Realidad y ficción: lo demás no cuenta


Miguel Blanco

Las chicas de la Bola Azul

La primera promoción de la Escuela de ATS celebra en 2024 su 50º aniversario. Fueron las primeras enfermeras de la escuela que hubo en la Bola Azul y han vivido la evolución del sistema de salud a lo largo de este medio siglo.

Poco imaginaban las quince jóvenes que en 1974 recibían el título de asistentes técnicos sanitarios tras pasar tres años internadas en la Residencia Sanitaria Virgen del Mar, conocida como la Bola Azul, que la escuela de enfermería de la que ellas eran pioneras acabaría siendo una de las más prestigiosas del país y reconocida a nivel internacional.

Las quince ‘Chicas de la Bola’ habían tenido que superar un examen de ingreso y algunas de ellas se habían trasladado a Almería desde sus localidades de origen para poder ver cumplido su sueño. Tres años emocionantes esperaban. La posibilidad de realizar el trabajo que tenían como vocación desde niñas justificaba el trabajo duro que les aguardaba y  el cambio de vida desde la casa familiar hasta el internado para convertirse, tres años más tarde, en la primera promoción de asistentes técnicos sanitarios femeninos, en la actualidad enfermeras, formada en la escuela de Almería.

En las cinco décadas que han pasado desde entonces, la atención sanitaria ha evolucionado mucho en nuestro país y, también, en la provincia. Pero algo se mantiene desde entonces e incluso antes: la pasión por un trabajo que implica altas dosis de empatía, de paciencia, de capacidad  de servicio y, en definitiva, de vocación para superar los malos momentos que el trato con enfermos y heridos conlleva, así como las necesidades no siempre cubiertas a nivel administrativo.

Vocación por la enfermería

Dos de aquellas ‘Chicas de la Bola’ son Maribel Gutiérrez y Pilar Herrero. Ya jubiladas, recuerdan aquella época con emoción y aun hoy desprenden pasión por la profesión de enfermera que desarrollaron, en distintos ámbitos, a lo largo de más de cuatro décadas de su vida.

Maribel es de Almería y viene de familia con tradición en la enfermería. Su abuelo había sido presidente del Colegio de Practicantes y un tío suyo también ejercía esa profesión. “En la familia había tradición y vocación por la enfermería”, reconoce. Así que en 1971, cuando se enteró, gracias a una amiga, de que se iba a poner en marcha una escuela de enfermería en Almería, corrió a presentarse para entrar en ella.

La escuela, ubicada en la Residencia Virgen del Mar del hospital popularmente conocido como la Bola Azul por su característico adorno en el tejado, dependía de la Universidad de Granada. Conseguir plaza no era sencillo. Había que pasar un examen personal y solo entraban quince chicas. Era una escuela femenina, para formar en una profesión considerada, en aquella época de finales de la dictadura, solo para mujeres.

“Yo quería ser enfermera desde que era bien chiquitilla, como fuera”, cuenta Pilar Herrero. Ella fue de las que tuvo que cambiar de residencia, desde su Tánger natal hasta Almería. Su vocación era tan fuerte que no quiso esperar otro año hasta que abriera la escuela prevista en su localidad.

Maribel y Pilar, junto a sus trece compañeras, todas de entre 17 y 18 años, comenzaron unos estudios en régimen de internado que compaginaba las clases con las prácticas en el mismo hospital donde estudiaban y residían. “Nos levantábamos temprano y desayunábamos”, rememora Maribel, “había días que hacíamos gimnasia en la terraza de la Bola Azul”. Luego las clases, de mañana y tarde. Cenaban y se acostaban temprano. “Era un régimen de mucha disciplina”, corroboran ambas.

Tras un trimestre de clases, en enero comenzaron con las prácticas. Desde la planta quinta del hospital, donde estaba la escuela,  bajaban a las plantas donde estaban los ingresados en el hospital en equipos de tres o cuatro alumnas, supervisadas por Herminia Díaz, directora de la escuela, y Mari Carmen Tejada. Estas enfermeras supervisaban el trabajo que las alumnas realizaban con los enfermos. “Estábamos supervisadas por ellas y el personal de la planta, pero nos dejaban que hiciéramos las cosas nosotras”, recuerda Maribel.

