El trabajo de los equipos de arqueólogos saca a la luz el pasado de nuestra provincia en yacimientos como Mojácar la Vieja, Barrio Andalusí, Los Milanes, Bayra o Ciavieja. Un patrimonio que sirve además de para recuperar nuestra historia, para difundirla y dinamizar las localidades donde se encuentran.
Unas ruinas apenas visibles, ocultas por la roca y la tierra depositadas sobre ellas a lo largo de los siglos, se convierten en unos pocos años en lugar de visita para conocer los detalles de la vida de quienes habitaron esta esquina sureste de la Península Ibérica en distintas épocas. Este es uno de los principales objetivos con los que trabajan distintos equipos de arqueólogos en la provincia de Almería: sacar a la luz el pasado y rescatar un patrimonio olvidado durante demasiado tiempo.
Los restos llevaban siglos a la vista, ignorados por sus vecinos, muchas veces expoliados, reutilizando parte de los materiales para construcciones posteriores a lo largo del tiempo; en otros casos, su descubrimiento ha sido una sorpresa, al aparecer vestigios antiguos al preparar obras, como en el caso de la capital. Sea cual sea el origen, una vez que las administraciones competentes deciden recuperar ese legado patrimonial, se pone en marcha un equipo de arqueólogos, que con su minucioso trabajo, con tiempo y dedicación, van recuperando objetos, construcciones e incluso los restos de quienes allí vivieran para ir dando forma al relato de la historia que tuvo lugar en estos lugares.
Yacimientos como Mojácar la Vieja, Los Milanes en Abla, Ciavieja en El Ejido o el Barrio Andalusí en Almería ciudad, en distintas fases de desarrollo, son además ejemplos de proyectos que no se limitan a documentar lo que se ha encontrado, sino que se pretende que sean visitables para que almerienses y visitantes conozcan mejor la historia de esta provincia, a la vez que se dinamizan zonas a las que la despoblación lleva tiempo acechando.
Un descubrimiento único en Los Milanes
En poco más de un año, el yacimiento de Los Milanes, en Abla, se ha revelado como uno de los hallazgos arqueológicos más relevantes de la provincia. Contemporáneo de Los Millares, es una necrópolis situada en el cerro contiguo al Peñón de las Juntas, donde se encuentra el poblado ligado a ella.
En la necrópolis, el equipo de la Universidad de Granada que dirige Gonzalo Aranda ha hecho un descubrimiento de especial relevancia. En el conjunto de 18 tumbas tipo tholos, de las que la mayor parte estaba expoliada, han hallado una sepultura intacta que acogía en su interior restos humanos procedentes de cremaciones. Es la primera vez que se descubre este tipo de ritual funerario en yacimientos megalíticos.
“Ahora estamos trabajando en el estudio de esta colección de restos y ya sabemos que la cremación se produjo inmediatamente después del fallecimiento, cuando aun mantenían las partes blandas, y que fueron cremados en un lugar diferente, que hubo una secuencia de cremaciones a lo largo del tiempo y, una vez cremados los individuos, los restos, muy fragmentados, se recogieron y depositaron en el interior de la cámara funeraria”, revela Gonzalo Aranda. Allí, los arqueólogos han recuperado más de 20.000 restos óseos.
Han realizado, además, “una serie de dataciones radiocarbónicas y esto nos permite saber que el momento de la muerte y la deposición en la cámara fue en la primera mitad del tercer milenio adC, hace unos 5.000 años aproximadamente”.
Otro descubrimiento en Los Milanes ha sido el de una sepultura intacta que había colapsado. “Lo que nos hemos encontrado bajo el derrumbe es el depósito funerario intacto, que en este caso es de inhumación de numerosos individuos”, cuenta Aranda.
Con su equipo, ha trabajado también con los restos encontrados en los yacimientos megalíticos de la provincia, entre ellos Los Millares o El Barranquete. Han hecho la datación por radiocarbono de los restos humanos que estaban en el interior de las cámaras funerarias para fechar los periodos de uso de las sepulturas de la forma más precisa posible. Estas sepulturas son de tres tipos: rundgräber, sin corredor de acceso; dolménicas, construidas con grandes losas; y tholos, con falsa cúpula, como las de Los Millares y Los Milanes.
