Realidad y ficción: lo demás no cuenta


Miguel Blanco

Las Palmerillas: 50 años impulsando la agricultura almeriense

La Estación Experimental Cajamar Las Palmerillas cumple cinco décadas investigando y desarrollando productos que han facilitado que una zona semidesértica como Almería se convierta en la huerta de Europa.

Hace 50 años, las tierras del Campo de Dalías eran difíciles de cultivar. La escasez de agua y el terreno pedregoso no hacían presagiar que, pasadas cinco décadas, esa zona almeriense se iba a convertir en la mayor productora y exportadora de frutas y hortalizas del país. El trabajo duro de los agricultores de la época y la apuesta por métodos novedosos de cultivo, como el invernadero o el riego por goteo, provocaron ese milagro almeriense. Y para ello, tuvo mucho que ver la investigación que, allá por 1975, se comenzó a realizar en un invernadero de experimentación levantado por la Caja Rural de Almería, hoy Cajamar, con la misión de “equivocarse para que no lo hiciera el agricultor”.

La Estación Experimental Cajamar Las Palmerillas ha sido testigo y partícipe del desarrollo de una agricultura que ha sabido aprovechar los pocos recursos disponibles para convertirse en el motor económico de la provincia y el sector líder de exportaciones en Andalucía. Para llegar a este momento, fue necesario probar sistemas de cultivo, productos que se adaptaban, exprimir cada gota de agua… Un trabajo que, en buena parte, se ha venido desde entonces desarrollando en este centro de investigación, para pasar luego a los invernaderos de la zona, del resto de la provincia y, más tarde, de España e incluso de otros países.

Convertido en referencia internacional en investigación agroalimentaria, en 2024 atendieron “219 visitas técnicas y formativas, recibiendo en total a 2.920 personas procedentes de distintos países europeos, Alemania, Francia, Italia, Holanda, Reino Unido, Irlanda, Suiza, Hungría, Rumanía, Georgia y Turquía, americanos, Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Paraguay, Brasil, Colombia, Ecuador, Honduras, Panamá, Costa Rica, Puerto Rico, República Dominicana, México y EEUU y Canadá, asiáticos, China, Corea del Sur, Filipinas, Pakistán, India, Arabia Saudí e Israel, y africanos, Túnez, Zambia, Nigeria, Argelia, Zimbabue y Ruanda”, cuenta Ramón Gil, director de la Estación Experimental Cajamar Las Palmerillas. Asimismo, el año pasado recibieron visitas procedentes de Andalucía, Comunidad Valenciana, Región de Murcia, Madrid, Castilla-La Mancha, Baleares, Canarias, País Vasco y Cataluña.

“A los visitantes que recibimos le explicamos y ponemos en valor el modelo productivo del cultivo de frutas y hortalizas, tanto en invernadero como al aire libre, difundiendo un sistema eficiente y sostenible”, explica el director. Entre todos estos visitantes, añade, “se han encontrado representantes de embajadas, consulados, ministerios, universidades, cooperativas, asociaciones, comercializadoras, centros de investigación, estudiantes, empresas de la industria auxiliar, medios de comunicación, empresarios, etc”.

Los orígenes de Las Palmerillas

El prestigio se lo ha ganado con su trabajo en estas cinco décadas, pero para llegar a la situación actual, ha habido un largo proceso que comenzó cuando la agricultura de invernadero llevaba apenas unos años dando sus primeros pasos. “Ahora parece muy lógico crear un centro que ayudase al desarrollo de la agricultura almeriense, pero hace más de 50 años no era tan evidente, entre otras cosas porque la agricultura almeriense era mucho más diversa de lo que es ahora”, contaba Roberto García Torrente, director de Desarrollo Sostenible de Cajamar, en una visita con medios a la Estación Experimental el pasado mes de abril.

