El cambio climático amenaza al campo almeriense

El aumento de temperaturas y de fenómenos climáticos extremos provocará una caída de producción y de calidad, con unas pérdidas de más de 1.280 millones de euros en el sector hasta 2030. Los expertos señalan soluciones pero hay que trabajar en ellas sin dilación.

Menos agua, menos producción, descenso de calidad… El panorama que afronta el campo almeriense si se cumplen las previsiones sobre efectos del cambio climático no invita al optimismo. En la tierra que ha logrado el milagro de convertirse en huerta de Europa a pesar del déficit hídrico recurrente, el aumento de temperaturas, sequías y fenómenos climáticos adversos pondría aun más difícil la situación a agricultores y ganaderos, que asumirían unas pérdidas de 1.288 millones hasta 2030. Si no se pone remedio antes a lo que viene.

El cambio climático es una realidad ya, según confirman los expertos. La única incertidumbre es cuánto modificará las actuales cifras meteorológicas: si subirá la temperatura, de media, un grado, dos o cuatro; cuántos días de sequía más al año tendremos; con cuánta frecuencia arrasarán el campo DANAs, granizadas y demás fenómenos extremos, cada vez más frecuentes. Las posibilidades son diversas, pero con un denominador común: en todas las opciones, la situación será peor a la actual. Solo queda saber cuánto peor.

La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) ha elaborado un informe, ‘Más claro el agua: Impacto del cambio climático en la agricultura del arco mediterráneo’, en el que alertan sobre este problema, cuyos efectos, apuntan, ya se están comenzando a ver. Y cada vez con más frecuencia. En él, además, proponen vías de actuación para minimizar el impacto de los efectos del cambio climático sobre la zona.

Más temperatura y fenómenos extremos

Lo primero que dejan claro es que el cambio climático no solo implica un aumento de temperaturas; también trae consigo fenómenos climáticos adversos extremos, como tormentas o granizadas, cada vez más frecuentes. Así, mientras que estos pueden arrasar cultivos, el aumento de temperaturas lleva a una reducción del rendimiento en esos mismos cultivos.

La situación es especialmente complicada porque, como explica Jorge Fraile, responsable del Área de Riesgos Climáticos y Seguros Agrarios de COAG, “al aumento de las temperaturas el agricultor se puede ir adaptando, pero hacerlo a los fenómenos climáticos extremos se muy difícil, porque no sabemos cuándo y cómo suceden, ni a qué intensidad, por lo que la previsión es imposible”.

Un problema añadido es que en la zona del Mediterráneo ya se está en situación de escasez de agua, que el cambio climático agravará, con amplios periodos de sequía, que serán cada vez mayores según las proyecciones del estudio. En este sentido, para 2030, en la zona mediterránea, las necesidades hídricas aumentarán un 50% respecto a las actuales. Sin embargo, tendremos menos agua.

Así, en el mejor de los escenarios planteados, con un aumento de la temperatura media de 1,5ºC en 2030, Almería pasaría de tener 106 días de media de sequía a 114; en El Ejido, de 102 a 110; en Carboneras, de 94 a 105; y en Vera, de 92 a 103. Si la subida media de temperaturas es mayor, de 2, 3 o incluso 4ºC, los periodos de carencia hídrica serían más amplios.

El rendimiento de los cultivos también se vería perjudicado por este aumento de temperaturas. Así, en ese mismo mejor escenario, el del olivar caería entre un 17% y un 23% en 2030, comparado con el actual. Lo mismo sucedería con la producción de cítricos y frutos secos como la almendra. En estos casos, se prevé que el aumento perjudique la floración de las variedades más tardías y que haya una reducción de la polinización. Asimismo, los frutos serán de peor calidad y el rendimiento en general será menor.

Otro de los efectos de este aumento de temperatura es que la escasez endémica de agua en Almería sería aun mayor. Eso, en una provincia en la que el 90% de los cultivos son de regadío y que ha sabido adaptarse al déficit hídrico con una gestión ejemplar del recurso.

Descenso en las reservas de agua

Según el estudio, un aumento de 2 grados conllevará que la recarga de acuíferos y la escorrentía en 2030 desciendan, ambas, hasta quedar en un 15% de la cantidad actual. Y en el denominado mejor escenario, con una subida de ‘solo’ 1,5ºC, la bajada sería del 12% para el caudal de agua y del 13% para la recarga de acuíferos. Además, en desalinización, podría haber una reducción de hasta el 20% de la cantidad dedicada al campo, porque habría que satisfacer otras demandas.

“Con la gestión que se haga del cambio climático y del agua, estará en juego la seguridad alimentaria de España y, probablemente, de gran parte de Europa”, apunta Fraile, que recuerda que las fugas de agua desde la captación hasta el lugar de riego suman el 16% del total del recurso, en un país que destina a uso agrícola el 78% del agua declarada. Solo en la cuenca mediterránea andaluza, se necesitan 1.178 hectómetros cúbicos para cubrir la demanda.