Un equipo de salud

A diferencia de lo que sucede ahora, con los sanitarios de distintas categorías trabajando como un equipo en el que médicos, enfermeras y auxiliares tienen su función y actúan como un grupo en colaboración, en aquella época el trabajo sanitario aun se regía por jerarquías bien delimitadas, en las que la interacción era escasa. “Había jerarquías, no solo con nosotras porque éramos alumnas, había médicos que guardaban sus distancias con enfermería”, asegura Maribel, que destaca que ahora es diferente y todos forman “un equipo de salud que trabaja para el paciente”. En este sentido, añade que, aunque hubiera jerarquías, quienes al final pasaban más tiempo con los pacientes y sabían cómo estaban eran las enfermeras, “como hoy”.

Con quienes no notaron esas jerarquías fue con sus supervisoras y el resto de personal de enfermería del hospital. Las alumnas de la escuela tuvieron en todo momento su apoyo. “Nos recibieron estupendamente, nos enseñaban de todo”, confirma Pilar. “Íbamos con ellas a hacer las curas y cuando me decían que iba a ir yo a coger una vía o a poner una sonda, o a curar, para mí era lo más grande”, recuerda.

Algunos días les tocaba hacer prácticas en el turno de noche, desde diez hasta las seis de la mañana, siempre acompañadas por las supervisoras. En esas ocasiones, descansaban tres o cuatro horas y a las once ya estaban de nuevo en clase.

En los tres años que duraba la carrera, aprendieron lo que se hacía en el turno de mañana, “que es el más difícil, porque es cuando pasan los médicos, se hacen las curas y se da la medicación más fuerte”, cuenta Pilar, pero también lo que se hacía por las tardes con las visitas que llegaban al hospital y, en el turno de noche, los cuidados que había que hacer con algunos enfermos. Así, cuando terminaron sus estudios, sabían implementar las técnicas de los tres turnos.

40 años de profesión

Desde que finalizaron los estudios, para lo que tuvieron no solo que aprobar los exámenes en la escuela, sino que, cada año, debían pasar otro examen oral con los especialistas de cada asignatura de la Universidad de Granada, pasaron más de 40 años trabajando. Maribel Gutiérrez se decantó por la enseñanza y acabó de profesora en la escuela de enfermería, hasta hace siete años, en 2017, cuando se jubiló, ya en la Universidad de Almería. Casi todas las enfermeras y enfermeros formados en Almería en estas cuatro décadas han sido alumnos de ella.

Pilar Herrero comenzó a trabajar en la Bola Azul al día siguiente de recibir el título, pasando de alumna a enfermera en el hospital donde había pasado los últimos tres años de su vida.

En este tiempo, han sido testigos de la evolución en todos los ámbitos del campo de la salud, desde las mejoras en tratamientos e instrumental, hasta en los protocolos de actuación. Asimismo, han visto cómo el sistema sanitario de la provincia ganaba en medios y áreas, hasta lo que es hoy en día.

“Una diferencia fundamental entre antes y ahora es el instrumental”, cuenta Maribel, “ahora es mucho más blandito, hace el mínimo de daño al paciente, pero antes se pinchaba con jeringa de cristal y aguja toda metálica”. Y recuerda que ellas tenían que afilar la aguja cada poco tiempo “porque, si no, podía hacer un desgarro”. Su compañera Pilar recuerda que frotaban la aguja contra el brazo y “si arañaba o se enganchaba un poquito la teníamos que afilar”. Asimismo, tenían que utilizar “un fiador, un alambre finito, para desatascar las agujas, porque con la cal del agua se atascaban”.

El proceso de esterilización, al principio, consistía en poner las jeringas en agua hirviendo con un poco de vinagre. Tanto estas como las agujas, en la época anterior al VIH, se reutilizaban. Para esterilizar también utilizaban estufas de Poupinel. Todo este proceso de esterilización lo hacían en la misma escuela. “Nosotras teníamos nuestro instrumental de curas y cada día lo lavábamos y lo esterilizábamos”, recuerda Maribel.

Otro avance que recuerdan como decisivo fue la llegada de la técnica de la laparoscopia para ciertas intervenciones, que evitaba tener que abrir al paciente. Esto, unido al uso de los antibióticos, supuso un importante descenso en casos de infecciones en el postoperatorio e hizo más fácil que se recuperasen los pacientes.