“La agricultura de invernadero ya empezaba a despuntar pero no tenía la predominancia que tiene ahora”, apuntaba. Entonces, seguía habiendo una producción importante de uva de mesa, de cítricos o de fruta de hueso y “había muchos frentes abiertos para ver cuál de ellas podía ser una solución para la agricultura almeriense y el desarrollo de la provincia”.

De hecho, Las Palmerillas se pone en marcha en 1975 junto a otras dos estaciones experimentales. Una en Huércal-Overa dedicada a fruta de hueso y frutos secos y otra en Rioja orientada a los cítricos. Esas fincas, a mediados de los 80, se acabaron llevando a Las Palmerillas, cuando se vio claro que el sector que más se desarrollaba era el de los invernaderos. Para ello, se amplió la finca de 6 a 14 hectáreas.

En el caso de Las Palmerillas, se comenzó a investigar en un tipo de agricultura que no tenía precedentes en nuestro país y que se sustentaba en “dos tecnologías que fueron revolucionarias para la época”, el enarenado y el invernadero. El primero “permitía aprovechar mejor el agua y cultivar un terreno que es difícil de cultivar, porque tiene mucha piedra y poca tierra”. Para construir los invernaderos, se comenzó utilizando la estructura de los parrales.

En Las Palmerillas, una vez construido el primer invernadero con enarenado, se comenzaron a cultivar calabacines en la finca de Las Palmerillas, con buenas producciones. “Utilizar el enarenado y el invernadero supuso prácticamente duplicar la producción y, también, producir hortalizas en los meses de invierno, cuando no había hortalizas en ninguna otra parte de España ni de Europa”, destacaba García Torrente. Esos dos factores combinados “hicieron que los ingresos que se obtenían con los cultivos en invernaderos multiplicasen por 15 los que se obtenían al aire libre”.  Comenzaba así el ‘boom’ del cultivo bajo plástico en la provincia.  

El problema de la escasez de agua

Los primeros invernaderos se habían comenzado a levantar a principios de los años 60 pero su construcción no se aceleró hasta pasada una década. Cuando se crea la Estación Experimental, en 1975, ya había 2.500 hectáreas de invernadero en la provincia. Y en la Caja fueron conscientes de que todo ese desarrollo económico que se avecinaba necesitaba un recurso del que la provincia carecía: agua.

En Las Palmerillas dieron prioridad a investigar cómo optimizar el uso del agua y, buscando soluciones, se encontraron con una tecnología desarrollada en Israel desde 1966: el riego por goteo. Al mismo tiempo, investigaron para conocer las necesidades exactas de agua de cada cultivo. Asimismo, pusieron estaciones meteorológicas en la finca y, por primera vez, dentro del propio invernadero, para calcular con mayor eficiencia el agua que necesitaba la planta

Las primeras instalaciones de riego por goteo eran básicas, sin la tecnología actual; si se abría la válvula, comenzaba el goteo, y se se cerraba, dejaba de caer agua. En la finca, tras implementar el riego por goteo, lograron aumentar la producción “usando un 40% del agua que se había utilizado anteriormente”, revelaba García Torrente.

El siguiente paso era convencer a los agricultores de las ventajas de usar este sistema de riego, con el que parecía que las plantas se iban a morir de sed.  “No fue fácil convencerles”, rememoraba García Torrente, así que “al final, lo que hacíamos era que cuando venía un agricultor a pedir un préstamo para hacer un invernadero le decíamos que o ponía riego por goteo o no le dábamos el préstamo”. Así se aceleró la implantación de este sistema, que los propios agricultores vieron que era ventajoso cuando comenzaron a usarlo. “En los años 80 prácticamente el 100% de los invernaderos de Almería tenían riego por goteo”, mientras que en el resto del país apenas se veía.

El siguiente paso fue confirmar que se aprovechaba todo el agua o si aun se podía optimizar más el sistema. Para ello, probaron la construcción de lisímetros, un pequeño embalse en medio del invernadero, cubierto de tierra y arena para poder plantar sobre él. El embalse cuenta con un cauce por el que el agua que no absorben las plantas acaba saliendo, con lo cual se puede ajustar la dosis.

