Es una de las principales bailaoras de Almería, con una trayectoria de más de dos décadas, primero en compañías de artistas como Rafaela Carrasco, María Pagés o Joaquín Cortés, y luego al frente de la suya propia, que durante una década ha sido la compañía residente del Teatro Auditorio de Roquetas de Mar. Desde Almería, Anabel Veloso lleva además el arte flamenco a todo el mundo, ha girado por los cinco continentes y en todas partes encuentra reacciones positivas, demostrando que el flamenco es un arte universal.
¿Cómo nace tu amor por el baile y el flamenco?
Es muy curioso. Cuando era chiquitita, con siete años, tenía los pies planos y mi madre me llevó al médico, que le dijo que era algo normal y que me apuntara a baile y se me quitaría… Empezó así, apuntándome en una academia de flamenco que había en Garrucha, donde mi primera maestra fue Lita Paredes, una bailaora de allí. Y me encantó, se me daba muy bien y no quería hacer otra cosa que bailar. Cuando venían a casa amigos de mis padres me decían que bailara y les enseñara lo que sabía hacer y me encantaba, ya quería público desde chiquitita, no tenía vergüenza. Era un ‘hobby’ que iba compaginando con los estudios y cuando llegué a la universidad y me mudé a Almería, me apunté en un montón de escuelas, para profundizar un poco más. Yo había hecho sobre todo danza estilizada y folclore, pero flamenco muy poquito… Y bastante mayor, con 19 años, fui por primera vez al Festival de Flamenco de Jerez como espectadora y desde entonces no quise hacer otra cosa. Me estalló un universo de emociones.
¿Y no empezaste entonces con el flamenco hasta los 19 años?
Sí, muy mayor. Tan mayor me veía que en cuanto terminé la universidad, con 20 años, cogí la mochila y mientras mis compañeros comenzaban a prepararse oposiciones yo dije que no podía perder el tiempo. Para las oposiciones ya habrá tiempo, yo ahora necesito bailar, que estoy muy mayor… Y con 20 añitos me fui a Sevilla, con una beca que me dio Matilde Coral, que me conoció en los cursillos del Festival. Con el poco tiempo que yo llevaba, consideró que tenía suficiente talento como para darme esa oportunidad, que siempre le agradeceré. Y ya no hacía otra cosa que bailar todos los días. Y el año 2000 me fui a Madrid, donde estuve 14 años bailando.
¿Dónde llegaste a bailar?
En todos los sitios, porque tuve la suerte de pillar una época muy buena para los tablaos en Madrid. Estaba el Corral de la Pacheca, el Café de Chinitas todavía estaba abierto, trabajé en el Corral de la Morería, en Casa Patas, en el Tablao Al Andalus. Como bailaora en compañía, también he tenido mucha suerte, porque pude trabajar más de siete años en la compañía de María Pagés. También en el Nuevo Ballet Español de Miguel Ángel Rojas y Carlos Rodríguez, con la compañía de Carmen Cortés. También estuve de oyente en compañías como la del gran Joaquín Cortés, con Antonio Márquez, con Rafaela Carrasco, con Rafael Amargo. Y luego hice audiciones para el Ballet Flamenco Andaluz y me mudé a Sevilla, porque me seleccionó Cristina Hoyos. Fue un paréntesis de un año en mi etapa madrileña.
¿Cuándo vuelves a Almería?
Yo me había asentado en Almería como compañía residente en 2009, y estuve yendo y viniendo hasta 2013. Me había presentado a unos premios en Madrid muy importantes, el Certamen de Coreografía de Flamenco, y gané dos premios. Eso fue el impulso definitivo, porque siempre había bailado en muchos tablaos y había colaborado con muchas compañías, pero como coreógrafa, para tener mi propio proyecto, no sabía si estaba preparada. Me encantaba la idea. Así que presenté mi primera pieza al Certamen, gané dos premios y decidí montar mi propia compañía.
Y la montas en Almería…
Sí, yo ya tenía la intención de venir y presenté un proyecto a Roquetas, cuando el Auditorio estaba recién creado. Y me cogieron el proyecto, que era un proyecto único en Andalucía, un proyecto de residencia artística. Ahora empieza a haber más, pero en 2009 no había ninguno.
¿En qué consistía ese proyecto?
Normalmente los teatros, los espacios escénicos, son espacios de exhibición pero normalmente no son espacios de creación. Entonces, se trataba de poner en comunión a una compañía que produce espectáculos, que crea, con un espacio que no tiene todavía creación. De esta manera, yo podía tener el Auditorio para mí durante la semana, cuando no hay programación, para diseñar coreografías, crear historias y mundos, desarrollar mi creatividad. Y a cambio, la compañía, se compromete a estrenar las obras que se produzcan durante la residencia en el Auditorio. Esto también da sensación de pertenencia a la comunidad. Nosotros acompañábamos en todos los eventos a los que nos quería llevar el Ayuntamiento, como el Día del Flamenco o el Día de Andalucía. Es como si fuésemos la compañía de la ciudad.
