Realidad y ficción: lo demás no cuenta


Miguel Blanco

Ginés Cervantes, pintor: «Ahora hay muchos pintores buenos en Almería, con las mujeres bastante por encima»

Es uno de los artistas más relevantes de las últimas décadas en Almería y uno de los impulsores de la entrada del arte almeriense en la modernidad y la vanguardia. La obra de Ginés Cervantes se ha visto en cerca de 200 exposiciones, unas 40 de ellas individuales, y en ferias de prestigio como ARCO, donde ha participado en varias ediciones. A sus 85 años, mantiene la inspiración y sigue pintando todos los días en su estudio.

¿Cómo surge tu vocación por el arte?

Desde que yo era niño, dibujaba cómics. Copiaba ‘El Guerrero del Antifaz’ y las cosas de aquella época. Como mi padre vio que me gustaba aquello y en Huércal-Overa no había instituto de Bachillerato, para prepararme para el ingreso mi padre me llevó a un señor que era maestro y pintor, y me daba clases de dibujo. Tenía unos 9 años. Después, un tío mío que era aficionado a pintar me inició. Recuerdo que lo primero que pinté fue un bodegón de una estampa que tenía él. Y después, de un libro que él tenía, un florero pintado por Genaro Lahuerta, el que después fue decano de la Escuela de Bellas Artes donde yo estudié, la San Carlos, que ahora es la Facultad, en Valencia.

Antes de estudiar, estuve trabajando en muchas cosas distintas. Cuando terminé el servicio militar, ni siquiera pasé por casa, me fui directamente a Barcelona y allí estuve trabajando en varias empresas, como Artes de Arcos. Era al principio de los años 60. Luego volví a mi pueblo a trabajar en Cuétara. A los 28 o 29 años, tenía una novia que vivía en Valencia. Pensando en casarnos, me dijo que me fuera allí a estudiar Bellas Artes y mientras vivíamos de lo que ella ganaba, porque trabajaba. Me fui y a los tres meses habíamos roto, así que empecé a trabajar con un pintor que tenía un negocio con estudiantes de Bellas Artes para enviar cuadros a Estados Unidos. A mí me encargó que copiara láminas de un pintor, de obras de tipo romántico.

¿Cómo fue tu paso por la Escuela?

El primer año la abandoné, porque era el delegado de curso y tuve algún encontronazo con Genaro Lahuerta. Uno fue cuando las Escuelas de Arte se convierten en Facultades y los más románticos pretendíamos que no fuera así. Tuvimos una cantidad de líos tremendos con el profesorado. Algunos pintaron de colores las estatuas que había por toda la Escuela, un disparate. Y el decano me dijo que no me iba a aprobar en la vida.

Uno de los estudiantes, que cantaba y tocaba la guitarra, me propuso hacer un viaje largo a Ginebra. Él tocaba la guitarra y yo pasaba la gorra. Estuvimos un año, primero en Ginebra, luego en París, en Bruselas y en Ámsterdam. En Ginebra vivíamos de lo que él cantaba, pero en París había muchísima competencia, gente que cantaba de todos los países, muchísimos hispanos, y vivíamos más de lo que yo hacía. Entrábamos en bares de poca categoría y en los manteles de papel yo dibujaba a los clientes, que nos invitaban o nos pagaban una cantidad. También íbamos a Montmartre a dibujar a la gente. A la vuelta, sigo en Valencia y me presento por libre a los exámenes. Los profesores me recomendaban que trabajase en la calle y les llevara los cuadros que iba pintando. Uno de ellos me propuso que cuando acabara de estudiar me fuese de profesor a un instituto, y me fui a uno en Vilanova i la Geltrú.

¿Cuáles eran tus pintores de referencia en aquella época?

Eran los clásicos, Van Gogh, Monet, Picasso. Pero no fueron estos los que más me influyeron. Cuando hacía el servicio militar, en Madrid, iba todos los domingos al Museo del Prado. Allí me dedicaba a estudiar a Goya. Mi pintor por excelencia era Goya y esa huella expresionista es la que me va a marcar a mí durante mucho tiempo. Años después, en la carrera, cuando estoy terminando, mi pintura es expresionista totalmente.

¿Cómo era el panorama artístico de Almería cuando regresas?