Asimismo, con el tiempo, se han buscado soluciones al problema del agua para complementar la que se obtenía de los acuíferos con aguas regeneradas, depuradas y desaladas. “Con todo esto, hemos conseguido que Almería sea el gran referente a nivel mundial en el uso del agua”, destacaba el director de Desarrollo Sostenible de Cajamar.

Impulso a la innovación

Para optimizar las producciones, otra de las iniciativas de los investigadores de Las Palmerillas fue seleccionar semillas de las mejores variedades de hortalizas para distribuirlas entre los agricultores, que hasta los años 70 utilizaban las semillas de su propia producción. Con el tiempo y el desarrollo del ‘mar de plástico’, surgieron los semilleros y las empresas de semillas más punteras a nivel internacional se instalaron en la provincia, donde hoy tienen sus centros de I+D. Esto ha convertido a Almería en “referente mundial en genética vegetal”.

Asimismo, desde finales de los 70, comenzaron a trabajar con cultivos tropicales y subtropicales, como el aguacate, la piña o la papaya, cuyos primeros ensayos, recordaba García Torrente, se realizaron al aire libre en los años 80, aunque hoy ya se cultivan en invernaderos.

La energía solar aplicada a la agricultura fue otro de los campos donde investigaron en Las Palmerillas ya desde los años 80, “más por necesidad que por otra cosa, porque necesitábamos poner en marcha pozos para regar la finca y no teníamos suministro eléctrico”.

La estructura del invernadero también ha evolucionado en estas cinco décadas, en parte gracias al trabajo realizado en la Estación Experimental. En este campo, no todo salió cómo se esperaba, según rememoraba García Torrente. Así, en Las Palmerillas desarrollaron una estructura asimétrica, con la cubierta superior inclinada en dos vertientes, en lugar de plana, como eran en origen. Una de las cubiertas inclinadas tenía más pendiente y menos superficie, por lo que la orientaron hacia el norte, dejando hacia el sur la cara más amplia y con menos pendiente.

Con lo que no contaron fue con la incidencia del sol en invierno, que es menos perpendicular que en verano, con lo que los rayos solares se reflejaban sobre la superficie poco inclinada. Este error, en cualquier caso, sirvió para que “en todos los invernaderos actuales las pendientes de las cubiertas sean mucho más altas y así se consiga capturar más radiación”.

Producciones más sostenibles

Más reciente es la apuesta por el control biológico de plagas y la consiguiente reducción en el uso de fitosanitarios y de químicos contaminantes como el bromuro de metilo, con el que se desinfectaban los suelos. Ahora, ese control biológico se extiende incluso en los alrededores del invernadero, buscando que exista biodiversidad en el entorno. “Es una de las grandes revoluciones que ha tenido la agricultura almeriense en los últimos años”, reconocía García Torrente.

Esta línea hacia producciones más sostenibles es por la que se está apostando en la actualidad. En este sentido, García Torrente señalaba que “durante muchísimo tiempo, a la agricultura solo nos ha interesado el producto que se podía vender en el mercado, el tomate, el pimiento, el pepino, pero los invernaderos son grandes biofactorías, son plantas donde se produce un montón de material vegetal de valor, que utiliza la energía del sol y pocos recursos de suelo, agua o abonos, y a partir de ahí obtenemos muchos productos”.

El objetivo es aprovechar todo lo que se produce en el invernadero. “El tomate, el pimiento y el pepino que se venden en el supermercado son una parte muy importante pero además podemos aprovechar el resto como insumo”,  señalaba el director de Desarrollo Sostenible de Cajamar, que apuntaba también hacia el aprovechamiento de los bioactivos de las frutas en sectores como el de la salud o el farmacéutico. En esta línea, Cajamar ha construido un nuevo laboratorio que mostrará “hacia dónde debería ir el futuro de la agricultura de Almería y a nivel global, el ser grandes biofactorías donde se produzca una gran parte de los bienes que necesitamos como humanidad”.