¿Cuánto tiempo duró esta experiencia?
Duró diez años, porque luego, ambas partes, tanto el Ayuntamiento como nosotros, consideramos que ya se había cumplido esa función y, además, había que dar espacio a otros artistas locales, que tuvieran las mismas oportunidades. Fue algo bastante insólito, porque una residencia artística suele durar uno, dos o tres años. Yo además me había ido a Sevilla y no podía sacarle partido a la residencia. Al volverme, he retomado el mismo proyecto, pero con otro ayuntamiento. Acabamos de firmar un convenio de residencia con el Auditorio de El Ejido, que creo que también le hace falta. Vamos a organizar un montón de encuentros, jornadas, cursillos, masterclass, colaboraciones con artistas que vengan al Auditorio…
¿Qué proyectos estáis desarrollando allí?
Ya hemos estrenado un espectáculo en el Ciclo de Otoño, ‘El duende de las emociones’. Era infantil, para público familiar, y lo hicimos muy divertido, a los niños les encantó, era muy mágico, con luz negra, colores. Y al tiempo, muy interesante para los adultos, porque no infantilizamos ni la danza ni la música. La música de Gabriel Pérez es la misma que usamos para los espectáculos de adultos, y lo mismo mi baile, José Luis Jaén al cante… Todo de altísimo nivel. Y el 13 de noviembre tenemos el estreno absoluto de ‘Mare Internum’, una coproducción con la Junta de Andalucía. Es un proyecto sobre la mujer y está incluido en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Toca temas de mujer, inmigración, desigualdad, todo con una mirada muy optimista.
Entre ambas residencias, ha habido una pandemia. ¿Ha sido muy difícil mantener así una compañía?
Yo la verdad es que he seguido superactiva, sobre todo a nivel personal, dirigiendo proyectos, coreografiando cosas online, creando contenido. Yo tenía una gira por África cuando comenzó la pandemia y se anuló. La Agencia de Cooperación Internacional con la que trabajaba convirtió mi contrato en un proyecto personal. Me pidieron que creara un vídeo para sensibilizar a la población mundial sobre la importancia de la mascarilla, la higiene, quedarse en casa. Pero no pude contar con toda la compañía. Para los artistas sí ha sido duro. Las medidas de ayuda que hubo no englobaban a todo el mundo. Yo sí tuve suerte, porque además de convertir los contratos, tuve una ayuda por ser empresa. Luego, con la Diputación de Almería teníamos muchos proyectos didácticos. También me ofrecieron participar en el documental ‘Estarán tos’, que pudimos hacer el rodaje cuando ya se pudo salir a la calle. Participaron un montón de artistas almerienses.
¿Cuáles son tus referentes en el baile y el flamenco?
Yo creo que mi estilo, mi estética e incluso mi ética de trabajo se basan mucho en el trabajo de Rafaela Carrasco y en la dirección escénica, la forma de trabajar, de María Pagés. Y aunque no podría aspirar a una danza como la suya, la artista a la que más admiro es Rocío Molina, que es la artista que está llevando el flamenco al infinito y haciendo que todo el mundo vaya en esa línea. Y luego, en cante, siempre he admirado a artistas como Carmen Linares, por su voz, por su talante, por su ética en el escenario, porque es una señora con mayúsculas del flamenco. Hay muchos cantaores y cantaoras que me gustan, pero a lo mejor no me gusta tanto cómo han desarrollado su carrera, cómo son, mediáticamente hablando.
¿Qué es el flamenco para ti?
El flamenco es la emoción hecha arte. Siempre me enorgullezco cuando viajamos por el mundo con la compañía de que el flamenco conecta con todas las culturas. Si vamos a África, que hemos estado ya en más de nueve países, o si vamos a Asia, todos los países, en Latinoamérica, en Norteamérica, en el norte de Europa… en todos los sitios conecta con el público. Yo creo que es porque tiene un abanico tan grande de emociones, desde la pena más trágica del taranto hasta la fiesta de la bulería de Cádiz, pasas todas las emociones. Otras músicas se quedan con una emoción, la samba es alegre, el tango es pasión, el soul tristeza, pero el flamenco es todo. Para mí, el flamenco es la expresión más sincera de las emociones humanas.
¿Y adónde tenéis previsto llevar todas esas emociones?
Este año llevamos ya más de seis países visitados y en octubre volvemos a Etiopía y Sudán con las embajadas de España. También vamos a participar en ferias internacionales como Womex, en Lisboa.
(Entrevista publicada en el número de octubre de 2022 de la revista Foco Sur).