Estos efectos, por otra parte, se vienen comprobando en los últimos años, sobre todo con los destrozos provocados por los fenómenos extremos, como las DANAs o las heladas, y también, tal cual está sucediendo ahora, por la persistencia de la sequía, que ha llegado a límites nunca vistos hasta ahora.

Lo corroboraba Miguel Padilla, secretario general de COAG, en la presentación del estudio: “A nivel nacional ya tenemos una pérdida de valor de la producción del 6% anual por los desastres climatológicos que estamos teniendo”. En ese sentido, señalaba que “si hay una reducción del 6% de la producción, eso repercutirá sin duda alguna en el consumidor”.

Padilla contaba otro ejemplo de cómo el cambio climático está afectando a los cultivos. En su finca produce brócoli y, en los dos últimos años, en invierno ha tenido que plantar “la variedad de brócoli de verano”, porque si lo hacía con la que tocaba, la de invierno, no salía adelante debido a las temperaturas.

1.288 millones de pérdidas

Por estos motivos, los agricultores y ganaderos se ven a sí mismos como los grandes perjudicados del cambio climático y piden que se actúe ya para minimizar las consecuencias, contando con que, sea en menor o mayor medida, los efectos son inevitables a estas alturas. De hecho, según avanzó Padilla, solo en Almería, se calculan “unas pérdidas, entre 2023 y 2030, de 1.288 millones de euros”.

“Estamos al inicio de un nuevo periodo del programa de desarrollo rural en Andalucía, en la que se está trabajando ya en las órdenes de incorporación, y tenemos ya una orden de modificación de estructuras que se va a centrar, sobre todo, en los invernaderos, y esto nos va a llegar en los próximos años, con un presupuesto importante para Andalucía y Almería, pero tiene que tener en cuenta que nos enfrentamos a estas situaciones”, asegura Andrés Góngora, secretario general de COAG Almería.

En esta línea, añade que “necesitamos un plan de estructuras agrarias muy potentes, porque necesitamos mejorar nuestras estructuras de producción”. Y aunque reconoce que “el invernadero de Almería es sencillo y no se necesitan grandes tecnologías para sacar unas producciones razonables”, da por hecho que, como se apunta en el estudio, “nos van a llegar condiciones climatológicas cada vez más duras”.

Asimismo, considera que el cambio climático hay que tenerlo en cuenta a la hora de elaborar el reglamento de incorporación de jóvenes al campo, ya que en la actualidad no se tiene en cuenta que las condiciones son cada vez más adversas y eso dificulta que los jóvenes se animen a dedicarse a la agricultura o la ganadería.

En este sentido, Góngora recuerda que el problema de la despoblación, aunque no afecte al litoral, es una amenaza muy real en el interior de la provincia, donde “tenemos casi 56.000 hectáreas de frutos secos, muchas más que de invernaderos, pero no hay jóvenes que se quieran incorporar”. Las cifras lo dejan claro, con una producción este último año que se ha quedado en un 30% de la que se consideraría normal; y eso teniendo en cuenta que “solo en uno de cada cinco años tenemos una cosecha normal”. Por eso, añade el secretario provincial de COAG, “los cultivos de interior no son atractivos, igual que la ganadería”. Y según el estudio, los frutos secos están entre los cultivos que se calcula que se verán más perjudicados de aquí a 2030 por el cambio climático en nuestra provincia.

Para evitar el abandono de estos cultivos, Góngora considera que “es fundamental un diseño de nuevas estrategias a la hora de desarrollar la agricultura y la ganadería en el interior de nuestra provincia”. E insiste en que “vienen momentos difíciles y, o se toman decisiones importantes teniendo en cuenta el cambio climático, o difícilmente se va a sostener la economía en el interior de la provincia”.

Sequía de inversiones

El secretario general de COAG Almería recuerda además que “no solo hay que hablar de sequía cuando no llueve”, ya que “en Almería tenemos otra sequía, la sequía inversora”. En este sentido, señala que el sector lleva años reclamando que las desaladoras de la provincia aumenten su capacidad de desalación. “Es la mejor inversión que una administración puede hacer, porque las dos que la administración tiene puestas en marcha están funcionando, casi desde el primer minuto, al cien por cien, por lo tanto, la recuperación de esa inversión es inmediata”, asegura. En esta misma línea, apunta que “en aguas desaladas, nuestro modelo es el de que estén en manos de la administración, que tiene que ser corresponsable”.

Los agricultores no solo reclaman más agua desalada, contando además con el panorama que se avecina a causa del cambio climático. Góngora deja claro que “tienen que venir los recursos de allí donde estén”. Esto incluye trasvases, además de las reclamadas “inversiones importantes” en desalación y en depuración de agua.

En este último caso, reconoce que es necesario explicar cómo las aguas regeneradas pueden ayudar al campo, ya que a día de hoy existe mucho rechazo entre los agricultores a regar sus cultivos con agua de esta procedencia. “Hay que enseñar a usar bien esos recursos, no podemos desperdiciar nada”, afirma Andrés Góngora.

