Los investigadores del Centro Andaluz para el Cambio Global Hermelindo Castro, ENGLOBA, trabajan en busca de soluciones que sirvan para adaptar los ecosistemas a los efectos del cambio climático.
Hace más de mil años, los árabes construyeron en Sierra Nevada infraestructuras hídricas que ahora son claves en la lucha contra los efectos del cambio climático. El proceso es irreversible según los expertos y ahora solo queda adoptar medidas para atenuarlo en lo posible y, sobre todo, para estar adaptados a las consecuencias que traerá, en forma de sequías más frecuentes y prolongadas o potentes fenómenos meteorológicos adversos, entre otros. En esta tarea, es fundamental el trabajo del Centro Andaluz para el Cambio Global Hermelindo Castro (ENGLOBA) de la Universidad de Almería (UAL).
Entre las investigaciones que los grupos que forman parte de ENGLOBA están llevando a cabo, una sitúa al Espacio Natural de Sierra Nevada como centro de pruebas de los efectos que el cambio climático y el cambio global, en el que el primero se incluye, comienzan a tener en nuestra sociedad. Y también, qué soluciones a estas consecuencias, para revertirlas o minimizarlas, se pueden implementar.
Una de estas soluciones investigadas por ENGLOBA son las acequias de careo, construidas hace entre doce y diez siglos por los habitantes de Al-Ándalus; una red de acequias diseñadas para desperdigar el agua a lo largo de las laderas de la sierra, mediante infiltración natural, con la que conseguían que los acuíferos y ríos de la zona tuvieran el agua necesaria para el consumo y el riego.
ENGLOBA se creó en 2008 con el nombre de Centro Andaluz para la Evaluación y Seguimiento del Cambio Global (CAESCG). Su misión era “liderar la aplicación de la ciencia para el seguimiento y adaptación del cambio global” y el objetivo, “generar conocimiento sobre ecología del cambio global y sostenibilidad, y crear un nuevo contexto donde científicos, gestores ambientales, educadores y partes interesadas trabajen juntos para gestionar los sistemas socioecológicos bajo el paradigma del desarrollo sostenible”.
En este sentido, trabajan para “obtener evidencias científicas y desarrollar herramientas y metodologías para apoyar las políticas y acciones de gestión ambiental orientadas a la transición hacia la sostenibilidad”, así como “apoyar las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático, y adoptar las medidas apropiadas para prevenir o minimizar sus efectos, y aprovechar las oportunidades”.
Sierra Nevada, campo de pruebas contra el cambio climático
El primer director del centro fue Hermelindo Castro, referente en la investigación medioambiental en Almería y Andalucía, fallecido hace un año. En homenaje a él se modificó el nombre al actual. Hoy, el director del Centro Andaluz para el Cambio Global Hermelindo Castro, ENGLOBA, es el catedrático de Biodiversidad y Ecosistemas de la UAL Javier Cabello.
“Nosotros cubrimos aspectos no meramente climáticos, sino de los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas y el territorio”, cuenta a Foco Sur, matizando que trabajan en cuestiones de cambio global, “un concepto más amplio que incluye el cambio climático pero también otros impulsores de cambio, como la llegada de especies invasoras, los cambios de uso del suelo o los cambios por contaminación y otras cosas”. Cambios que en muchas ocasiones se producen “de manera sinérgica”.
Uno de los lugares donde están estudiando los efectos del cambio global es la ladera sur de Sierra Nevada, un lugar “muy interesante porque es muy dependiente de lo que nieva”. En este Parque Natural y Parque Nacional, hace pocos años que los hidrogeólogos han confirmado la existencia de acuíferos de ladera. Antes, hace dos décadas, se daba por hecho que no había acuíferos porque está compuesta de esquistos impermeables. Ahora ya se sabe que “hay acuíferos superficiales que tienen una importancia fundamental”.
Estos acuíferos no son profundos, están a no más de 20 o 25 metros de profundidad e incluso llegan a formarse cerca de la superficie, en los ‘huecos’ formados por los materiales fragmentados como consecuencia de las glaciaciones. Y se alimentan del agua del deshielo de la nieve que cae en la sierra, agua que corre por las laderas, infiltrándose en el terreno y ocupando esos huecos entre rocas.