“Estos tres tipos de construcciones conviven en el tiempo a lo largo del tercer milenio”. En ese periodo, las sepulturas de tipo rundgräber dejan de utilizarse pero los otros dos “se utilizan de manera sistemática no solo a lo largo del tercer milenio, sino que van a ser reutilizadas durante el segundo milenio, en paralelo al desarrollo de la cultura del Argar”, explica Aranda.
Exceso de construcción en Mojácar la Vieja
Otro yacimiento que se está excavando en la actualidad es el de Mojácar la Vieja, donde los trabajos, realizados por el grupo de investigación MEMOLab de la Universidad de Granada, comenzaron en 2018. En el cerro donde se asentaba la original Mojácar, se han descubierto viviendas, un castillo, la muralla y otras construcciones.
El castillo tiene dos recintos, uno inferior, a media ladera, con una doble muralla en la zona de entrada, con acceso en recodo hasta una torre-puerta; y otro dentro del castillo, en la parte superior, que es una zona llana y alargada. Este segundo recinto estaba “reservado para una guarnición militar, con una serie de habitaciones, una mezquita, zona de almacenamiento de munición y cocina”, explica José María Martín Civantos, director de la excavación, que añade que “tenía dos grandes torres habitables, una de ellas tenía un aljibe debajo”. Lo que más destaca es el aljibe grande, que era visible, todo el mundo lo conocía en el pueblo y era de enorme capacidad.
Tanto en el recinto inferior del castillo como en el exterior de la muralla han ido “excavando viviendas, la mayoría organizadas en torno a un patio, pero de tamaños muy distintos”, cuenta Martín Civantos, que cree que esta diferencia se debía a que “hay un momento en que se van refugiando dentro del castillo y se van apretando mucho dentro de la muralla”.
De esta excavación destaca que es un lugar donde “se ve muy bien la relación entre el Estado y las comunidades campesinas, porque hay una guarnición militar, que tiene presencia y también está ahí para cobrar impuestos”. Asimismo, la investigación ha descubierto cómo se abandonó el asentamiento, para trasladarse a la actual Mojácar.
“Al principio pensábamos que tenía que ver con la formación del Reino de Castilla en Murcia y una necesidad de protegerse mejor, buscando el cerro donde está actualmente Mojácar, que además desde ahí se ve mejor la costa y es más defendible”, explica Martín Civantos, “pero después empezamos a ver que la estructura estaba muy dañada, con grietas, y pensamos que incluso podría haber sido un terremoto, pero según hemos ido excavando hemos visto que en los cien años de ocupación efectiva, desde mediados del siglo XII hasta mediados del siglo XIII, hay una serie de caídas de estructuras, de remodelaciones y de intentos de contener el cerro, porque hay un problema de estabilidad en el cerro a nivel geológico, por la estratificación que tiene”.
Por todo esto, consideran que fue un problema de exceso de construcción sobre un terreno poco estable. “Le metieron tanto peso al cerro arriba con los aljibes y el agua dentro de estos, las torres y las defensas, que el cerro reventó”, apunta el arqueólogo.
Asimismo, se han encontrado restos de huesos, de cáscaras de huevo, de espinas de pescado y semillas, que muestran la variedad de producciones agrícolas, “y novedades como el mijo perlado, que no se conocía en la Península Ibérica hasta hace poco tiempo y del que solo hay cuatro muestras en yacimientos medievales andalusíes, uno de ellos el de Mojácar la Vieja”.
Con una campaña más de excavación, el próximo año, el equipo de arqueólogos ahora plantea hacer un proyecto de intervención arquitectónica “que no solo lo restaure, sino que vaya formalizando el yacimiento con accesos y señalizaciones para que se haga accesible y entendible al público”.
De alcazaba a castillo
El mismo grupo de investigación se está encargando también de la excavación en el Castillo de Tabernas, parte de los trabajos de restauración que se están llevando a cabo mediante el 0,1% Cultural en este monumento, una alcazaba del siglo XII, de la misma época que Mojácar la Vieja, aunque con un uso más prolongado en el tiempo, puesto que se utilizó tras la conquista como castillo donde se estableció una guarnición militar, que lo reformó.
