El Centro Astronómico de Calar Alto celebra su 50º aniversario convertido en referencia mundial en descubrimiento de exoplanetas. Jesús Aceituno, su director, cuenta el estado actual, los planes de futuro y la historia que llevó a la construcción de este observatorio en la Sierra de los Filabres de Almería.
¿Cuál es la situación actual del observatorio de Calar Alto?
Fantástica. Las instalaciones de este tipo se miden por el número de resultados o publicaciones científicas que se sacan al año con los datos que se obtienen de los telescopios. Y este año hemos pulverizado todos los récords. Nosotros veníamos publicando unos cien artículos al año y en este hemos incrementado un 20% esa productividad, con en torno a 120 artículos. Y eso teniendo en cuenta que es básicamente con los resultados de dos telescopios. Es un resultado fantástico, si lo comparamos con la tasa de publicación de otros observatorios con muchísimos más telescopios. Es el primer indicativo de que el estado de salud de Calar Alto es muy bueno para una instalación que cumple su 50º aniversario. También, el número de peticiones que recibimos para hacer uso de las instalaciones, que cada semestre va en aumento. Ahora estamos entre el 200% y el 300% de sobrepetición de uso de los telescopios para cada noche.
¿Cómo funcionan esas peticiones?
Muchas de las peticiones que se hacen son ‘target de oportunidad’. Son eventos que ocurren durante una hora, una noche concreta, en un momento dado de esa hora; por ejemplo, un tránsito. Son eventos muy rápidos. En marzo y en septiembre lanzamos una llamada de interés a la comunidad, que nos manda sus propuestas. Un comité de expertos internacionales evalúa cuáles son las mejores desde el punto de vista científico y también tecnológico; para probar instrumentos, por ejemplo. Las que mejor puntuación tienen son las que consiguen ese tiempo, porque, como decía, hay más propuestas de las que podemos ejecutar. Solo tenemos 365 noches al año y hay que priorizar porque, para cada noche de observación, compiten entre dos y tres propuestas y solo se puede ejecutar una. Es un indicativo fabuloso del interés que suscita Calar Alto en la comunidad.
¿Qué tiene el observatorio de Calar Alto que lo hace único?
Se tiende a pensar que la potencia de un observatorio viene marcada por el tamaño de los telescopios. El tamaño, por supuesto, es muy importante, porque los telescopios, al fin y al cabo, son colectores de luz. Pero una segunda parte que hace distintiva a un observatorio respecto de otro es la instrumentación que se acopla a esos telescopios. Es decir, lo que vamos a hacer una vez que la luz se recoja y se grabe en un disco duro. Ese paso intermedio es la tarea fundamental de los intrumentos: espectrógrafos, fotometros, cámaras de lectura rápida, cámaras de gran campo, cámaras que ven en otros colores, como por ejemplo el infrarrojo… Cada década, el observatorio se embarca en identificar qué ciencia está todavía sin explorar en el ámbito de la astrofísica; y si para ello hay que desarrollar un nuevo instrumento, se hace. Eso te da una ventaja única, porque estás desarrollando un instrumento para una tecnología que no existe en otros sitios. Por tanto, aunque en otros sitios haya telescopios de mayor tamaño de los que hay en Calar Alto, no podrán hacer esa ciencia porque no tienen el instrumento. Evidentemente, en otros sitios se pueden plantear hacer el instrumento que tú tienes, pero por norma general, la construcción de instrumentos lleva años y es una labor millonaria. Además, la competencia entre los observatorios no va por ahí. Se trata de cubrir las parcelas de la astrofísica que aun no están cubiertas y, afortunadamente, son tantas las que hay, hay tanto por descubrir ahí fuera, que no nos peleamos entre los observatorios por ver quién cubre qué.
¿Y cuál es la especialidad del observatorio de Almería?
Ahora mismo, nuestra especialidad es el instrumento CARMENES, que tiene el mismo nombre que el proyecto científico que se está desarrollando, el descubrimiento y caracterización de planetas fuera de nuestro Sistema Solar, que sean como la Tierra y que, potencialmente, se encuentren en la zona de habitabilidad. Las características de este instumento, que lleva funcionando desde 2016, son únicas, no hay otro igual que CARMENES. Es un espectrógrafo de muy alta resolución, muy estable, que funciona simultáneamente en un rango de colores que va desde la parte visible de la luz hasta la parte infrarroja, que es lo que lo hace único. Espectrógrafos de alta resolución hay mucbos, pero no tienen tanta cobertura. Eso nos da una ventaja fundamental respecto a otros espectrógrafos que hay en otros observatorios que están buscando planetas del tipo de la Tierra.
