Un grupo de amigos toma cañas en un bar. Charlan de esto y de aquello. De fútbol, política, vacaciones, películas, bares recién descubiertos… También, de los niños, que esta vez se han quedado con la abuela, con el tío, con la niñera. Alguien, en un momento dado, saca a relucir un asunto que suele ser controvertido: la renta básica garantizada. Ese sueldo que se tendría por el hecho de ser ciudadano de un país. Todos miran al o la que haya sacado el tema con cara de asombro: “Es que entonces no trabajaría nadie”.
En este grupo de gente, hay quienes trabajan por un sueldo y quienes no. Quienes no cobran, quiero decir, aunque trabajen. Por ejemplo, una de las mujeres es ama de casa. Podría ser también uno de los hombres, que es el que cuida de los niños y la casa, o de su madre anciana y dependiente, porque está en paro. O porque es artista y espera su momento de gloria. En la mayoría de las ocasiones, en cualquier caso, será una mujer. Quizás no hayan caído en la cuenta, pero llevan mucho tiempo trabajando sin cobrar. Algo que esa renta básica compensaría.
Distintos organismos han teorizado sobre este asunto, que nace además en Facultad de Economía de la Universidad de Lovaina, poco sospechosa de comunismo. En los últimos tiempos, según cuenta en este artículo el miembro de ATTAC José Antonio Pérez, el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha llegado a calcular el aumento del PIB en la Comunidad de Madrid que supondría que el trabajo de ama de casa se remunerase. Nada menos que un 55%. En euros, 55.500 millones anuales. Como el dinero sobra, a nadie en el Gobierno madrileño ni en la oposición parece interesarle el dato. Ahora, imagen que se extrapola ese dato al total del país, comunidad a comunidad. De risa, ¿no?
En ese mismo artículo, Pérez se hace eco de un curioso experimento propuesto por el sociólogo estadounidense Alvin Toffler. Este se plantea, con más ironía que otra cosa, que cada ama de casa del país intercambie sus labores por las de su vecina, cobrándose mutuamente una idéntica cantidad de, por ejemplo, cien dólares. Solo con eso, el PIB de Estados Unidos crecería un 10%. ¿Por qué entonces no interesa a nadie discutir en serio sobre este asunto?
Cuando en el grupo que tomaba cañas hace un rato ha saltado la voz que daba por hecho que “entonces no trabajaría nadie”, nadie ha tenido la idea de argumentar que en ese mismo instante su madre, padre, hermana o hermano, quien sea, estaba trabajando sin cobrar. Algo que, por lo visto, todos toman como algo lógico, normal. Y luego nos extrañamos de que estén las cosas como están.
Una sociedad en la que se admite como normal y válido que ciertas tareas puedan realizarse por amor al arte, a la vez que escandaliza una propuesta que según teorías de origen liberal (en el sentido Europeo de la palabra; es decir, conservador) no solo dinamizaría la economía, sino que además supondría un reparto más justo de los recursos, es una sociedad hipnotizada, domada y voluntariamente ciega. Y en esa situación, cualquier presunta mejora de las condiciones solo será un espejismo por el que nos felicitaremos, aunque durará lo que tarde en reventar la siguiente burbuja. Hasta que los que se benefician con las crisis decidan que ya es hora de ponerse a jugar de nuevo con nosotros.
(Foto de DrMark).
Muy bueno y muy oportuno!Mi amiga Natalia Quiroga lleva años investigando eso que llaman economía feminista, y una de sus ideas más interesantes tiene mucho que ver con este texto: la crianza de los hijos, el cuidado de la casa y de las personas dependientes se ha relegado a la esfera privada; se ha dejado en manos de las familias, y en el ámbito de lo femenino, cuando se trata de labores indispensables para el desarrollo de la sociedad. Así es como, durante siglos, se ha conseguido que, aunque han trabajado tanto o más que los hombres, las mujeres siguieran dependiendo económicamente de los hombres. Otra gran estafa global.¿Por qué no comenzar cuestionándonos qué tipo de trabajos están remunerados y cuánto?
Me gustaMe gusta
Pues sí, podríamos comenzar por ahí. O al menos por algo, jajaja. Lo de tu amiga es lo que se cuenta en uno de esos estudios que cito, y que explica más en detalle José Antonio Pérez en su artículo enlazado. Así de memoria, recuerdo que el trabajo de ama de casa se dividía en el de cuidadora de guardería, cocinera, limpiadora, etc… Se estimaban las horas dedicadas a cada tarea y se establecía un sueldo semanal aproximado. Una pasta, dicho sea de paso. Gracias por pasarte y comentar, por cierto
Me gustaMe gusta