Trece años después de que se diera el primer paso, el Castillo de Vélez-Blanco afronta la última etapa antes de llegar a una meta reivindicada por sus vecinos y quienes se preocupan por la protección del patrimonio histórico y cultural en la provincia: la reconstrucción del Patio de Honor, vendido hace más de un siglo a un coleccionista francés y expuesto en la actualidad en el Metropolitan Museum de Nueva York.
El trayecto comenzó en 2005, con la adquisición del castillo por parte de la Junta de Andalucía y ahora, con la adjudicación del contrato de redacción del proyecto el pasado enero, que el ganador, Pedro Salmerón, deberá tener listo en abril, el objetivo de poder tener esta joya del Renacimiento completa está más cerca de cumplirse.
Esta reconstrucción para conseguir tener el Castillo de los Fajardo completo es una aspiración de años, con actuaciones de mayor o menor calado desde los sesenta, y un paso decisivo para el impulso turístico y cultural del municipio, la comarca y la provincia. Porque el monumento, declarado Monumento Nacional en 1931, es una joya única, que remite a una época, durante el siglo XVI, en la que Los Vélez era uno de los centros de poder.
El Castillo de Vélez Blanco se construyó entre 1506 y 1515, por iniciativa de Pedro Fajardo, el primer marqués de los Fajardo, sobre una antigua alcazaba musulmana. Allí levanta un castillo-palacio, «un símbolo de poder de un señorío territorial muy importante, uno de los mayores del Reino de Granada», según cuenta Dietmar Roth, historiador y teniente de alcalde de Vélez Blanco, a Foco Sur. Roth añade que «cuando se construye este castillo es para dejar constancia de que es el palacio de un Estado dentro de un Estado».
El castillo tenía su función también como emisor de un mensaje: que Pedro Fajardo había elegido Vélez-Blanco como capital de un señorío que se extendía por las actuales provincias de Almería y Murcia, y había establecido allí su corte. Una corte que, además, según recuerda Roth, «fue una de las primeras cortes renacentistas que tenemos en España, junto con la de la familia Mendoza, que tienen el Castillo de Calahorra; es su rival, tanto en lo político e histórico como en lo arquitectónico». El resultado de esta rivalidad fue que estos «son los dos castillos de referencia en el sureste de España».
El castillo tiene la particularidad de que, aunque visto desde fuera parece la típica fortaleza, en su interior está diseñado y construido como un palacio, ya que lo que Fajardo buscaba era un símbolo de su poder e influencia en la zona.
Tras la muerte de Pedro Fajardo en 1546, su hijo Luis hereda el señorío y el título de marqués, y se traslada a vivir al Castillo de Vélez Blanco. Al llegar, descubrió las deudas que había dejado su padre, quien a pesar de las grandes ganancias que le proporcionaba el señorío, llevaba un nivel de gastos elevado. Debido a estas deudas, que el heredero se negaba a pagar, se tuvo que hacer un inventario de bienes, gracias al cual se conocen en la actualidad todas las posesiones de valor que había en el castillo.
Cuando fallece Luis Fajardo, en 1574, el Castillo de Vélez Blanco despide a su último residente fijo, ya que sus sucesores solo lo usarán de forma esporádica. Al igual que su padre, deja una deuda que había aumentado debido a los gastos de la guerra de las Alpujarras, en la que había participado con su ejército, y al descenso de ingresos tras la expulsión de los moriscos.
Con el paso de los años, el castillo sufrió cierto abandono, hasta que en el siglo XVIII se permite que se usen sus materiales para la construcción de otros edificios de la zona. Por ejemplo, los cañones de bronce se fundieron para forjar las campanas de la iglesia de Vélez Blanco. Poco a poco, el castillo se va deteriorando, con expolios como el sufrido durante la invasión francesa del siglo XIX, hasta el punto de que llega a ser utilizado por indigentes como refugio.
Decadencia y expolio
Pero el culmen de la decadencia del Castillo de los Fajardo llega con el siglo XX, cuando coleccionistas de arte ponen el ojo en la fortaleza-palacio de Vélez Blanco y su dueño por entonces, el Marqués de Medina Sidonia, comienza a aceptar ofertas por partes de él. Así, vende los elementos decorativos del Patio de Honor a un decorador francés, Goldberg, en 1904, y las columnas, ventanas y puertas esculpidas en mármol, entre otros elementos, viajan a Marsella. Además de los elementos decorativos del Patio de Honor, el marqués de Medina Sidonia también se desprende de los frisos y una puerta de bronce.