CARMENES pretende detectar las alteraciones gravitatorias que el planeta produce sobre la estrella. Básicamente, intentamos medir el movimiento de oscilación que tiene una estrella y que siempre se produce cuando un planeta la está orbitando. Lo que pasa es que ese movimiento de oscilación también se puede producir porque la propia estrella tenga mucha actividad, tenga muchas explosiones nucleares, y eso puede dar un falso positivo. CARMENES, al tener la posibilidad de ver desde la parte visible hasta la infrarroja, puede detectar cuándo es actividad estelar, porque se ve en uno de esos colores. De hecho, misiones de NASA, como TESS, que también está centrada en la búsqueda de exoplanetas en condiciones de habitabilidad, en muchas ocasiones tienen que acudir a CARMENES para ver si la oscilación que están midiendo está provocada por la actividad estelar o es un positivo real. Nosotros hemos invertido entre 50 y 60 noches en TESS.
¿En qué proyectos se está trabajando de cara al futuro?
Ahora estamos embarcados en el desarrollo del instrumento para la próxima década, que se llama TARSIS, con el que empezamos en 2022. Cada década, aproximadamente, hay que renovarse, porque el desarrollo para un telescopio lleva asociado un programa científico que tiene un periodo de tiempo, no puede estar 30 años estudiando lo mismo. Así que en 2020 lanzamos una llamada para explorar en la comunidad qué les interesaría de los telescopios de Calar Alto. Se presentaron diversas ideas con los programas científicos y después de un proceso de selección, salió el programa TARSIS, que es un espectrógrafo también, con unas características de campo de visión, de rango y longitud de onda, el rango de colores y la resolución, que lo van a hacer único en el mundo, porque será un espectrógrafo con un campo de visión muy grande. Va a estudiar las propiedades de las galaxias en una época del universo que fue muy curiosa porque las estrellas crecían un 25% más rápido que lo que hacen ahora. Eso ocurrió aproximadamente hace unos 2.000 millones de años y de buenas a primeras el proceso se cortó, y no entendemos muy bien por qué. TARSIS pretende dar respuesta a eso, rellenar un hueco en ese rompecabezas que hay desde que se produjo el Big Bang hasta nuestra época.
Hablando de orígenes, ¿qué llevó a montar un observatorio en Almería?
La historia se remonta a 1967, que es cuando la entonces República Federal de Alemania toma la decisión de construir un gran observatorio en la Europa continental. Para eso, se lanzan diferentes campañas meteorológicas donde se medían la temperatura, la humedad, la cobertura de nubes y la turbulencia atmosférica durante la noche, para determinar cuál era la mejor ubicación, porque se trataba de una inversión millonaria. Se hacen entre ocho y diez prospecciones de este tipo repartidas por la costa mediterránea, incluido el norte de África, y la que mejor sale, tanto por los valores meteorológicos como por estar en el continente europeo, es la de la Sierra de los Filabres. La campaña finalizó en 1970 y en 1973 se publican en el BOE los acuerdos entre la República Federal de Alemania y España para dar lugar al observatorio de Calar Alto. Para completarlo, hubo que llegar a 1984. En esos once años se construyeron las cúpulas, la red de túneles subterráneos que comunican esas cúpulas, la zona de laboratorio, la de mantenimiento… Y en 1984 se finaliza la construcción del telescopio más grande, el de 3,5 metros. Antes, el telescopio de 1,23, que es el diámetro del espejo principal, comenzó a funcionar y dar resultados científicos en 1975. Y en 1979 comenzó a funcionar el telescopio de 2,2.
En estos 50 años, ¿cuáles han sido los momentos clave?
En primer lugar, el proyecto CARMENES, que es de los más exitosos que ha habido en el observatorio. De momento, ha descubierto unos 60 exoplanetas, y seguirá durante la siguiente década. De esos 60, trece son muy parecidos a la Tierra y están en condiciones de habitabilidad, con una temperatura en superficie que los podrían hacer habitables. Incluso hemos comenzado con el estudio de la composición química de algunas de las atmósferas. Otro que tuvo muchas repercusión mediática, en 1994, fue la primera colisión filmada en tiempo real de un cometa sobre un planeta de nuestro sistema solar. Fue el cometa Schoemaker-Levy 9, que colisionó contra Júpiter y nos enseñó lo destructivo que puede ser este tipo de objetos. Calar Alto fue la primera estación en grabarlo en todo el mundo.