De la Bola Azul a Torrecárdenas

Cuando las quince ‘chicas de la Bola’ comenzaron a trabajar, en Almería funcionaban los hospitales de la Bola Azul, el Provincial, el 18 de Julio y el de Cruz Roja. Pero el crecimiento de población y el de cotizantes a la Seguridad Social hizo que pronto quedaran obsoletos.

A finales de los años 70, la Bola Azul era “un hospital de guerra”, recuerda Pilar Herrero. “En las habitaciones, de seis pacientes, había ocho, tres en cada lado y dos en medio, los pasillos estaban llenos de camas, algunas separados por biombos y otras sin intimidad ninguna, los cables tirados por el suelo en regletas por todos sitios”, describe.

Con esta situación, se comenzó a construir un nuevo hospital de referencia, Torrecárdenas. Allí se fueron Pilar y el resto de compañeros sanitarios en 1984, cuando se inauguró. Fue un momento clave para la salud en Almería, que no solo contaba a partir de entonces con un moderno hospital, sino que sumaba atenciones que hasta entonces no se cubrían.

“A Torrecárdenas llegó la neurocirugía, la cirugía pediátrica y la bascular, y la traumatología se amplió muchísimo”, recuerda Pilar, que ha sido durante 43 años enfermera de cirugía. Su compañera añade que, hasta entonces, “los traumatismos craneoencefálicos se morían por el camino de aquí a Granada, hasta que empezó hacia el 86 la neurocirugía”.

Momentos duros

En su trayectoria profesional, han vivido momentos duros y otros más emocionantes. Entre los primeros, los peores eran cuando llegaban víctimas de accidentes de tráfico. “El problema con los tráficos es que no viene una persona, puede venir un coche con cuatro o cinco personas, o dos coches que chocan de frente, y es horroroso la de traumatismos que traen”, explica Pilar.

Maribel asiente y añade que puede ocurrir que entre alguien en Urgencias “con sangre por la cara, muy aparatoso, y luego no es nada, y otro viene limpio, pero tiene una hemorragia interna y se muere”.

En su época de estudiante, ella fue testigo de otro caso impactante. “Había un paciente que estaba bien, yo hablaba muchísimo con él, y de golpe, un día al levantarse de la cama, se muere por un embolismo pulmonar. Eso te impresiona muchísimo”.

Son momentos duros de llevar, pero que se ven compensados por la inquebrantable vocación de estas enfermeras y, también, por las muchas más ocasiones en que el paciente se salva. “Eso te da mucha satisfacción, ver cómo entra el paciente y cómo sale, sobre todo con las fracturas”, señala Pilar.

Ella recuerda, en su primer curso en la escuela, la llegada de un paciente con graves quemaduras en brazos  y piernas. Como no podía andar, después de hacerle las curas, Pilar cogía “los cartones de las cajas de suero y algodón en rama en un papel azul, y le hacía unos zapatos bien esponjosos, que se los liaba con una venda”.

Maribel insiste en que, a la hora de ejercer como enfermera, es imprescindible dedicar tiempo a estar con el paciente. Así, cuando había un paciente solo, sin familiares ni nadie con quien hablar, “te sentabas a su lado y se desahogaba”. En esta línea, recuerda una ocasión, en su época de estudiante, en que una mujer a la que iban a operar y que estaba sola en el hospital tuvo que volver a su habitación porque, de la ansiedad, le subió la tensión y no podían llevar a cabo la intervención. “Se me quedó tan grabado que, haciendo las prácticas de cirugía, me quedaba hablando con los pacientes antes de que los durmieran”, cuenta.

Esto ahora ha cambiado, apunta Pilar, ya que en una operación, el paciente tiene asignada una enfermera que “se presenta, le explica que va a estar con él todo el tiempo, que esté tranquilo, que se está preparando la intervención y que cuando despierte va a estar a su lado”.

Fama mundial

Por esta humanidad en el trato, además de por los conocimientos que adquieren durante su formación, “la enfermería en Almería tiene fama a nivel mundial”, cuenta con orgullo Maribel Gutiérrez, que destaca que desde hace muchos años, en países como Reino Unido o Portugal “la enfermería española y la de Almería han estado muy bien consideradas”.