En 1913, el Patio de Honor del castillo se traslada a Nueva York, tras comprarlo el banquero George Blumenthal, que lo quería para decorar su casa en una época en la que el arte renacentista estaba muy de moda en Estados Unidos. Años después, Blumenthal acabará donándolo al Metropolitan Museum, del que era entonces presidente, junto a otras obras de arte. Allí se exhiben desde 1964, en una disposición adaptada al espacio y que, por lo tanto, no coincide con la original.
Recuperar el esplendor
Con el Patio de Honor ya en Nueva York y los frisos en Francia, el Castillo de los Fajardo es declarado Monumento Nacional, en 1931, aunque esto no evita que continúe su deterioro. Hasta que, en los años sesenta, se realizan las primeras intervenciones encaminadas a restaurarlo. El arquitecto Francisco Prieto Moreno se encargará de diseñar los trabajos de rehabilitación, junto a su hijo. Entre otras intervenciones, que se prolongan hasta inicios de los años ochenta, se construye la rampa de acceso y se hacen tareas de desescombro.
En 1982, los arquitectos Juan Antonio Molina Serrano y Juan Antonio Sánchez Morales se hacen con la dirección de las obras de restauración. Ellos se encargarán de la restauración de la Torre del Homenaje y del Patio de Honor. Las obras de este último se desarrollan entre 1994 y 1998, con la intención de que el castillo sea accesible a turistas y que se puedan realizar actividades culturales en él. Esta restauración recupera los volúmenes originales del patio y las habitaciones anexas, pero no sus elementos ornamentales. Para ello, la Administración pública tuvo que dar un paso decisivo.
Desde 1989, la Junta de Andalucía había invertido más de 600.000 euros en estos trabajos de reconstrucción. Por ejemplo, las obras de la Torre del Homenaje costaron 280.712,31 euros y las del Patio de Honor, 359.098,85 euros. Toda esta inversión, con los dueños desentendiéndose de mantener el castillo en condiciones, hace que se plantee la compra y, ya en el siglo XXI, en 2005, el Castillo de los Fajardo pasa a titularidad pública, tras adquirirlo la Junta de Andalucía por 3 millones de euros con el objetivo de iniciar la reconstrucción del Patio de Honor, entre otras intervenciones.
Hasta 2013, la Consejería de Cultura ha invertido 3.974.275,16 euros en el Castillo de los Fajardo, incluyendo el precio de compra. De todas las intervenciones desde la adquisición, una de las más relevantes hasta ahora había sido el escaneo del Patio de Honor en el Metropolitan Museum de Nueva York. Fue el primer paso de cara a su reconstrucción, aunque la crisis ha prolongado el proceso durante una década.
Reconstrucción del Patio de Honor
Con la adjudicación del contrato de redacción del proyecto, la reconstrucción del Patio de Honor del Castillo de los Fajardo está más cerca que nunca. En el acto de la firma de esta adjudicación, Miguel Ángel Tortosa, delegado territorial de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo, aseguraba que el Gobierno andaluz se está asegurando de que «la reproducción del patio sea la mejor posible desde el punto de vista histórico y patrimonial». Para esta reconstrucción, se va a colaborar con la marca Mármol Macael. Precisamente, la marca se presentó de forma oficial a nivel internacional hace un año, en un acto que tuvo lugar dentro del Patio de Honor del castillo expuesto en el Metropolitan Museum de Nueva York.
En la presentación, Tortosa adelantaba que una vez que el arquitecto Pedro Salmerón, encargado de la redacción del proyecto, entregue este, se podrá calcular el coste de la obra y llevar a cabo la licitación. La redacción, que se ha adjudicado por 121.217 euros tras aprobar la propuesta una comisión integrada por las Delegaciones Territoriales de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo y de Cultura, Turismo y Deporte, el Ayuntamiento de Vélez Blanco y la Asociación de Empresarios del Mármol, tiene que estar lista en tres meses, que se cumplen en abril de este año. El encargado de realizarla, Pedro Salmerón, es un reconocido arquitecto granadino especializado en la rehabilitación del patrimonio arquitectónico andaluz. Entre otras obras, se ha encargado de varias intervenciones en la Alhambra y, asimismo, realizó la rehabilitación de la ermita de San Juan en la Alcazaba.
