Hijo y nieto de cantaores, de la estirpe de los Pirri, Cristo Heredia es una de las voces que sobresalen en el panorama flamenco actual, no solo el almeriense. Ha trabajado con maestros como El Niño Josele o La Lupe y, ahora, busca aprovechar mejor el flamenco para el turismo mientras trabaja para adaptar al flamenco los poemas de Julio Alfredo Egea.
¿Cómo fueron tus inicios en el flamenco?
Yo soy nieto del cantaor Juan el Pirri y mi padre es Juan Heredia el Hércules, cantaor y compositor. Para nosotros, el flamenco es nuestra forma de vida. Nosotros somos flamencos en el sentido de que nuestra música es el flamenco y nuestros valores son flamencos. Lo mamamos de forma natural desde el nacimiento. Mi sobrinito Hércules, que tiene 16 meses, lleva bailando y moviendo las manos y haciendo como que canta desde los seis meses, porque es lo que se mama en casa.
Y viendo que sabías cantar, no te planteabas otra opción que el flamenco…
Claro, pero aunque nuestra música, la que nos acompaña en nuestras fiestas y celebraciones, mayormente es el flamenco, en casa se escucha a Pancho Céspedes, a Luis Miguel, a Diego el Cigala desde antes de ‘Lágrimas negras’, a Moncho, un gitano que cantaba boleros como nadie… Nosotros estamos iniciados en el mundo del bolero desde antes de ‘Lágrimas negras’. Escuchamos también a Astor Piazzolla, a Mercedes Sosa, la música argentina.
No estáis en la línea de defender la ‘pureza’ del flamenco entonces…
Yo recuerdo haber visto entrevistas al Tío Borrico de Jerez, en los años sesenta o setenta, y decir ya en aquella época que ya no había flamenco, que el flamenco era lo de antes… ¿Hasta cuándo nos tendríamos que remontar para que el flamenco fuera puro? El flamenco es mestizaje, nace de la unión de las culturas. A mí me hace mucha gracia cuando hablan de pureza. El flamenco tiene ritmos árabes, melismas musicales árabes, acompañamientos indopaquistaníes, ritmos africanos como el cuatro por cuatro, el toque de la creación y la forma de interpretación del gitano, y luego lo mezcla con el romancero castellano español, porque lo primero que se aflamenca son los romances medievales. ¿Cuál es la fuente única de la que la cosa nace flamenca y se mantiene pura durante el resto de los días?
Además, el flamenco se ha mezclado muy fácilmente con otros estilos musicales…
Con todo, pero lo que es difícil es coger una guitarra y una voz y transmitir… Y hay músicas con las que el flamenco pierde a la hora de mezclarse. El flamenco se engrandece cuando lo mezclas con músicas con alma. Pero hay músicas, por la composición de las letras, las formas interpretativas que utilizan, con las que el flamenco decrece. El flamenco-reggaetón es una aberración. O cuando se mezcla con el death metal no gana nada. Pero yo no soy purista, he cantado flamenco con bolero, participé en un grupo en el que estaba el concejal de Cultura, Diego Cruz, la bailaora Ana Alonso, Antonio Luis López, que era El Quejío del Soul, en el que mezclábamos soul con flamenco, cantábamos ‘Georgia on my mind’ por bulerías.
¿Quiénes son tus referentes musicales?
Mis mayores ídolos y referentes son Camarón, por lo que significa, y mi abuelo, Juan el Pirri, porque es la primera noción que tengo del flamenco. Yo recuerdo, con cinco o seis años, verlo con su trajecico, su barba y su sombrero, llevando un portatrajes con otro traje. ¿Abuelo, dónde vas? Pues mira, al Festival de tal sitio. O voy a coger el avión que me voy a Francia, que tengo una gira allí. Eso es lo que me incita a meterme en el mundo del flamenco. De hecho, el primer taranto que canté me lo había enseñado mi abuelo Juan. Yo he admirado mucho a Juan Gómez, que en paz descanse, a Pepe Sorroche, al maestro Tomatito… Pero mi abuelo Juan y Camarón de la Isla son mis referentes.
Has trabajado con grandes como El Niño Josele. ¿Qué momentos de tu trayectoria destacas?
La compañía del Niño Josele es con la que más he trabajado a nivel nacional e internacional. Yo he participado también en eventos de jazz nacionales e internacionales, con el disco ‘Española’ o con ‘El mar de mi ventana’. Y gracias al Niño Josele he tenido la oportunidad de vivir esas experiencias y poder decir que he trabajado con Alain Pérez, con Israel Suárez Piraña, con Alfonso Losa, con Juan de Juan, con Antonio Serrano, con bestialidades del flamenco y de la música. He trabajado menos, pero también lo hecho, con la compañía de La Lupe. He tenido la oportunidad de trabajar en grandísimos festivales como el Festival Internacional de Nuevo México, en Alburquerque, en el Festival de Jerez, en la Bienal de Flamenco de Sevilla. Y a título personal, he dado recitales en la Cátedra de Flamencología Félix Grande en Madrid, en el Festival de Bankia y soy uno de los cantaores más jóvenes que ha pasado por el San Juan Evangelista, el Johnny, con 17 años. Y luego saqué mi disco ‘Almeraya’ en 2017, que me ha dado muchas alegrías. Y también el cante para el baile, yo tengo compañeros del baile que son prácticamente hermanos.
¿Qué tiene que tener un cantaor para destacar?
Muchas cosas. Hay gente que es verdadera privilegiada por la capacidad de sonoridad, control, afinación, los graves, que es lo más difícil del mundo… son portentos. Luego está la afinación, que es una cualidad muy importante, el conocimiento y también la transmisión a nivel interpretativo. Ya lo dijo Camarón, “el flamenco es transmitir o transmitir”. Si transmites, eres buen cantaor de flamenco.
¿Ser gitano aporta un plus al flamenco?
Ser gitano lo que te aporta es que tengas una forma interpretativa gitana a la hora de cantar, pero por muy gitano que seas, si no trabajas ocho horas, si no estudias, si no tienes afinación de oído y de garganta, si no te cuidas la voz, te subes al escenario y no funciona la cosa. Pero si eres como José Mercé, que es gitano, se cuida la voz y no deja de estudiar y de aprender cosas nuevas, sí es un hecho diferenciador que sea gitano, porque la sonoridad de la garganta del gitano es la que es.
(Entrevista publicada en el número de julio de 2023 de la revista Foco Sur).


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