Así, “si disminuye la capa de nieve, toda la zona se ve muy afectada porque esos acuíferos duran meses, incluso años, pero no son tan profundos ni tan grandes como los que hay abajo, por lo que son muy dependientes de lo que ocurre en la cabecera”, explica Cabello. Por este motivo, añade, “son más sensibles al cambio climático, porque el agua tiene que renovarse, si no cada año, cada cierto tiempo”.
En su investigación, han comprobado que hay zonas donde la vegetación se está secando, porque hay mucha densidad de pinos, pero por otro lado, como ahora hay ciclos más cortos de nieve y deshielo, “toda la orla de vegetación que hay alrededor de la capa de nieve se ve beneficiada”. En cualquier caso, es un efecto circunstancial, ya que, de prolongarse la situación, “los pinares se van a ir secando”.
La importancia de las acequias de careo
Para contrarrestar esa falta de agua y facilitar la alimentación de los acuíferos de ladera, han comprobado que es fundamental el papel de las llamadas ‘acequias de careo’ construidas por los árabes, que “no tenían hidrogeólogos pero sabían que si echaban el agua en un sitio, salía más abajo”. Con estas acequias, “el agua se coge en la cabecera, se conduce por las laderas y se desparrama por sitios donde sabían que, infiltrándola, el agua se metía en el acuífero y de ahí aparecía en las fuentes de los pueblos o incluso en las acequias de riego de más abajo”, explica Cabello.
El problema es que muchas de estas acequias, que conforman una extensa red de al menos 900 kilómetros, como un “sistema circulatorio” para distribuir el agua por la sierra, se dejaron de cuidar debido a los procesos de abandono rural de los años 70 y 80, que conllevaron la desaparición de las comunidades de regantes. Incluso algunas se cubrieron de cemento, algo que, como ha acabado comprobándose, “reduce el flujo de agua” que llega a los acuíferos, porque se pierde la infiltración que se producía a lo largo del recorrido por la acequia.
Otras, sin embargo, siguen en uso. Es el caso de dos que hay en Ohanes, que son “fundamentales para el abastecimiento del pueblo”. Estas dos acequias de careo distribuyen el agua que más tarde aparece en el río Ohanes, de donde el Ayuntamiento del municipio toma el agua para abastecimiento. “En las épocas de sequía, lo notan, porque en verano se quedan sin agua y tienen que acudir a pozos, pero eso le supone un coste al Ayuntamiento”, cuenta el director de ENGLOBA, que añade que “así se ve que el cambio climático es muy relevante para zonas como esta”.
Ahora está en marcha un programa financiado con fondos europeos Next Generation para recuperar estas acequias, gracias al cual se ha actualizado la cartografía y ya hay localizados unos 900 kilómetros de acequias de careo en Sierra Nevada.
Para la adaptación de este entorno al cambio climático, es relevante que esas acequias recuperen su función, pero el problema es el trabajo que implica. En el proyecto LIFE Adaptamed, en el que participó hace unos años ENGLOBA, “se restauraron dos acequias”, relata el director del centro, “una de ellas tenía una comunidad de regantes receptora y ha seguido funcionando bien y la otra no la tenía y se ha vuelto a abandonar”. Para que funcionen, hay que llevar a cabo un mantenimiento, limpiarlas al menos cada año y hacer de forma manual tareas que ahora están en gran parte automatizadas, como el reparto de agua, que en este sistema tradicional puede tocar a cualquier hora del día.
Los efectos del cambio global que este centro de investigación viene descubriendo en Sierra Nevada los están viendo también en otras zonas de España. “Nosotros diseñamos un sistema de seguimiento basado en imágenes de satélite para toda la red de Parques Nacionales de España”, explica Cabello, “lo desarrollaron y ahora les ayudamos a realizar la interpretación ecológica de los cambios que observamos”. Y lo que han observado es que “los procesos de sequía son comunes en prácticamente todos los parques de montaña”. Es una consecuencia del cambio climático pero también del abandono ganadero, porque los pastos son sustituidos por matorrales y esto provoca que cambie la dinámica del ecosistema.
Otro efecto es la bajada del nivel de los acuíferos, que investigan en la zona del azufaifar de Torregarcía, donde el centro tiene otro campo de estudio. Aunque aquí, reconoce el director de ENGLOBA, ese efecto no se llega a notar tanto como en otros lugares de Andalucía, por ejemplo en Doñana.
