Una trama clásica en la historia del cómic es la de los viajes en el tiempo. De momento, que sepamos, no es posible hacerlo si no es mediante la imaginación o tirando de memoria. Así que vamos a utilizar un poquito de ambas para situarnos en 1962, un año clave en la historia del cómic, que marcó, como suele ocurrir en las historias narradas en viñetas, un antes y un después a partir del cual ya nada sería igual.
Tres años antes de ese 1962, había nacido en Francia la revista Pilote. La intención de sus editores era la de atraer al público adulto a un producto considerado entonces de consumo exclusivo para niños. Aunque hubiera algunos ejemplos de narrativas complejas y temáticas que, posiblemente, escapaban al entendimiento total del supuesto pequeño lector. Por aquella época, resumiendo mucho la historia para no cansar, el cómic se dividía en superhéroes y tiras de prensa. Al menos, el más famoso y vendido. Sobre todo, si incluimos como superhéroes no ya solo a los Superman, Batman y demás referentes de DC Comics, que por entonces llevaban ya un par de décadas salvando al mundo de desastres de lo más variado, sino también a personajes como El Hombre Enmascarado y Doc Savage. Podemos decir que el paradigma era el del héroe solitario, a veces con un joven escudero a lo Robin, que sacrifica su existencia en beneficio del bienestar común. Este arquetipo se daba incluso en algunas de las tiras de prensa más importantes, como The Spirit, de Will Eisner.
Todos esos cómics podríamos etiquetarlos dentro del género de aventuras, con un héroe que, con más o menos dificultad y atravesando miles de peligros, acaba consiguiendo que el bien triunfe. Con incursiones, por supuesto, en la ciencia-ficción o el policíaco. Eso, hasta la revolución del cómic europeo de los 60, del que sería un precedente la revista Pilote, cuna entre otros de Astérix. Ah, pero esa es una historia para críos, ¿no?, dirán algunos. Bueno, yo, de niño, lo leía tan contento, pero no pillaba ninguna referencia política o cultural, o casi ninguna, como las aun actuales a la situación de conflicto permanente en Oriente Medio.
La cosa comenzaba a dar un pequeño giro, la ironía y el guiño a los padres del presunto lector podía conseguir, como así fue, que esos padres compraran la revista incluso para leerla ellos. Pero se mantenía intacta una premisa: el bueno es el bueno. Aunque, como en el caso de Astérix, recurriese al dóping para lograr sus propósitos. Eso fue así hasta la publicación de tres obras que ahora cumplen 50 años: Zarpa de Acero y Modesty Blaise en Reino Unido y Diabolik en Italia.
El mismo año en que los Beatles revolucionaron el rock y, de paso, la industria musical, el cómic vivió dos eventos que acabarían por marcar gran parte de la producción futura del medio. Por un lado, la creación de Spiderman, entre otros personajes surgidos de la imaginación de Stan Lee, Steve Ditko y, sobre todo, Jack Kirby, con el consiguiente salto a primera línea del cómic de superhéroes de Marvel. Por otro, la consolidación del antihéroe como protagonista de la historia: el malo que acaba siendo bueno a su pesar o que directamente lucha contra las fuerzas del orden.
Zarpa de Acero venía a ser la respuesta británica al superhéroe americano. Tiene varias premisas del género: un accidente de laboratorio, una tecnología que aun hoy no se ha desarrollado y consecuencias no previstas a causa de la mezcla de ambos. Así, un anodino ayudante de laboratorio pierde la mano en un accidente de trabajo, los científicos con los que trabaja la sustituyen por otra de acero experimental y una explosión en el laboratorio, lleno de química dispuesta a hacer de las suyas, le hace desaparecer. Es dado por muerto pero en realidad se ha vuelto invisible… Invisible, excepto la mano de acero. Además, su cuerpo queda cargado de energía eléctrica que puede canalizar a voluntad a través de esa mano.

Ha nacido Zarpa de Acero. Como buen ser humano, hace caso de su primer instinto ante el poder adquirido y, así, Zarpa de Acero comienza una carrera criminal. Hasta que esta adquiere tal nivel de éxito que acaba siendo fichado por los servicios secretos para combatir las más diversas amenazas contra la humanidad. Publicadas dentro de la revista Valiant, de la editorial Fleetway, las historias de Zarpa de Acero fueron creadas por el guionista Ken Bulmer, que a los tres episodios fue sustituido por Tom Tully, y el dibujante español Jesús Blasco, que 20 años después sería el encargado de dar nueva vida a un clásico del cómic de aquí: el Capitán Trueno.