Otra de las líneas de futuro es la robotización del trabajo en la agricultura. Aunque, como comentaba García Torrente, “a lo mejor, para robotizar los invernaderos, tenemos que reinventar los invernaderos”. Una reinvención que, en cualquier caso, viene siendo una constante en estas cinco décadas en las que las investigaciones de Las Palmerillas han ido abriéndose camino en los invernaderos. De ahí que “lo más importante” que se ha conseguido en la Estación quizá no sea “desarrollar grandes tecnologías, sino crear una cultura abierta a la innovación entre los agricultores almerienses”. Por eso, concluía, “no hay ningún otro lugar en el mundo donde los agricultores estén tan abiertos a probar nuevas tecnologías y eso convierte a Almería en el gran laboratorio de alimentación a nivel mundial”. 

Ramón Gil Pérez, director de la Estación Experimental Cajamar Las Palmerillas:  “En Almería existe un gran ‘ecosistema’ de conocimiento y tecnología que cada vez tendremos que poner más en valor para poder ser lo más competitivos posible”

¿Cuál ha sido la aportación del centro experimental Las Palmerillas a la agricultura en estas cinco décadas?

Desde Cajamar siempre hemos apoyado el desarrollo de la agricultura almeriense. El conocimiento que hemos ido atesorando durante estos últimos años lo hemos puesto siempre al servicio de nuestros agricultores para poder contribuir a mejorar la rentabilidad de sus explotaciones. Hemos realizado muchos proyectos vinculados con el uso eficiente del agua, que nos han permitido aplicar tecnologías que permiten medir, mediante sensores, las necesidades hídricas de los distintos cultivos, así como el estado del suelo, para poder aportar en todo momento el agua necesaria, optimizando así un recurso tan escaso y vital para nosotros como es el agua.

Otro aspecto importante en el que hemos ayudado al sector fue en la apuesta por la lucha integrada, con la incorporación del control biológico de plagas y enfermedades, que permitió minimizar el uso de productos químicos y apostar por el uso de enemigos naturales para poder combatir los insectos plaga. Durante los últimos años, hemos realizado varios ensayos ligados al control biológico por conservación, un complemento perfecto a la suelta de insectos auxiliares, que fomentan la biodiversidad gracias a la plantación de flora autóctona, tanto en el interior del invernadero, como en el exterior, en forma de setos o islas de biodiversidad.

Nuestra aportación a la modernización de estructuras de invernadero siempre ha sido una línea de trabajo importante. Así, contribuimos a testar los primeros invernaderos planos de madera, después los ‘raspa y amagado’, tanto simétricos como asimétricos, de acero galvanizado y, finalmente, los tipo ‘multitúnel’, que permiten ganar en hermeticidad y altura, mejorando así las condiciones climáticas del interior. Además, en todo este tiempo hemos construido en nuestra Estación varios invernadero ‘prototipo’, no comerciales, donde hemos innovado con otros materiales de construcción alternativos, como por ejemplo fibra de vidrio, hemos desarrollado proyectos vinculados al incremento del tamaño de ventanas, tanto laterales como cenitales, para ver su respuesta a la productividad del cultivo, hemos realizado diversos ensayos vinculados a probar distintas tipologías de plásticos, aplicando aditivos diferentes para poder conseguir aquellos que ofrecen mejores respuestas a los cultivos, hemos realizado pruebas con distintos equipamientos tecnológicos: humidificación, calefacción, inyección de CO2 y control del clima.