El problema de la sostenibilidad
En ENGLOBA investigan los efectos del cambio global pero también posibles soluciones, sobre todo en el ámbito social, en campos como la bioeconomía circular. En este sentido, Cabello considera “necesario cambiar el comportamiento de la gente, incluso influir en la norma que se establece”. Esta idea surge a raíz de las investigaciones en Sierra Nevada y proviene del concepto de “sostenibilidad asociada a la eficiencia en el uso del recurso”.
El problema de la eficiencia es que “conduce a un paisaje monofuncional, que solo hace una cosa, por ejemplo, agricultura intensiva”, explica el director de ENGLOBA. En cambio, en Sierra Nevada, las acequias de careo muestran que si el agua se desparrama, “genera una multifuncionalidad en el paisaje”. Es decir, que es más sostenible siendo menos ‘eficiente’.
El problema deriva de que, en muchas ocasiones, los agricultores se ven obligados a usar el riego por goteo porque, si no lo hacen, no pueden optar a las ayudas de Europa. Sin embargo, eso hace perder funcionalidad al paisaje, lo que provoca a su vez una “pérdida de biodiversidad y una pérdida de conocimiento ecológico local, porque la gente deja de saber manejar esas acequias”.
Asimismo, gracias a las acequias de careo, el agua discurre más despacio y se evapora menos, al infiltrarse. “Y a coste cero, porque funciona por gravedad”, apunta Cabello, que añade que “a través de estos enfoques más socioecológicos pretendemos influir en el concepto de sostenibilidad y en las soluciones que se ofrecen”. En este sentido, asegura que las verdaderas soluciones para mitigar los efectos del cambio climático pasan por “cambiar de modelos de producción y consumo y cambiar dinámicas sociales; no basta solo con hacer coches eléctricos ni con poner placas solares”. Así, insiste en que “la tecnología ayuda y es importante, y a veces imprescindible, pero no es la única solución”.
Soluciones contra los efectos del cambio climático
Entre las posibles soluciones para combatir los efectos del cambio climático, el director del centro señala que “el uso comunal de algunos recursos es fundamental, como hacen por ejemplo en Almócita”. Ese uso comunal es el que también se le ha venido dando a lo largo de los siglos a las acequias de careo de Sierra Nevada. En esta línea, considera necesario “apoyar a estas comunidades, que se pueda vivir bien en el medio rural, que haya centros de salud y servicios, porque el medio rural es fundamental para el mantenimiento de los servicios ecosistémicos”.
Así, mantener en funcionamiento las acequias es una forma de combatir los efectos del cambio climático y, de hecho, en ENGLOBA están desarrollando un proyecto sobre estas acequias como ejemplo de soluciones basadas en la naturaleza. El concepto de ‘soluciones basadas en la naturaleza’, cuenta Cabello, “se aplica sobre todo en las ciudades, pero es algo que en el medio rural no está tan desarrollado”. Los objetivos de estas soluciones basadas en la naturaleza incluyen la mejora de la habitabilidad del lugar donde se llevan a cabo o aumentar el secuestro de carbono.
Otro caso es el que están ejecutando en la cara norte de Sierra Nevada investigadores de la Universidad de Granada, que están reduciendo la densidad de los pinares para facilitar que el agua fluya por la ladera. Un ejemplo más es el de la agricultura regenerativa que desarrolla en el norte de la provincia de Almería la asociación AlVelAl, trabajando el suelo para que sea reservorio de agua y la guarde durante más tiempo, mediante cubiertas vegetales. “Antes se pensaba que las hierbas les quitaban el agua a los cultivos pero ahora se sabe que lo que hacen es proteger el suelo y favorecer la infiltración”, explica Javier Cabello.
Aunque el trabajo de investigación va dando sus frutos, encontrar soluciones a los efectos del cambio climático es una labor compleja. Además, no hay una única solución que funcione en todos los lugares afectados, sino que estas “tienen que ser adaptativas al territorio”.
Las líneas de investigación de ENGLOBA
Balance de Carbono y Agua en el Ecosistema (IP: Cecilio Oyonarte Gutiérrez): balance anual de flujos de energía y ciclos biogeoquímicos en ecosistemas áridos.
Biodiversidad y Cambio Global (IP: María Jacoba Salinas Bonillo): efectos del cambio global sobre la biodiversidad, y seguimiento de especies con valor de conservación e invasoras.