Con las previsiones del estudio sobre los efectos del cambio climático en la agricultura, el futuro se vislumbra complicado, pero con un rayo de esperanza.“El panorama es muy catastrofista pero se puede atajar”, asegura Jorge Fraile, que insiste en que “hay que ser consciente de que el cambio climático está aquí, que es una situación a la que nos estamos enfrentando y cuanto antes la atajemos y comencemos a tomar las medidas necesarias, lo haremos de una mejor manera”.  

Cómo luchar contra las consecuencias del cambio climático

El informe ‘Más claro el agua: Impacto del cambio climático en la agricultura del arco mediterráneo’, elaborado por la organización agraria COAG, no deja lugar a dudas: la situación de los agricultores y ganaderos irá a peor en los próximos siete años… si no se toman desde ya las medidas adecuadas para combatir y revertir en lo posible los efectos previstos por los autores del estudio.

“Hay que tomar medidas que hagan sostenible el uso del agua, que permitan la recarga de los acuíferos y que permitan poder seguir haciendo uso de ellos”, apunta Jorge Fraile, responsable del Área de Riesgos Climáticos y Seguros Agrarios de COAG. Asimismo, considera necesario “continuar con la tecnificación de los sistemas de riego, Almería es una provincia especialmente tecnificada, pero hay que continuar modernizándose, con prácticas agrícolas más sostenibles, hasta alcanzar un uso más eficiente del agua”. Y reclama también “una planificación hídrica más integral, que implique a todas las partes”.

Son unos objetivos que necesitarán del apoyo de las administraciones, porque, entre otras actuaciones, implica la construcción de más desalinizadoras, “imprescindibles, entre otras medidas, para poder regenerar los acuíferos y para poder abastecer la demanda de agua que en el futuro va a haber, con un 50% más de necesidades hídricas”. En este sentido, Fraile señala que “la desalación tendrá que ser accesible y la Administración tendrá que dar el apoyo necesario, porque si no, no podrá estar al alcance de todos”. Por otra parte, insiste en la necesidad de continuar con la tecnificación de regadíos, entre otros motivos para acabar con las pérdidas de agua, que llegan al 16% de la cantidad que se destina a riego. Asimismo, apuesta por dar un impulso a la regeneración de aguas para reutilización.

En esta línea, Aránzazu Martín, delegada territorial del Gobierno de la Junta de Andalucía en Almería, recuerda “todas las infraestructuras hidráulicas que estamos llevando a cabo en Almería para minimizar el impacto del cambio climático, más los Decretos de Sequía y medidas complementarias como la dotación de 8 millones de euros a universidades y entidades de investigación en I+D+i en temas de agua”. Asimismo, considera que es “un recurso fundamental” el de las aguas reutilizadas, por el que el Gobierno andaluz está apostando fuerte con obras de modernización de EDAR, construcción de nuevas plantas y conexión de terciarios para la agricultura. “No podemos desdeñar ningún tipo de recurso que nos pueda generar agua”, asegura la delegada.

Martín recuerda también que se van a conceder ayudas a los ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes para que ejecuten obras para acabar con las pérdidas de agua. Y también, la restauración de ramblas y cauces, para minimizar los efectos de las DANAs que afecten a la provincia. “En Almería sabemos mejor que nadie que el agua no es solo para beber, sino también y fundamentalmente para comer, por lo que la prioridad de la Junta de Andalucía es seguir dotando de medios y recursos a nuestros agricultores”, asegura.

Asimismo, la delegada del Gobierno recuerda que “las comunidades no podemos ir solas, necesitamos un Pacto Nacional del Agua”, y añade que “la unión debe ser el principio que inspire en materia de agua, nunca la discordia. El único enemigo a combatir es la sequía y el cambio climático”.

Seguros adaptados al cambio climático

Otra medida que desde la organización agraria consideran necesaria es la creación de un seguro agrario adaptado al cambio climático. “Hasta ahora ha sido una herramienta esencial para el agricultor, una de las joyas de la corona del Ministerio de Agricultura, pero estamos viendo que con el cambio climático, con el aumento de situaciones adversas, el seguro se está quedando atrás, con aumentos de tarifas muy elevados y disminuciones de garantías, todo ello relacionado con esos fenómenos adversos”, asegura Fraile. Así, señala que la manera de adaptar el seguro al cambio climático es incentivar la contratación del seguro para que haya cada vez más asegurados y se puedan asegurar con unas tarifas más asequibles.

En este sentido, propone que cuando el agricultor o ganadero reciba una subvención, “tenga que contratar una cobertura básica que permita ir nutriendo el sistema de seguros y, al agricultor o ganadero, tener una protección ante estos fenómenos climáticos”. También, que las administraciones realicen aportaciones exclusivas para asumir las indemnizaciones extraordinarias derivadas del cambio climático. Y por último, dejar bien definido qué se entiende por fenómenos climáticos adversos.

(Reportaje publicado en el número de mayo de 2024 de la revista Foco Sur).

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