendo más. Según parece, así llevamos haciéndolo desde el primer día. Somos los tontos reclutados para cenar con los ejecutivos aburridos que de alguien tienen que reírse, como en La cena de los idiotas.

Como decía, no sé qué partido será más hábil a la hora de darnos lo que no solo no nos interesa, sino que nos hace mal, y que encima le aplaudamos en el proceso; ni lo sé ni me importa. Lo que sí veo claro desde hace años es que no existe político que reúna tres condiciones fundamentales, a mi parecer, para el buen desarrollo de la función para la que es elegido: honestidad, inteligencia y capacidad. Es como si para acceder a un cargo relevante hubiese que ser, ante todo, mediocre. Desde la Administración central hasta el más pequeño de los ayuntamientos. Y sí, puede que haya quien tenga entre sus virtudes una, quizá dos, de esas características. Pero nunca me he enterado de la existencia de políticos que destaquen por los tres motivos.

A lo mejor exagero. Puede que sea injusto. Quizá no tenga ni idea. Así que si alguien sabe de alguno, sea de la formación que sea, que sí cumpla con esos tres requisitos, está invitado de hacérmelo saber. Yo estaré encantado de rectificar. Me encantaría, en realidad. Eso sí, siempre y cuando pueda ser demostrado.

Yo, ya digo, miro, busco, comparo, vuelvo a mirar… y nada. Solo encuentro un amplio espacio vacío en el que resuena, a modo de eco, la risa cómplice de quienes nos ven pedirles más de lo mismo mientras sonreímos con satisfacción, sin querer darnos cuenta de que cada vez estamos más lejos de tener motivos para la alegría y que son ellos quienes, precisamente, sientan las bases para que así sea.

(Foto de Clarita).

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