En total, la inversión de la Consejería de Empleo, Empresa y Comercio en esta reconstrucción será de 1.130.000 euros, lo que hará ascender la inversión pública andaluza en el Castillo de Vélez Blanco por encima de los 5 millones. Una inversión que se justifica por los valores culturales y patrimoniales del castillo, pero que también cuenta con una componente turística, como confirma Alfredo Valdivia, delegado territorial de Cultura, Turismo y Deporte. «Contar con esta joya renacentista es una apuesta por el turismo cultural, una apuesta que este año ha tenido muchísimo éxito en FITUR y de la que Andalucía hace gala, al que se le ha unido el turismo de naturaleza, algo que también tiene Los Vélez, o el turismo gastronómico», explica. Con el Parque Natural de Sierra María- Los Vélez, el cordero segureño como punta de lanza de una variada oferta gastronómica y el castillo se «conforma una oferta turística en la que la reconstrucción del Patio de Honor y el resto de la inversión de la Junta de Andalucía va a suponer un espaldarazo», añade Valdivia.
En la misma línea, Dietmar Roth asegura que «como proyecto turístico, es de primera importancia. Tener o no tener la reconstrucción del patio es un elemento diferenciador de primer orden», y recuerda que la reconstrucción «no solo repercute en el pueblo de Vélez Blanco, también en toda la comarca de Los Vélez y en la provincia de Almería, porque es uno de los monumentos de referencia». Para el teniente de alcalde del municipio, la clave va a estar en combinar turismo cultural y turismo de naturaleza, teniendo además en cuenta que el pueblo es, junto al vecino Vélez Rubio, el único de la provincia que es Conjunto Histórico Artístico. Así, explica, en la zona «se conjugan un montón de elementos y recursos que redundan en el desarrollo sostenible y que demuestran que es posible crear riqueza y bienestar para la población local en base a la naturaleza y la cultura».
Objetivo: frisos y biblioteca
La reconstrucción del Patio de Honor del Castillo de los Fajardo no va a ser la última intervención, si los planes marchan según lo previsto. Además, se está barajando hacer la misma operación con los frisos, que hoy están repartidos entre París y Castres, en Francia, y digitalizar la biblioteca del marqués, una de las más importantes de la época, con unos 1200 libros, que está hoy en día en El Escorial. «Estas reproducciones permitirían recuperar una de las Cortes Renacentistas más importantes que teníamos en España», explica Roth, que no obstante advierte de que aun son planes que se están estudiando en fase inicial, para ver si es posible llevarlos a cabo.
Los frisos fueron, según recuerda el historiador y teniente de alcalde, el detonador de la compra del castillo por parte de la Junta. Cuando se anunció un plan de traer en exposición los frisos del castillo, se planteó como sede de esa muestra Almería capital, algo que no hizo mucha gracia a los vecinos de Vélez Blanco, que pretendían que se hiciese en el castillo al que habían pertenecido. Pero el castillo «no reunía las condiciones», rememora Roth, «y no se podían hacer más inversiones públicas, porque ya se habían hecho un montón, mientras que el dueño no hacía nada».
Con el Castillo de los Fajardo completo de nuevo, se potenciarán también las actividades que ya se están realizando allí, como el Festival de Música Renacentista y Barroca, uno de los más importantes de su clase en España, que lleva 16 ediciones y celebra en el castillo buena parte de los eventos que programa. O las visitas teatralizadas al castillo y las recreaciones históricas, que hacen que Vélez Blanco viaje en el tiempo a la época en la que era uno de los centros neurálgicos del poder.
