Tecnología de vanguardia aplicada a la agricultura para lograr relevantes avances en salud, con la semilla como protagonista. Este es el ámbito de trabajo de las empresas del grupo almeriense Beyond Seeds, que ya está teniendo prometedores resultados en la investigación contra el cáncer. Su director general y presidente de la Fundación Cellbitec, Francisco Bermúdez, cuenta la historia de este singular proyecto y los planes para el futuro próximo.
¿Cómo nace el grupo Beyond Seeds?
El proyecto nace por la inquietud de buscar nuevas moléculas que pudieran ayudar a mejorar la salud del ser humano. En los años 70, el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos hizo una bioprospección de más de mil especies buscando nuevas moléculas que pudieran ser utilizadas en la lucha contra el cáncer. Dentro de esa línea de trabajo, encontraron el taxol, una de las moléculas que más se han utilizado en quimioterapia en los últimos 30 años, en sus distintas versiones. Pero en toda esa bioprospección, se olvidaron de la semilla. Nosotros veníamos del sector de la semilla, de la mejora genética, con gran experiencia en cómo desarrollar nuevos híbridos. Siempre tocamos la semilla, pero los científicos no la tocan; cuando investigan buscan los frutos, las hojas, las raíces o el tronco, y en muchos de los casos se olvidan de la semilla. Dijimos que íbamos a coger ese nicho, porque son más de 300.000 especies. La semilla es vida latente, está preparada para ser vida. Pero para que una semilla sea capaz de mantener ese potencial de vida, tiene que tener algo, como la piel en los humanos, que la proteja de las agresiones externas. ¿Y qué es lo que protege a la semilla de los virus, bacterias y hongos? La cáscara. Nuestra hipótesis era que la cáscara está compuesta de moléculas que la naturaleza ha desarrollado para proteger a la semilla de las agresiones externas y, si son útiles para la semilla, lo son también para el ser humano. Y cien especies que llevamos evaluadas nos han dado ya cuatro patentes. Habíamos acertado.
¿Cómo se lleva a cabo esa investigación?
De la semilla extraemos moléculas que enfrentamos con células cancerígenas. Normalmente, nos hemos centrado en cáncer de colón, porque cada cáncer tiene sus características, para poder ser eficientes con los recursos y el tiempo que tenemos, pero lo hemos probado en cáncer de páncreas y otros. Para ello, tenemos una colaboración de largo recorrido con la Universidad de Granada, por la que su Consejo Social nos ha dado un premio especial reconociendo ese trabajo en equipo buscando soluciones que sean buenas para el bien final que nosotros buscamos, que es la felicidad de todo el mundo. Para ello se necesitan medios y uno de ellos es buscar moléculas que ayuden a mejorar la salud del ser humano, porque si no hay salud, no hay felicidad.
Y ya habéis tenido resultados positivos…
Sí, el más destacado es con la Euphorbia lathyris. Su cáscara tiene una actividad antitumoral muy potente y mucho rango terapéutico. In vitro y en ensayos con animales, es muy efectiva con células específicas de cáncer e incluso con células resistentes a fármacos contra el cáncer, y además necesitas mucha dosis para afectar a las células normales. Es decir, que una hipotética quimioterapia con este producto sería muy específica para las células tumorales y tendría menos efectos dañinos para las células sanas.
En colaboración con los catedráticos de la UGR José Carlos Prados, Consuelo Melguizo y Jesús Porres, empezamos a ver formas de tratamiento. En la universidad nos encontramos con un departamento que trabajaba con nanopartículas, con José Manuel Delgado. En el laboratorio conseguían nanopartículas que iban de los 7 a los 120 nanómetros, con una superficie muy porosa que permitía utilizarlas como transportadores de otras moléculas. Así que propusimos utilizar la nanopartícula como transportador de nuestras moléculas. Cuando empezamos a hacer ensayos con células tumorales, se incrementó un 200% la efectividad. Eso nos dio más fuerza para seguir investigando hasta lo que hoy es Neo 901, un fármaco que tenemos en desarrollo. Nuestro objetivo es que en los próximos dos años podamos pasar a fase clínica con humanos.