Otro dibujante español, Enric Badía Romero, estuvo involucrado en la que quizá sea la más conocida de estas tres obras: Modesty Blaise. Creada por Peter O’Donnell y Jim Holdaway en formato de tira de prensa, Modesty Blaise nace como un encargo muy concreto: hacer un James Bond que no sea James Bond. Como todos sabéis ya, el agente 007 acaba de cumplir 50 años de historia cinematográfica, el medio que traería fama a la creación del escritor Ian Fleming. En 1962 se había estrenado James Bond contra el Dr. No, con Sean Connery dando vida al famoso agente secreto y Ursula Andrews saliendo en biquini del mar. El género de espías, con sus trepidantes aventuras y desfile de chicas tremendas, estaba en auge. ¿Por qué no unirlo todo en uno? ¿Y si Ursula hiciese de James?
Con ese concepto en mente, guionista y dibujante ponen manos a la obra y en 1963 se publica la primera tira de esta reina del crimen retirada que, por aburrimiento, comienza a colaborar junto a su inseparable Willie Garvin con los servicios secretos británicos. La historia causa un shock. ¡Una chica de protagonista! ¡Un chico de escudero! Cada uno moviéndose con libertad absoluta, sin rendir cuentas a nadie, nada más que amigos, de igual a igual. Un sueño feminista en papel. Y por otro lado, nada feminista, un avance de lo que acabaría trayendo la década: cierto toque erótico, sutil si se quiere, comienza a impregnar las tiras.
Este toque iría subiendo de tono con la contratación de Badía a los lápices tras la repentina muerte de Holdaway en 1970. El español, que es el dibujante que más tiempo ha estado en la serie, fue cargando de sensualidad las historias, sin por ello perder el espíritu original del personaje. Un personaje icónico, al que se ha llevado al cine en varias ocasiones, con más bien poca fortuna.
El erotismo es una de las señas de identidad de Diabolik. Desde Italia, las hermanas Giussani también optaron por el antihéroe, aunque en este caso sin excusa redentora. El protagonista es aquí un genio del mal, un criminal maestro del disfraz al que no hay forma de detener. Secundado por su esposa, tiene en jaque a toda fuerza de seguridad imaginable. Las dos autoras dotaron a las historias de buenas dosis de violencia y erotismo, con cierto punto de sadismo. El éxito fue tal que aun hoy se editan sus aventuras.
El caso es que el éxito de estos cómics, la revolución que provocaron, generó una onda expansiva que se transmitió a lo largo de la década con la aparición de editoriales y revistas que ya tenían al adulto como público objetivo. Para estas editoriales y revistas, los autores más atrevidos y capaces crean historias que combinan aventuras y misterio por un lado, con tramas un poco más elaboradas que lo que venía siendo costumbre, en las que caben la crítica política más o menos suave y el erotismo, por otro. Modesty Blaise, por ejemplo, ya les había enseñado que siempre es buen momento para darse un baño o que no es raro que la gente aparezca en los momentos menos oportunos. Y además, con ese exceso de piel mostrada, el dibujante ahorraba un tiempo en elegir qué se iba a poner en esa viñeta su personaje…
Uno de los personajes que nacieron en este clima es Valentina, del italiano Guido Crepax. De nuevo una chica moderna de protagonista, inspirada visualmente en la actriz del Hollywood mudo Louise Brooks —famosa en los años 20 del siglo pasado por sus ideas feministas—, inmersa en aventuras de estilo policiaco, que el autor dirige exclusivamente a los adultos: tanto por la predisposición a desnudar a Valentina y hacerla protagonista de ensoñaciones bondage con incursiones surrealistas como por el tema recurrente, de corte sociológico, del control, que dada la época tiene incluso su referencia última en la política.

Otro personaje surgido en esa época es Corto Maltés, del también italiano Hugo Pratt. Posiblemente, el cómic más importante jamás creado, en cuanto a calidad literaria perfectamente integrada con la estética del dibujo se refiere. Podría ser lectura obligatoria en la ESO sin problemas. Aquí, el lector adulto es seducido no por los excesos de piel, sino por las tramas elaboradas, por los temas tratados y por el carisma del propio personaje, cuyos silencios tantas veces son más elocuentes que sus palabras.