De hecho, los estudios de Enfermería en la Universidad de Almería (UAL) destacaban en el último ránking de Shanghái, publicado a finales de 2023. En él, la de Almería era la segunda de España, tras la de Barcelona. Un orgullo para esta ‘chica de la Bola’ que, tras finalizar sus estudios y pasar un año en el recién creado Hospital de la Macarena de Sevilla, comenzó la carrera de profesora en la misma escuela donde había estudiado, luego convertida en Facultad de Ciencias de la Salud de la UAL.

Con esta experiencia, asegura que “para estudiar Enfermería hay que tener vocación, porque si no es duro estar con la enfermedad y los pacientes”. Asimismo, es clave ofrecer un trato humano. “Cuando entras en la habitación, si dices buenos días, echas una sonrisa y preguntas que cómo está, tardas el mismo tiempo que si no lo haces, y para los pacientes es lo que más vale”, señala.

Pilar Herrero añade que hay que “ser cariñoso y tener paciencia y, sobre todo, ponerse en el lugar del que está malo”. Y su compañera añade que “en enfermería, hay que saber, saber hacer y saber estar, esas tres cosas son fundamentales”. Son los consejos de aquella primera promoción de enfermeras almerienses, que siguen transmitiendo su pasión por el cuidado a los enfermos.   

Homenaje a la primera promoción de enfermeras

Cada 12 de mayo se celebra el Día Internacional de la Enfermería y este año, para celebrarlo, el Colegio Oficial de Enfermería de Almería rendía homenaje a la primera promoción de Ayudantes Técnicos Sanitarios Femeninos (ATS) en la Residencia Sanitaria Virgen del Mar de Almería, la Bola Azul.

María del Mar García, presidenta del Colegio, felicitó a las protagonistas que, hace 50 años, “no solo recibieron un título, sino que abrazaron una vocación, un compromiso con el cuidado y la sanación que ha marcado la historia de la enfermería en nuestra provincia”.

Socorro Fernández, Pilar Herrero, Dolores Maldonado, Carmen Rodríguez y Maribel Gutiérrez fueron las representantes de las quince mujeres que se formaron en esa primera promoción en la Bola Azul, y recibieron una placa conmemorativa. “Pasan los años y las promociones, pero todas las enfermeras seguimos teniendo algo en común: el paciente es lo primero”, aseguraba Maribel Gutiérrez.

Al acto asistieron varias personalidades relacionadas con el campo de la salud. Gabriel Aguilera, vicerrector de Sostenibilidad, Salud y Deportes de la Universidad de Almería, destacó la labor de todos los enfermeros y enfermeras, sobre todo la del grupo de pioneras. Francisco José Barranco, responsable del Servicio de Planificación y Evaluación Asistencial, aseguró que los profesionales de la enfermería son “un pilar fundamental en el sistema sanitario”, que en los últimos 50 años ha evolucionado gracias a la “calidad humana y profesional de todas las enfermeras y enfermeros”. Miguel Jesús Rodríguez, vicedecano de Comunicación y Planificación Estratégica de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UAL, felicitó a todas las profesionales por su “labor y empeño”.

Tras estas intervenciones, Carmen González, enfermera y profesora de Enfermería de la Universidad de Almería, donde es también investigadora en el ámbito de la historia, ofreció una charla en la que hizo un recorrido por la historia de la enfermería en la provincia de Almería. Durante su conferencia, González destacó la gran evolución y el esfuerzo llevado a cabo por las profesionales para conseguir más visibilidad, reconocimiento laboral, el acceso a la investigación en el ámbito universitario y un plan de estudios equiparable al del resto de las titulaciones.

En este sentido, aseguraba que “no ha sido un camino de rosas y todavía nos queda mucho por hacer, las mujeres tienen dificultades para acceder a los puestos de responsabilidad”.

El acto concluyó con la entrega del Premio a ‘Enfermera del Año 2024’, a título póstumo, para María Victoria Sánchez Castro, enfermera del Hospital Universitario Torrecárdenas.

(Reportaje publicado en el número de julio de 2024 de la revista Foco Sur).

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.