Castillo de Vélez Blanco: arte, poder e historia
Pedro Fajardo, primer marqués de los Fajardo, encargó la construcción del Castillo de Vélez Blanco en 1505, sobre una antigua alcazaba musulmana semiderruida que había comprado su padre, Juan Chacón, adelantado de Murcia. Al morir este, en 1503, su hijo, que permanecía en la Corte, heredó el cargo pero fue obligado por la reina Isabel la Católica a cambiar Cartagena, donde estaba ubicado, por Los Vélez y Cuevas del Almanzora. Además, Juan Chacón había comprado al marqués de Nájera, en 1495, tras la Reconquista, los pueblos de Albox, Arboleas, Albanchez y Benitagla. Su segunda esposa los heredó, pero en 1515 los acabó comprando Pedro Fajardo, según explica el historiador Dietmar Roth, teniente de alcalde de Vélez Blanco, en el artículo ‘Vivir noblemente. Vélez Blanco: corte de los Fajardo en la época del primer y segundo marqués’. Pedro Fajardo, tras la permuta de localidades, decide establecer la sede de su señorío en Vélez Blanco, y pronto comienza la construcción del castillo, para lo que tiene que engañar a los Reyes.
Para evitar que los nobles acumularan demasiado poder y riqueza como para que se plantearan enfrentarse a la Corona, estaba prohibido levantar nuevas fortalezas. Pedro Fajardo soluciona este problema diciendo que lo que está haciendo es rehabilitar la antigua alcazaba. Pero, en realidad, está construyendo el castillo que le servirá de vivienda, siguiendo el estilo del Castillo de la Calahorra, de la familia Mendoza, rival de los Fajardo por el poder e influencia en la zona sureste del Reino. De la alcazaba apenas deja unos lienzos de muralla y un aljibe bajo el patio.
Como relata Roth en su artículo, en el mismo 1505, Pedro Fajardo, «caballero de la orden de Santiago», había sido nombrado comendador de Caravaca, un cargo que «le proporcionaba pingües ingresos y el poder simbólico del linaje se vio reforzado gracias a la custodia de la Vera Cruz». Los Fajardo, por tanto, querían tener un símbolo de su poder, papel reservado para el castillo-palacio.
Para mantener el poder, era necesario asegurarse unos ingresos por los impuestos cobrados a los habitantes de su señorío, en el que su familia era la única noble. Pero el levantamiento de las Alpujarras de 1500 (que junto a su padre, él ayudó a mitigar), la sequía y enfermedades como la peste habían dejado la población de toda su zona en unos 500 vecinos, así que emprendió una campaña para atraer nuevos, proporcionando tierras y solares a quienes se comprometiesen a asentarse allí durante al menos diez años. Para 1533, la población ya era de 1231 vecinos, el segundo señorío más poblado del Reino de Murcia, tras el de la Orden de Santiago, según recoge Roth en su artículo.
Con el hijo de Pedro, Luis, ya al frente del marquesado, estos vecinos se rebelan y denuncian abusos como «obligarles a llevar una carga de paja y otra de leña cada año, coger sus caballerías enviarlas a Madrid y otros sitios; meterles a sus criados y visitantes en casas de los vecinos; llevarlos a trabajar a los castillos y otros edificios; enviarlos a Madrid, Granada y otros sitios; encabezarles por las alcabalas; adehesar los pastos comunes; obligarles a cocer el pan en su horno; prohibir ensanchar sus fincas sin merced del marqués y pagar por ello; impedir meter el ganado en los rastrojos; obligar a llevar los diezmos a la tazmía en la villa en vez de acarrearlos desde los distintos pagos a costa del marqués; hacerles pagar el diezmo del ganado por San Miguel y Todos Santos para que tuviera más valor; prohibirles cortar madera ni leña verde; impedir vender su ganado si no fuera a personas de su confianza y otras vejaciones más», según desgrana Roth en su artículo.
Su gestión de este problema fue apoyarse en los que le eran leales, pero acabó siendo un problema ya que «la concesión de abundantes mercedes de tierra a los fieles a su causa provocaron en mayo de 1568 una rebelión de parte de la comunidad cristianovieja de Vélez Blanco, conflicto que sólo terminaría con el estallido de la segunda Guerra de las Alpujarras», en la navidad de este mismo año. Fajardo decidió por su cuenta sumarse a las fuerzas que repelieron la rebelión y permanece en la zona durante un año. En este tiempo, recuerda Roth, Vélez Blanco ejerció de mercado de esclavos, donde se vendía a los presos de batallas como la de Ohanes, la mayor parte mujeres y niños.
(Reportaje publicado en el número de marzo de 2018 de la revista ‘Foco Sur’).