La influencia de Zarpa de Acero, Modesty Blaise y Diabolik, como veis, ha llegado a ser cultural, estética o incluso sociológica. Y es tal que a día de hoy sigue ahí, latiendo. Uno de los genios del noveno arte, el escritor Alan Moore (el otro autor cuya obra podría ser lectura obligatoria, junto a Pratt), hizo un homenaje a Zarpa de Acero en su serie Capitán Britania e incluso lo resucitó para el público en Albion, una serie que Moore creó para la editorial americana Wildstorm en la que recuperaba antiguos personajes británicos y que escribió su hija. Y dos de sus historias más conocidas, Watchmen y, sobre todo, V de Vendetta, son claros ejemplos de cómics que dan la vuelta al género de superhéroes mediante la elección de protagonistas, a priori, del bando de los malos o, como poco, con las características prototípicas de héroe bastante subvertidas. Dos obras maestras, además.

Otro personaje icono del cómic adulto es, cómo no, el Teniente Blueberry. Publicado desde 1963 en Francia, con guion de Jean-Michel Charlier y dibujos de Jean Giraud, se trata de otra obra protagonizada por un antihéroe, aficionado a la bronca, el alcohol y las mujeres en el oeste de Estados Unidos, durante y después de la Guerra de Secesión, al que el destino y su propia ética acaban convirtiendo en héroe. Según su dibujante, es el cómic que más ha vendido, más aun que los que firmaba como Moebius. Pero quizás sean estos últimos los que hicieron de él uno de los autores de referencia del cómic mundial. En solitario o con guion de Alejandro Jodorowsky, títulos como la saga de El Incal o El Garaje Hermético son ya clásicos del medio. En marzo de este año murió en París, así que no queda más remedio que cerrar este viaje en el tiempo recordando al que ha sido uno de los grandes referentes de la ciencia-ficción en el noveno arte.
Nota: Este es el texto que sirvió de guion para la charla sobre el 50º aniversario de la creación de Zarpa de Acero, Modesty Blaise y Diabolik, en la Feria del Libro, el Disco y el Cómic de Almería, el 8 de noviembre de 2012.
(En la imagen de cabecera, Modesty Blaise, por Enric Badía Romero).
[…] Una trama clásica en la historia del cómic es la de los viajes en el tiempo. De momento, que sepamos, no es posible hacerlo si no es mediante la imaginación o tirando de memoria. Así que vamos a utilizar un poquito de ambas para situarnos en 1962, un año clave en la historia del cómic, que marcó, como suele ocurrir en las historias narradas en viñetas, un antes y un después a partir del cual ya nada sería igual. Tres años antes de ese 1962, había nacido en Francia la revista Pilote. La intención de sus editores era la de atraer al público adulto a un producto considerado entonces de consumo exclusivo para niños. Aunque hubiera algunos ejemplos de narrativas complejas y temáticas que, posiblemente, escapaban al entendimiento total del supuesto pequeño lector. Por aquella época, resumiendo mucho la historia para no cansar, el cómic se dividía en superhéroes y tiras de prensa. Al menos, el más famoso y vendido. Sobre todo, si incluimos como superhéroes no ya solo a los Superman, Batman y demás referentes de DC Comics, que por entonces llevaban ya un par de décadas salvando al mundo de desastres de lo más variado, sino también a personajes como El Hombre Enmascarado y Doc Savage. Podemos decir que el paradigma era el del héroe solitario, a veces con un joven escudero a lo Robin, que sacrifica su existencia en beneficio del bienestar común. Este arquetipo se daba incluso en algunas de las tiras de prensa más importantes, como The Spirit, de Will Eisner. Todos esos cómics podríamos etiquetarlos dentro del género de aventuras, con un héroe que, con más o menos dificultad y atravesando miles de peligros, acaba consiguiendo que el bien triunfe. Con incursiones, por supuesto, en la ciencia-ficción o el policíaco. Eso, hasta la revolución del cómic europeo de los 60, del que sería un precedente la revista Pilote, cuna entre otros de Astérix. Ah, pero esa es una historia para críos, ¿no?, dirán algunos. Bueno, yo, de niño, lo leía tan contento, pero no pillaba ninguna referencia política o cultural, o casi ninguna, como las aun actuales a la situación de conflicto permanente en Oriente Medio. La cosa comenzaba a dar un pequeño giro, la ironía y el guiño a los padres del presunto lector podía conseguir, como así fue, que esos padres compraran la revista incluso para leerla ellos. Pero se mantenía intacta una premisa: el bueno es el bueno. Aunque, como en el caso de Astérix, recurriese al dóping para lograr sus propósitos. Eso fue así hasta la publicación de tres obras que ahora cumplen 50 años: Zarpa de Acero y Modesty Blaise en Reino Unido y Diabolik en Italia. Sigue en: http://caosblanco.wordpress.com/2012/11/09/la-revolucion-del-comic-europeo-en-los-60/ […]
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