Las nanopartículas eran espectaculares y empezamos a utilizarlas con otro tipo de fármacos. Uno de AstraZeneca, el único que hay para el cáncer de páncreas, tiene una efectividad del 20%. Lo añadimos a nuestra nanopartícula y pasó a tener, en ensayos con animales, un 70% de efectividad. Para ver qué pasaba, comenzamos a investigar las nanopartículas. Vimos cómo se distribuían por el organismo; según su tamaño, se acumulaban en el pulmón, en el bazo, en el hígado… Y vimos una cosa interesante, que son pH-dependientes. Inyectadas en el flujo sanguíneo, se mantienen estables porque el flujo sanguíneo tiene un pH básico, pero en entornos ácidos se rompen. La célula tumoral es una gran demandante de nutrientes y la nanopartícula es de fosfato y calcio, que son nutrientes. Y el entorno del tumor es ácido. Así que tenemos una biodiana. La nanopartícula recorre el flujo sanguíneo de forma estable y cuando se encuentra en el entorno del tumor, las células tumorales la van a utilizar como alimento y, como el entorno es ácido, se rompen liberando el fármaco. Por eso pasa de un 20% a un 70% de efectividad.
¿Hay más semillas que hayan dado resultados positivos?
Tenemos un concentrado de 25 moléculas de semilla de berenjena que tiene una actividad antitumoral muy buena y estamos investigando cuál de ellas es la que tiene esa actividad antitumoral. También tenemos un proyecto que vamos a lanzar este año, una berenjena específica que está asociada a una acumulación de una molécula específica con mayor actividad antitumoral. Sabemos que funciona en colon y páncreas, pero estamos buscando qué molécula es porque queremos hacer un fármaco. En todas las semillas que hemos descubierto que tienen actividad tumoral, lo que buscamos es la molécula para convertirlas en fármacos.
¿Qué otras investigaciones estáis realizando?
Las nanopartículas son de fosfato y calcio, que también lo comen las plantas, así que creamos una spin-off, Nanointec, para desarrollar nanofertilizantes. Es la primera empresa de Europa que lo hace. La tecnología que estamos estudiando en biomedicina nos la llevamos a la agricultura. A la nanopartícula le podemos poner además un fungicida como el cobre o el zinc para mejorar su nutrición y un montón de moléculas que ya se utilizan con bioestimulantes, pero con una tecnología de precisión. Tenemos una planta piloto y hemos sido capaces de pasar de producir pequeñas cantidades de nanopartículas a producir toneladas. Con el mango hemos conseguido que tenga una semana más de vida útil. Y hemos hecho ensayos con tomate, en los que hemos incrementado un grado Brix el sabor y hemos evitado problemas de deficiencia de calcio que tienen. Es una nueva tecnología en el mercado, de mucha precisión y más eficiente. Tenemos ensayos con el CSIC en los que necesitamos 20 veces menos de nitratos para la uva. Eso es muy importante para los acuíferos, para los que el exceso de nitratos es el mayor problema en Andalucía.
También tenemos Seeds4Innovation, empresa de mejora genética avanzada, en la que trabajamos con más de 600 marcadores moleculares en tomate, lo que nos permite el desarrollo de nuevas variedades en tiempo récord. Además, tiene un proyecto con Bullsoft, otra empresa que tenemos, que es la única que tiene un software de mejora genética en España y una de las tres del mundo. A ese sistema se han volcado esos 600 marcadores del tomate y le hemos metido un módulo de machine learning que va procesando toda la información. Así lo tenemos entrenado para que dé asistencia a un genetista sobre qué tipo de cruces hacer. Y el sistema se retroalimenta con la información que le pasa el genetista.
Habéis lanzado también productos hortofrutícolas con mucho éxito…
Tenemos una división de genética, Agrointec, con la que pretendemos recuperar especies olvidadas. Es la que ha dado como resultado el zucchiolo, una antigua variedad de Sudamérica que estamos introduciendo como novedad en el mercado europeo. Es una colaboración con el Ifapa. Íbamos buscando mejorar la productividad y, ya que estábamos, le cambiamos el color, de verde a amarillo.
Con los tomates trabajamos con dos parámetros, además del sabor: el color de la piel y el color de la carne… ¿Sabes para qué? Para hacer arte. Tenemos tomates de piel transparente, naranja o amarilla. Y por dentro la carne puede ser blanca, amarilla, roja… Son virguerías de tomates tanto en sabor como en color. Rescatamos genes que se van olvidando porque el mercado busca volumen y otros parámetros que no están relacionados con la biodiversidad y nuestro objetivo es buscar la biodiversidad.