En estos trabajos, “han aparecido dos aljibes que estaban ocultos y están completos”, revela Martín Civantos, que cuenta que “es muy interesante el proceso de evolución constructiva del castillo y sus defensas, incluida la puerta original”.
Este año, además, el MEMOLab ha confirmado que las ruinas de Huércal la Vieja, que no se sabía si era un asentamiento, un poblado o un castillo, son en realidad un granero fortificado, como ellos pensaban. “Es algo realmente excepcional, es el segundo que se excava en la Península Ibérica, y hay muy poquitos excavados en el Mediterráneo occidental, que es donde están estos graneros, en Marruecos, Argelia, Túnez”, destaca Martín Civantos.
Este granero fortificado, con aspecto de castillo cuando se ve desde fuera, es en realidad un almacén donde los campesinos guardaban el grano y posesiones de valor. “Lo hacían para engañar, para que no se supiera lo que había y estuviera más protegido”, explica el director del grupo, que también está trabajando en la Alcazaba y ahora están documentando los restos de la arquitectura de la trashumancia relacionados con la industria de la lana, “una parte de la historia de Almería que ha pasado desapercibida en comparación, por ejemplo, con la minería”.
Un Barrio Andalusí lleno de detalles
Uno de los últimos yacimientos arqueológicos descubiertos y ya puestos en valor es el Barrio Andalusí en Almería. Situado bajo la Alcazaba, en el mismo cerro, es un lugar especial por varios motivos: es un yacimiento semitroglodita, con parte de las viviendas excavadas en cuevas; se visita de frente, mirando a la montaña; y está en muy buen estado de conservación.
Los restos se encontraron hace más de quince años, cuando se realizaron las catas a las que obliga la ley previas a la construcción de un centro de vecinos en la zona que, en los años sesenta y setenta del siglo XX, había albergado el Mesón Gitano. Belén Alemán estaba al frente del equipo que descubrió los restos y se encargó de dirigir la excavación. El centro de vecinos se construyó, pero se ha dedicado a museo, dejando a cubierto el yacimiento, que se visita en paralelo.
Gracias al gran estado de conservación, en el Barrio Andalusí, levantado hacia el siglo XI, se han descubierto elementos que cuentan cómo era la vida de los almerienses de esa época. “En la Alcazaba tenemos el palacio, el castillo, y aquí las viviendas de la gente normal y los elementos que utilizaban en su vida cotidiana”, explica Alemán, hoy directora del centro. Por eso, añade, “es muy fácil que la gente se haga una idea de cómo vivían, dónde dormían o dónde cocinaban”. Una de esas piezas, la más importante, es una albahaquera blanca, una especie de maceteros utilizados para guardar albahaca, en perfecto estado.
Asimismo, se han encontrado muchos pozos de agua, aunque solo se puede ver uno, “porque en Almería no tenemos agua en superficie pero sí tenemos mucha riqueza de aguas subterráneas y ellos lo supieron aprovechar”. Casi todas las viviendas tienen su propio pozo y, si no, lo tienen compartido con los vecinos. El agua del pozo, de 30 metros de profundidad, “seguramente fuera salina, porque estamos muy cerca del mar y habría filtraciones”.
Las casas se disponían en terrazas a distintos niveles, en la ladera a lo largo de toda la montaña, bajo la Alcazaba. “Tenemos 21 documentadas en esta zona”, cuenta la directora, que explica que en una de ellas encontraron “un estuco de la primera mitad del siglo XII, la época almorávide, que es la de máximo esplendor del barrio”. Antes, había sido una zona de silos excavados en la roca para guardar grano pero, según creció la ciudad, se comenzó a ocupar con viviendas, en torno al siglo XI.
A partir de la segunda mitad del siglo XII, fue decayendo y acabó abandonado. En la excavación, encontraron un enterramiento, “que es muy raro porque normalmente los enterramientos se hacen fuera de la ciudad”, explica la directora, que añade que se trata de “alguien que entierran cuando el barrio estaba ya abandonado”.
En una de las casas, se pueden ver la entrada en recodo con el zaguán, los desagües y el pozo negro, las escaleras de acceso a la planta de arriba, el alcorque donde plantaban árboles o plantas aromáticas, dos estancias con pilares intermedios y, detrás, la cueva, como una habitación más excavada posteriormente.