La mayor superficie de la finca está ocupada por cultivos frutales, donde desde siempre hemos realizado ensayos de distintas especies, subtropicales, tropicales, frutales mediterráneos y cítricos, para buscar soluciones que favoreciesen el cultivo sostenible e intensivo, que se traduzca en la mejora de rentabilidad para nuestros agricultores. En los últimos años se están desarrollando proyectos de cultivos exóticos en invernadero como alternativa al cultivo de hortalizas en la zona, con muy buenos resultados, en los que destacan aspectos importantes como poder mejorar el sabor de ciertas variedades, así como una importante labor de asesoramiento en la producción y comercialización ante cualquier futura inversión a acometer.

¿Qué supone para un territorio como Almería la existencia de un centro de experimentación avanzado como este?

Llevamos 50 años creciendo junto al sector agrícola almeriense, siempre hemos ido ‘de la mano’ y así lo seguiremos haciendo en el futuro. Sería impensable imaginar un desarrollo agrícola almeriense sin Cajamar, así como una expansión de Cajamar sin el sector agroalimentario; en ese sentido, hacemos una simbiosis perfecta.

En Almería existe un gran ‘ecosistema’ de conocimiento y tecnología que cada vez tendremos que poner más en valor para poder ser lo más competitivos posible. Hemos de colaborar entre los principales agentes del sector, centros experimentales, universidad, asociaciones, industria auxiliar, etc, para entre todos conseguir las metas que se marque el agro almeriense.

Recientemente se ha constituido el Instituto Mixto de Investigación, promovido por la Junta de Andalucía, y formado por Ifapa, la UAL, Tecnova, Coexphal y Cajamar, con el firme propósito de realizar innovaciones colaborativas que favorezcan el desarrollo agroalimentario de nuestro sector.

¿Qué retos de futuro se plantea Las Palmerillas a medio y largo plazo?

Además, de seguir con nuestras principales líneas de trabajo, en la actualidad estamos construyendo un nuevo laboratorio en la Estación, que permitirá abarcar más proyectos relacionados con temáticas tan importantes como la recuperación y mejora de la salud y la calidad del suelo de uso agrario, mediante el empleo de materia orgánica, gestión del microbioma y desarrollo de la agricultura regenerativa, contribuyendo a la mitigación del cambio climático; el desarrollo y evaluación de bioproductos para su utilización como biofertilizantes, bioestimulantes para el desarrollo aéreo o radicular, agentes de biocontrol de plagas, enfermedades o para estimular la respuesta de las plantas a estrés biótico o abiótico; el desarrollo de la economía circular a través de la valorización de las biomasas de la cadena agroalimentaria diversificando la actividad y la generación de valor con la obtención de sustancias bioactivas o biopolímeros; y el desarrollo de alimentos incorporando nuevas estrategias y tecnologías de procesado y conservación, así como nuevos ingredientes funcionales de origen natural, para contribuir a dietas equilibradas, adaptadas a diferentes grupos de población.

¿Cómo imagina el sector agroalimentario almeriense en unos años?

Nos enfrentamos a problemáticas importantes, como el incremento poblacional, la incorporación de jóvenes al mundo agro, el encarecimiento de insumos, el cambio climático, etc. Y ante este panorama, hemos de ser optimistas y hacer un uso racional de los recursos naturales, favorecer el control biológico de plagas y enfermedades, siendo un aspecto muy importante la incorporación de la robotización al interior de los invernaderos, para minimizar los costes en mano de obra de las principales labores de cultivo.

El conocimiento existente en el sector hortofrutícola almeriense, la colaboración entre los agentes de investigación y la innovación que llevan a cabo las principales multinacionales de la industria auxiliar que están implantadas en Almería, de semillas, fertilizantes, control biológico, plástico, riego, construcción de invernaderos, envases, etc, nos deben permitir afrontar un futuro donde la producción de frutas y hortalizas sostenibles y de calidad  sea combinada con la exportación de tecnologías que nos permitan liderar el sector productor y tecnológico de frutas y hortalizas a escala mundial.

(Reportaje publicado en el número de julio de 2025 de la revista Foco Sur).

Estación Experimental Cajamar Las Palmerillas. Foto de Sergio Giménez / Foco Sur

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