Trabajando con el color, hemos sacado la bChoc. Es la primera vez que se consigue una berenjena de color marrón, es única en el mundo. Tiene otras propiedades también y es buena desde el punto de vista gastronómico; lo dicen los mejores chefs del mundo, como Franz Fol, presidente de la guía We Are Smart. Es ideal para la fritura y tiene un sabor más herbal.
Otro es el bínu, un producto que se consume en Asia y que hemos introducido en el mercado desde Almería, por lo que generamos biodiversidad en los invernaderos de aquí. Además, tiene una postcosecha de diez días, por lo que puede producirse aquí y exportarse a Europa.
Todo esto está relacionado con un concepto que vamos a desarrollar este año, Singular Veggies, en colaboración con We Are Smart, en el que vamos a incorporar los rescates de genes de vegetales. Lo vamos a presentar el 26 de abril, el Día Internacional de la Semilla.
Parte de los beneficios de estos productos se destinan a la investigación contra el cáncer…
Todo lo que hacemos en los desarrollos de innovación tecnológica y de productos tiene como objetivo que un porcentaje importante de los royalties pasen a la Fundación Cellbitec para conseguir ese fin último, que es el desarrollo del fármaco y la lucha contra el cáncer. Generamos conocimiento y valor añadido para que nos reporte el dinero que necesitamos para seguir investigando contra el cáncer.
Además, lleváis una línea de investigación en nutrición…
Sí, hay moléculas que no tienen actividad antitumoral pero sí tienen, por ejemplo, una actividad antioxidante. Descubrimos que la semilla de la mostaza, combinada con la de la rúcula, tenía unas características químicas interesantes. Así que hicimos un ensayo con animales, con un concentrado natural de estas semillas. Se les indujo cáncer de colon y las ratas que tomaron el extracto antes y durante el proceso tuvieron un 60% menos de pólipos de cáncer y un 80% más pequeños que los que no tomaban el producto. Y eso sin tener actividad antitumoral. Somos lo que comemos. En función de lo que comes, tu cuerpo va a tener una mejor capacidad de defensa frente a las agresiones que pueden causar un cáncer.
También habéis patentado el uso del argán en el ámbito de la salud…
Dentro del proyecto de recuperación de especies silvestres, tenemos el de la introducción del argán en España. Tenemos 800 árboles en Aguilar de la Frontera y hemos identificado cuáles son los árboles que mejor se adaptan a Andalucía, que antes entran en producción y mejores frutos dan. Del argán todos conocen el aceite, que se extrae de la semilla, pero no había publicaciones sobre el fruto, así que por curiosidad lo llevamos a la UGR para que vieran qué propiedades tiene. Y nos dijeron que era el producto con más capacidad antioxidante que habían visto hasta la fecha. Así que comenzamos a hacer ensayos y descubrimos que la pulpa bajaba los niveles de glucemia y producía pérdida de peso en animales. Ahora estamos buscando qué molécula es la responsable de esto, con la idea de desarrollar un fármaco que pueda ayudar a la pérdida de peso.
Otra cosa que vimos haciendo este ensayo es que el microbioma cambiaba. Es algo que nos interesa porque al final el perfil de bacterias que tenemos afecta a la salud y a la salud mental. De ahí sale Biomuscular, con el investigador Borja Martínez, de la Universidad de Almería. En una investigación, había descubierto que, conforme envejecemos, va desapareciendo un determinado tipo de bacterias y que esto está asociado a la pérdida muscular, que es uno de los grandes problemas del envejecimiento. Así que estamos desarrollando prebióticos y probióticos para un complemento alimentario que pueda ayudar a las personas de edad avanzada a reincorporar esa bacteria y, por lo tanto, a mantener la masa muscular. También va a servir como producto para deportistas que hayan hecho un alto esfuerzo, para mejorar su recuperación.
¿Qué otras novedades tenéis previsto lanzar este año?
Un proyecto que vamos a lanzar es Nutractive Seeds, una marca de complementos nutricionales basados en semillas. También tenemos en cartera otra empresa, Endotronic, para la que tenemos la patente solicitada. Es un dispositivo que desarrollamos con Juanjo Tara, de DSruptive. Es una cápsula ingerible, con un dispositivo donde se acumula el fármaco para dispensarlo en el intestino grueso. Metemos una baliza magnética que señalice dónde está el cáncer de colon y se comunica con el dispositivo, que expulsará el fármaco en el sitio donde está el cáncer.
(Entrevista publicada en el número de febrero de 2025 de la revista Foco Sur).


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