Bioeconomía Circular y Sostenibilidad (IP: Javier Egea González): modelos de negocio bio-basados para reducir la huella ambiental y vulnerabilidad de los sistemas productivos frente a mercados externos de materias primas.
Ecología Acuática y Acuicultura (IP: J. Jesús Casas Jiménez): efectos del cambio global sobre la biodiversidad y las interacciones tróficas en medios acuáticos.
Funciones y Servicios de los Ecosistemas (IP: Javier Cabello Piñar): atributos funcionales y procesos que subyacen a la capacidad de los ecosistemas de proveer beneficios a la humanidad.
Paleoclimatología, Registro Kárstico y Medio Subterráneo (IP: José María Calaforra Chordi): procesos paleoambientales relacionados con los espeleotemas, la composición isotópica de aire, agua y sedimentos de cuevas y su relación con la variación climática reciente y pasada.
Socioecosistemas y Sostenibilidad (IP: Antonio Castro Martínez): vínculos entre humanidad y naturaleza como nuevo paradigma para la sostenibilidad y gobernanza.
Variabilidad Climática y Climatología Histórica (IP: Fernando Sánchez Rodrigo): fenómenos meteorológicos extremos en una situación de cambio climático.
Impulso a la investigación sobre el cambio climático
Dentro de su estrategia de lucha contra el cambio climático y sus efectos, la Junta de Andalucía anunciaba en abril de este 2024 la futura creación del Centro Andaluz de Investigación y Seguimiento del Cambio Climático, que se encargará de coordinar toda la actividad de investigación científica y técnica en el ámbito del cambio climático. El consejero de Universidad, Investigación e Innovación, José Carlos Gómez Villamandos, y el consejero de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, Ramón Fernández-Pacheco, firmaban el protocolo por el que se va a fomentar la cooperación entre ambas consejerías en los campos del conocimiento, la investigación, el desarrollo y la innovación sobre el cambio climático.
Gómez Villamandos destacaba que “el cambio climático es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo que incide sobre una gran diversidad de sectores económicos y sobre todos los sistemas ecológicos, acelerando el deterioro de recursos esenciales para nuestro bienestar como el agua o la biodiversidad”.
Fernández-Pachecho señalaba la relevancia de la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático en el desarrollo futuro de Andalucía y aseguraba que “frente al cambio climático cabe adaptarse o reducir sus efectos, de ahí que la concienciación colectiva y la cooperación entre entidades públicas y privadas, entre sociedades académicas y del conocimiento y la sociedad en general está en la base del éxito de todas las líneas de acción acometidas y que están por ejecutar”.
En este sentido, la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul está desarrollando o participando en otras iniciativas que tienen como objetivo reducir el impacto del cambio climático. Una de ellas es el Plan Andaluz de Acción por el Clima, que en 2021 y 2022 ha llevado a cabo 45 actuaciones con el objetivo de reducir las emisiones; otras 31 para fomentar la eficiencia energética en la comunidad; y otras 31 para impulsar las energías renovables.
Con vigencia hasta 2026, la segunda fase de este plan incluye iniciativas como los planes municipales de acción por el clima para grandes ciudades y municipios de menos de 50.000 habitantes; o el impulso a la economía circular y la gestión de residuos, con el objetivo de que, en 2030, el volumen de residuos que llegan a los vertederos no supere el 10% del generado en cada municipio.
Asimismo, se ha aprobado la Ley de Economía Circular de Andalucía, que tiene como prioridad impulsar el cambio de modelo productivo en la comunidad autónoma; se han creado el sello ‘Carbono Zero’ y la marca del Sistema Andaluz de Compensación de Emisiones (SACE); se ha constituido la Comisión Interdepartamental de Cambio Climático de la Junta de Andalucía; y se ha puesto en marcha la Oficina Andaluza de Cambio Climático, que depende de la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul.
Andalucía participa también en la Misión de Adaptación al Cambio Climático impulsad por la Comisión Europea. Esta es una de las cinco iniciativas de la UE enfocadas en los grandes retos que Europa tiene que afrontar en materia de salud, clima y medio ambiente.
En total, la Consejería de Sostenibilidad ha formalizado 130 convenios de colaboración o protocolos con diferentes administraciones públicas, universidades, organizaciones, asociaciones y empresas.
(Reportaje publicado en el número de agosto de 2024 de la revista Foco Sur).


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