La excavación muestra cómo el lugar fue evolucionando y las viviendas se fueron ampliando o modificando. Esto se sabe porque, como explica Belén Alemán, “los arqueólogos lo que hacemos es ir levantando las estructuras que nos encontramos para ir documentando las fases anteriores y así sacar toda la secuencia cronológica”. Es decir, “vamos ‘destruyendo’ lo que nos encontramos, dejándolo bien documentado y fotografiado, porque se va a perder, pero tenemos que seguir excavando para ver qué hay debajo, hasta llegar al último nivel”.
Sin embargo, “en este yacimiento hemos sacrificado la investigación por la puesta en valor”. Lugares como el Barrio Andalusí o Mojácar la Vieja o Ciavieja o Los Milanes, retrocediendo en el tiempo, “son nuestro pasado”, señala Alemán, “y descubrir nuestros orígenes nos hace entender también muchas cosas de nuestro día a día que, muchas veces, no sabemos de dónde vienen”.
Dinamizar los yacimientos después de la excavación
Una parte importante del trabajo de recuperación de patrimonio arqueológico es la difusión. Una vez finalizadas las excavaciones, a veces incluso durante estas, mientras continúa la investigación de los restos hallados en el yacimiento, muchos de estos arqueólogos realizan este trabajo de dar a conocer a la gente qué es lo que se ha encontrado en el lugar.
Así lo han venido haciendo en Mojácar la Vieja desde el primer año, tanto con visitas programadas para conocer el estado de la excavación, como con jornadas para explicar los resultados de cada campaña o incluso con la posibilidad de que los vecinos o turistas puedan colaborar en los trabajos, como ‘arqueólogos por un día’.
En el Barrio Andalusí, musealizado en el edificio que estaba proyectado en el lugar donde se encontraron las viviendas, se pueden realizar visitas guiadas, activar imágenes en realidad aumentada mediante códigos QR o ver un vídeo que cuenta la historia de la Almería musulmana, con una maqueta bajo la pantalla donde se proyectan haces de luz de colores que van marcando las zonas de las que se habla en el vídeo.
En Ciavieja, se hacían visitas guiadas contando el estado de la excavación y, una vez finalizadas, se siguen programando en diferentes fechas, con talleres para niños o para toda la familia. “Nuestro objetivo es que lo que se ha invertido en la investigación del yacimiento se revierta en la sociedad, para que vean que hay resultados y que son interesantes”, asegura Carmen Ana Pardo, directora de la investigación en el yacimiento de El Ejido. En este, la excavación destapó una enorme muralla de época prerromana, de 2,80 metros de alzado, que completa la historia del lugar hasta los tres milenios de ocupación.
Con el objetivo de dar a conocer lo que se descubre, “en días como el del Patrimonio explicamos a los visitantes del yacimiento cómo va la investigación”, ahora sobre los restos hallados y que se conservan en el Museo de Almería, comenta Pardo., que añade que “nosotros tenemos claro que toda investigación tiene que revertir en la sociedad y por ello, una vez se termina el proyecto, hay que dinamizar el yacimiento, que tenga un horario estable, no solo de visitas puntuales, porque es bueno para los locales y también para los turistas, incluso de sol y playa, que un día que esté nublado se pueden acercar a un museo o al yacimiento”.
Estas visitas suelen centrarse en contar la historia pasada, explicar qué era lo que había hace tantos años en esa tierra que ahora están pisando. Pero también se programan visitas temáticas, centradas en aspectos concretos de la investigación. Es el caso del equipo dirigido por Pardo, que explicaba “la metodología que habíamos llevado, qué herramientas usábamos, cómo se iban exhumando los restos o cómo se preservan estos”.
Esta investigadora tiene claro que “es fundamental investigar y excavar pero también, después, dinamizar el lugar e ir cambiando las actividades, involucrar en las actividades a las familias, no solo a los niños”. Para ello, apunta, “la clave está en tenerlo abierto y que la gente pueda hacer visitas libres pero también ofrecer algo diferente”.
(Reportaje publicado en el número de diciembre de 2024 de la revista Foco Sur).


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