El resultado de las elecciones europeas ha confirmado algo que se veía venir: el descalabro del llamado bipartidismo, que por primera vez no llega, en su conjunto, al 50% de los votos. Por mucho que Arias Cañete cantase victoria por haber obtenido un diputado más que el PSOE, la realidad es la que es: el PP pierde ocho diputados y los socialistas, nueve. No hay victoria del PP, sino derrumbe más pronunciado en su histórico rival. El único partido con motivos para la celebración es Podemos, una formación con apenas cuatro meses de vida, tiempo suficiente para adelantar a UPyD y acercarse a un solo diputado de IU; dos partidos, estos, que también suben en votos pero a un ritmo mucho menor.
Que la gente está más que harta de populares y socialistas se sabe a poco que uno preste atención a sus círculos, más o menos amplios, en conversaciones informales o más serias; o con que se acerque a manifestaciones, se informe en condiciones de los resultados de iniciativas como las marchas de la dignidad del pasado mes de marzo, o, incluso, esté atento a los canales de información de hoy, que aunque no son la realidad, sí que en ocasiones son un reflejo de esta. Lo que pocos esperaban es que este desencanto se manifestase de la forma que lo ha hecho, con la irrupción del joven partido del politólogo y tertuliano Pablo Iglesias. Un partido que recoge buena parte del espíritu del 15M, con sus asambleas y apertura a la participación ciudadana, se sea o no miembro del partido, y que ha manejado como nadie los nuevos canales de difusión para transmitir la ilusión a una gente cansada de ceder ante el poder de los mercados y del establishment político, con especial buena acogida en entornos universitarios.
Acusados sus candidatos de populismo por arengar a rebelarse contra “la casta” política y económica listando lo que quieren cambiar pero no tanto el cómo conseguirlo (como si los discursos de PP, PSOE y demás fueran una maravillosa colección de propuestas; y en cualquier caso, ahí está su programa, elegido por todo ciudadano que haya querido participar en su elaboración), al final Podemos ha entrado en el panorama político arrollando: de todas las formaciones nuevas, es la única que entra en el Parlamento Europeo y como cuarta fuerza política. Incluso en algunas provincias y Comunidades, como Madrid, solo ha quedado detrás de PP y PSOE.
¿Significa esto que el fin del bipartidismo ha llegado y es ya la hora de la renovación de partidos? No necesariamente. Las elecciones europeas no son las generales (ni las municipales ni las autonómicas) y aunque se han hecho equivalencias muy trabajadas con estos resultados si se hubiesen dado en unas generales, habría que ver si el voto se hubiese repartido igual y si la abstención hubiese sido la misma. Si se repitiese, tendríamos un arco de partidos de lo más variado, con Gobierno necesario de coalición entre más de cuatro grupos. Salvo que hubiese pacto PP-PSOE, claro está.
A nivel regional, destaca el éxito de ERC en Cataluña, que se convierte en la fuerza más votada y entra en el Parlamento. En la otra cara de la Luna, la oculta, el Partido Andalucista apenas logra superar a Vox y queda por debajo de Ciudadanos, sin llegar al 2% de los votos en Andalucía. El caso de esta Comunidad puede servir como pista de que los partidarios de la renovación de partidos no tienen aun motivos para la fiesta. Aquí el PSOE de Susana Díaz aumenta su ventaja con el PP, resultado sin el cual la debacle socialista a nivel nacional habría sido histórica. Casualmente, o no, en Andalucía la abstención ha sido superior a la media, con un 56,90%.
Y es que por mucho que algunos quieran soñar tirando de deseos más que de realidad, a poco criterio que se tenga queda claro que no votar solo sirve para afianzar al poder establecido o, como en Francia, para dar vía libre a propuestas neofascistas como la de Marine Le Pen, vencedora de las elecciones en el país vecino. Un problema este que ha sido recurrente en Europa, con un auge de la ultraderecha en países como Dinamarca, Austria, Reino Unido o Croacia. En España, donde la participación superó a la de la anterior convocatoria y se situó por encima de la media europea de estas elecciones, ha ocurrido el efecto contrario y aporta más a las agrupaciones de izquierda que a las conservadoras, sin espacio para opciones ultra.
Ante este panorama, ahora toca comprobar que los nuevos, como Podemos, cumplen con lo prometido y estar atentos a los inminentes movimientos del PSOE tras la retirada de Rubalcaba y, posiblemente con su calma habitual, del PP. En menos de un año hay elecciones municipales y autonómicas y en año y medio, generales. Y Pablo Iglesias, ajeno a triunfalismos (al conocerse los resultados, habían ganado todos, hasta Rosa Díez, con la excepción de una Elena Valenciano que no tenía excusa a la que agarrarse), ya ha dicho que no han conseguido el objetivo, que no es otro que superar al bipartidismo en las urnas. Se presenta un curioso futuro, sí.
(Foto de Luis Morello).
Publicado en SecretOlivo.
Información Bitacoras.com
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