Poeta, dramaturgo, actor, Julio Béjar es una de las mentes más inquietas de la cultura almeriense. A sus 32 años, acumula un bagaje con hitos como la fundación del colectivo La Confluencia, con obras representadas en ciudades como Madrid, Málaga y Sevilla. Ahora, ha entrado a formar parte del elenco de ‘Adiós, Arturo’, de La Cubana, que se podrá ver hasta abril en Madrid, mientras sigue desarrollando sus proyectos más personales.
¿Cómo ha surgido la relación con La Cubana?
Cuando ‘Adiós, Arturo’ llega a El Ejido, desde la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento me comunican que están buscando actores de aquí. Es una línea habitual del trabajo de La Cubana, no solo hacer partícipe al público, sino también integrar en el reparto a actores de la tierra. Además, que es muy interesante, les preguntan dudas sobre la obra, porque la actualizan. Si van a Córdoba, hablan del salmorejo; en Murcia, de la huertica; y en Almería, de la sandía, los tomates y los pimientos. Y sobre todo, expresiones. Me flipó trabajar con ellos. Luego me enteré de que iban a estar con la misma obra en Madrid, me propuse y como les gustó lo que hice en El Ejido, me han contratado para seguir con la obra, en el Teatro Calderón de octubre a abril de 2020. Muy contento, es una compañía para aprender muchísimo. Es teatro comercial, pero a la gente que nos encanta el teatro, nos gusta todo el teatro.
Este verano has hecho ‘Antes todo esto era vega’, que une poesía y humor. ¿Son compatibles?
La poesía tiene la imagen de que es algo de señores mayores con pipa, abrigo, bigote, que se gustan mucho a sí mismos y que leen en recitales con la voz engolada. Y eso es un tipo de poesía. Pero tanto Jesús Herrera como yo entendemos la poesía desde un prisma de humor y emoción. El humor puede llevar a la emoción y conducir a la reflexión. Así que, ¿por qué no hacer un espectáculo donde haya textos poéticos, sketches cómicos y, sobre todo, gran participación del público? El teatro tiene que competir con Amazon, con el cine, con el fútbol, con mogollón de cosas a través de una pantalla. Entonces, ¿por qué no convertir la gran diferencia del teatro respecto a los demás, que es la presencia? La obra nace cuando me entero de que uno de mis actores fetiches, Jesús Herrera, está en paro. Quedamos para pensar en montar algo. Jesús tiene la tendencia a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. A mí se me cruzó la frase «antes todo esto era vega…». Antes, todo esto era un vergel y todo el mundo era feliz.
En esta línea de mezclar artes, fundaste La Confluencia, en la que hacíais obras uniendo teatro, música, danza, poesía…
La Confluencia nace por un proyecto, ‘Mudanzas’. Primero había publicado ‘Manual de uso para mudanzas’, y hablando con mi amigo Chencho Nzo, le dije que quería llevar algunos de los poemas al escenario, pero no el típico recital aburrido, ni tampoco algo abstracto, lo que ahora se llama ‘spoken word’. Pensamos en mezclar lenguajes escénicos, la poesía con la música en directo, la pintura y la danza. Así nació, con Leticia Valle bailando, Chencho haciendo la música, Caroline Muller con la escenografía y yo haciendo de rapsoda. Y Dani Ortega, que se encargaba de la parte audiovisual. Estuvimos en Granada dos veces, en Málaga, en Murcia, en Sevilla, en Almería. La Confluencia no era una compañía, era un colectivo escénico, había mucha horizontalidad. Luego Ascensión Rodríguez vio ‘Mudanzas’ y nos propuso mantener ese lenguaje con poemas del libro de Fernando Beltrán ‘Mujeres encontradas’. Lo presentamos en el Festival de El Ejido y luego lo estrenamos en Madrid, en la sala Conde Duque, en el festival Ellas Crean. Después, yo me fui a Francia, donde estuve unos años trabajando, y de ahí salté a Madrid. Al irme, entró Jesús Herrera, y montaron ‘N-392 Camille Claudel’, a partir de un texto de Germán Jiménez. Y después, ‘Antígona a contratiempo’, ‘A pie de danza’ y este año la obra sobre Concha Robles, ‘Nunca en silencio’. Han continuado con una línea concreta, con mucha temática de mujer, de feminismo, más dramática.
¿Y ahora, qué proyectos tienes?
En Madrid, he fundado otra compañía, Ardiles Company, con gente de Almería, una bailarina que se llama Olga Magaña y una chica que hace música, Albertina Barceló. El primer montaje es ‘Patria cenizas’, que hemos estrenado en la Alcazaba. Trata sobre el conflicto de los orígenes y el desarraigo. Ahora estoy cerrando un libro de poemas, pero sobre todo estoy centrado en el teatro. Voy a representar tres textos en Madrid. Primero, una residencia de un mes en la sala La Guindalera para estrenar, a principios de diciembre, ‘8.56’, una obra inspirada en un salto de Yago Lamela. Luego, en febrero y marzo, mi trabajo fin de carrera de la RESAD, ‘Bravo’, sobre un hijo que quiere cumplir la última voluntad de su padre, ir a concursar a ‘Pasapalabra’. Y en mayo, ‘Patria cenizas’, posiblemente en la sala Nave 73.
Además, también das clases, y acabas de hacer un taller de guion. ¿Qué tal es esa experiencia de enseñar a crear?
El taller, ‘Qué conflicto ni qué conflicto’, ha sido intensivo, en tres sesiones de cuatro horas cada una. En dramaturgia, el conflicto no deja de ser otra cosa que ‘la mierda’. El dramaturgo tiene que ir a la mierda, al tabú, es el buscamierdas, que dice lo que no se atreve la sociedad a decir. En ‘Antígona’, «aunque mi hermano sea un traidor, se merece ser enterrado». En ‘El pequeño pony’, de Paco Bezerra, cuando la madre dice «me avergüenzo de mi hijo». Aquello que la sociedad no se atreve a decir, una buena obra de teatro tiene que atreverse. Y una buena obra de teatro es un lugar donde ir a escuchar a gente que piense de forma diferente a ti. Eso es lo que hemos trabajado en el taller.
¿Cómo ves el panorama cultural almeriense?
Igual que siempre. Está como está. Sí he notado un repunte en centros formativos, con la escuela de arte dramático del Cervantes, la EMMA dando talleres, la salita Artenvacío… Me alegro, porque antes la gente que quería hacer un curso o un taller tenía que irse a Granada, a Murcia o a Madrid. Pero en otros aspectos no ha cambiado. Los espacios alternativos, como La Guajira, LaOficina o Clasijazz, siguen manteniendo su línea de programación. Almería es principalmente una ciudad musical. A nivel teatral, fue una pena el cierre del Microteatro, porque era un semillero y podría haber brotado en otra cosa más grande. En Almería hay tantas cosas por hacer, que es un buen sitio para poner en marcha un proyecto, porque es una ciudad muy agradecida y en el momento que montes algo, vas a recibir respuesta.
(Entrevista publicada en el número de diciembre de 2019 de la revista Foco Sur).
[…] titánica, fundamental y muy valiosa. Luego hay gente que produce teatro, que hace teatro, que escribe teatro, dando lugar a cosas muy […]
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