Eventos de este tipo se han dado muchos, y también de apoyo a misiones espaciales en momentos clave. En 2004, la misión Deep Impact de NASA pretendía lanzar un artefacto de unos 300 kilos de peso para chocar contra un cometa y ver el efecto que tenía sobre ese cometa. Solo doce horas después de que se produjera esa colisión, lo estábamos grabando con el telescopio de 2,2, para entender también cómo es el interior de ese cometa.
Otro de los programas exitosos del observatorio es el programa CALIFA, que midió todas las propiedades que entonces era posible medir de un total de 600 galaxias, y esa información se puso a disposición de la comunidad internacional para que pudiera beneficiarse de ella. Es uno de los llamados ‘programas legado’, porque es un legado que el observatorio hace a la sociedad científica. El número de publicaciones y referencias que ha tenido este programa es increíble, con más de 300 publicaciones y cerca de 6.000 citas, lo que es una auténtica barbaridad.
Hace poco, en una comisión en Estados Unidos, un militar aseguraba que conservan tecnología y restos biológicos de procedencia “no terrestre”. ¿Qué te parace una noticia así?
Nosotros, todas las noches del año, durante muchísimas décadas, estamos mirando el cielo y el tema de la vida extraterrerestre es un problema de primer nivel para la comunidad científica. Si mañana yo soy capaz de demostrar que existe vida extraterrestre, sería candidato al Premio Nobel. Es algo que me interesa, a mí como científico y a toda la comunidad, pero hay que darle una explicación científica. El hecho de que haya artefactos que hayan podido llegar aquí me genera dos cuestiones. Una es que siempre tendemos a dar una explicación mística o paranormal a lo que no conocemos, cuando hoy en día hay un montón de eventos que se explican por la ciencia pero que la gente, al no tener la base, citaría como avistamientos. La mayor parte tiene explicación científica y, cuando no la tiene, hay que seguir buscándola, siempre aplicando el método científico.
Y la segunda es que tener un contacto con una civilización que nos llevara millones de años de evolución me genera un problema filosófico. Intenta comunicarte tú con una especie a la que le llevaras millones de años de evolución; por ejemplo, las bacterias que tienes en el móvil. Pueden percibir una conversación pero no serán conscientes de ello y tampoco podrán entender nuestro lenguaje. Así que especies separadas genéticamente por millones de años de evolución tendrán un problema de entenderse, porque ni tú ni yo somos capaces de comunicarnos con un mosquito con el que compartimos el 50% de nuestro código genético, así que imagina con una especie con la que no compartiéramos nada.
Cuando NASA manda una señal al espacio para decir “estamos aquí, somos inteligentes”, nosotros no sabríamos cómo escuchar ese mensaje. Así que si dentro de una misma civilización habría problemas, imagínate con otra con la que no se compartan tecnología ni lenguaje. De todas formas, por la edad del universo, es relativamente joven. Para que tú y yo estemos hablando han sido necesarios aproximadamente unos 4.600 millones de años de evolución. Y antes, al principio del universo, también hicieron falta unos miles de millones de años para que se formaran las estrellas y las galaxias tal y como las conocemos. Así que el universo sigue siendo demasiado joven para que las civilizaciones hayan podido desarrollar tecnologías que puedan salvar las distancias insalvables que ahora mismo hay. Pueden existir, pero los esfuerzos de la comunidad científica se centran en encontrar los entornos donde pensamos que se puede dar vida, lo que no excluye a otros entornos en los que no sospechamos que se pueda dar la vida. Esa creo que es la aproximación correcta.
Para terminar, ¿qué aporta a Almería la existencia del observatorio?
Calar Alto aporta un punto de referencia en cuanto al desarrollo de tecnología de última generación. Competimos de tú a tú en muchas de las parcelas científicas y tecnológicas, tanto con NASA como con la Agencia Espacial Europea, y es un referente indiscutible para la astrofísica mundial, tanto en la formación de nuevos científicos, como en descubrimientos. El observatorio de Calar Alto es un exponente indiscutible de la vanguardia de la astrofísica moderna.
(Entrevista publicada en el número de septiembre de 2023 de la revista Foco Sur).


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