Cuando vengo a Almería en 1979, después de aprobar las oposiciones, me encuentro con que había gente pintando uvas y gente pintando La Chanca. Yo venía con una idea muy de choque y absolutamente distinta, que ya había pasado por España en los años 50, con el grupo El Paso en Madrid y el grupo Dau Al Set en Barcelona, de una gran modernidad. Afortunadamente, encuentro mucha gente joven que encaja conmigo. Hago una exposición en la Galería Argar, cuyo dueño había sido profesor mío en Huércal-Overa, Cantón Checa, que me lleva a una cena con Perceval y todos los pintores de entonces de los Indalianos. Me reciben muy bien pero hay un enfrentamiento. Un sacerdote íntimo amigo de ellos, Bartolomé Marín, que dirigió la tertulia de los Indalianos una vez muerto Perceval, me dibujó en un libro con un indalo hacia abajo, significando que yo era contrario a la pintura almeriense. Lo que quería Perceval era retornar a una pintura grecorromana, prácticamente. Mucha gente joven se adhiere a un grupo que empezamos a formar, gente muy contraria a ese tipo de pintura y que empezaba a hacer abstracto, arte pop, un montón de cosas, ajenas a lo que ellos iban haciendo. Ellos no cambiaron nunca lo que hacían, a excepción de Capuleto, que sí tenía cierta modernidad.

En tu carrera, has pasado por muchos estilos. ¿Qué te iba inspirando?

A mí, la cabeza humana era lo que más me interesaba. Pero sigo siendo expresionista hasta cuando empiezo a pintar paisajes. Yo consideraba que el paisaje es lo más sencillo de pintar, porque si te sale una rama de un árbol mal, no importa, no es apreciable. Pero si haces una cabeza y falla algo, lo ves inmediatamente. Así que el paisaje es lo más sencillo, después el bodegón y, por último, la figura.

Yo he pintado por series casi siempre. He cogido un tema y hasta que no lo he explotado no he cambiado a otro. A principios de los 90 vino a Almería Juan Manuel Bonet, que luego fue director del Museo Reina Sofía, para hacer una selección de pintores y llevarlos a Madrid, Barcelona, Valencia, Murcia, Sevilla y Almería. Había que llevar cinco cuadros de las mismas características y yo llevé unos inspirados en Cabo de Gata. La gente se preguntaba si era abstracto o expresionista y Bonet dijo que era figurativo. Yo le había puesto de nombre ‘Evocación de un paisaje’.

Y de todas esas series, ¿cuáles son las que más se acercan a lo que tú quieres pintar?

Lo que más se acerca, casi, es lo que estaba pintando al final de la carrera. Entonces estaba pintando de una forma brutal. Mi referencia podría ser Saura. Me acuerdo que pinté una serie sobre el bufón Sebastián de Morra de Velázquez. Sobre esa cabeza, y el cuerpo entero, hice unos treinta cuadros, pero en los que sale gritando. Esa pintura de entonces, muy expresionista, quizá sea la que más me gusta. Y la inspirada en Cabo de Gata. No son las que más han gustado a la gente, ni mucho menos. A la gente lo que le gusta es cuando la botella se parece a una botella y el vaso, a un vaso. Le gustan los paisajes, porque yo he creado paisajes, pero de memoria y aunque muchos de ellos tienen la fuerza de mis buenos cuadros, la mayoría no.

Otra serie que me gusta es la de los toros. Estuve cuatro años trabajando en esa serie. Hice escultura, cerámica, pintura y dibujo. Los últimos dibujos los estoy vendiendo ahora. La primera vez que se presentó fue en Murcia, en el año 2000. Pinté el sufrimiento, la muerte, el dolor del toro. Es una serie de la que estoy contento. Mientras la estaba pintando me ofrecen exponer en el Museo de Arte de Almería y llevé cuadros de toros pero también hice una nueva serie, ‘La espiral’, que daba título a la exposición, ‘Del círculo a la espiral’. Ese fue otro cambio, que me duró unos 40 cuadros. Me aconsejaron que siguiera por ahí, pero me canso. Mantenerme en una misma línea, me aburre, entonces lo dejo y empiezo a pintar otra cosa.

¿Ahora con qué estás?

Ahora he pasado por una serie sobre el erotismo, un cambio muy radical con lo que estaba haciendo, que eran paisajes. Son obras muy fuertes. Y también estoy buscando, a ver qué surge.

¿Pintas todos los días?

Sí, soy metódico. Si un día no pinto, me pongo de mal humor, no me siento cómodo.

¿Cómo ves el panorama artístico de Almería en la actualidad?

Muy bien, creo que ahora hay muchos pintores buenos en Almería, con las mujeres bastante por encima. Ahora mismo hay cinco o seis pintoras muy buenas. Me gustan mucho Pepa Satué, Lola Valls, Toña Gómez, Lola Zapata… Hay muchas buenas.

También es muy bueno Manu Muñoz, un pintor que ha conseguido éxito y calidad. Empezó pintando de la nada. Cuando tenía 15 años, pasaba por mi estudio y ha trabajado muchísimo. Le veo mucha calidad. También admiro a pintores como Javier Huecas, Paco Carreño, Pastor o Javier Gadea, que ya falleció.

(Entrevista publicada en el número de mayo de 2025 de la revista Foco Sur).

Ginés Cervantes, pintor almeriense. Foto de Sergio Giménez / Foco Sur

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