Realidad y ficción: lo demás no cuenta


Miguel Blanco

La lucha silenciosa contra la exclusión social

La precariedad laboral, la dificultad de acceder a una vivienda o la situación irregular en el país son las principales causas que llevan a la exclusión social en la provincia de Almería, donde Cáritas tiene varios proyectos para que quienes la sufren tengan una vida más digna y acaben saliendo de ella.

La pobreza se ha cronificado en la provincia de Almería. Esta es la alerta que lanzan desde Cáritas Diocesana de Almería, que en mayo presentaba su memoria anual. “Hemos atendido a los abuelos, después a los padres y ahora están los nietos”, apunta Juan Antonio Plaza Oña, delegado episcopal de Pastoral Social y Caritativa.

Con su informe, Cáritas Diocesana de Almería quiere hacer visible “el clima de desesperanza social y de desorientación en el que viven muchas personas debido a sus graves dificultades para acceder a una vivienda, por la creciente precariedad laboral o por encontrarse en una situación administrativa irregular”. En este sentido, aseguran que “es posible vivir de otra manera, es posible cambiar a un estilo de vida donde nadie quede excluido”.

En los últimos años, las crisis consecutivas no han permitido aliviar la situación; al contrario, se “ha ido produciendo una acumulación creciente de personas y hogares en situación de pobreza y exclusión social que no recuperan su situación anterior”.

En este sentido, señalan lo fácil que es caer en la exclusión en época de crisis pero lo difícil que es salir de ella en épocas de prosperidad. “El desempleo, la pobreza, los gastos excesivos de vivienda y las barreras económicas a los cuidados de salud son los problemas más frecuentes y afectan a un alto porcentaje de la población”, aseguran en Cáritas.

Quienes van a pedir ayuda son en su mayoría hombres de mediana edad, aunque cada vez llegan más jóvenes con necesidades, así como mujeres solas con hijos a su cargo y en situación de vulnerabilidad. Asimismo, hay perfiles “cronificados”, que cayeron en su momento en la exclusión y no han logrado revertir la situación. En el caso de la pobreza, “tiene rostro femenino”, asegura Plaza Oña. Más del 25% de las personas en esta situación son mujeres de entre 25 y 40 años. Y las mujeres entre 40 y 65 son otro 25%, según los datos de Cáritas.

Recuperar la dignidad

A lo largo de 2023, Cáritas Diocesana atendió a 7.890 personas en la provincia de Almería y de sus actuaciones se beneficiaron 22.812 personas. Para esta labor, cuentan con 40 técnicos y 802 voluntarios. El trabajo que realizan se lleva a cabo con el objetivo de que las personas afectadas mantengan la dignidad y está enfocado en iniciativas para la regularización de extranjeros o la formación para el empleo.

Durante el pasado año acompañaron a 292 personas sin hogar en la provincia de Almería. En proyectos para infancia y adolescencia, atendieron a 145 personas. Las iniciativas de formación básica y capacitación tuvieron 780 participantes y las de formación para el empleo, 161. Asimismo, hubo 126 personas atendidas por el servicio de orientación laboral y diez que trabajaron en el proyecto de inserción sociolaboral, en la cooperativa Koopera.

En los dos economatos solidarios que gestionan en la provincia atendieron a 1.436 personas. Y a otras 142 les ayudaron, con el Proyecto Vivienda, a encontrar un lugar donde vivir. Y el centro logístico atendió a 630 personas. Todo este trabajo lo realizaron invirtiendo 1.836.570,56 euros.  

El número de personas atendidas en 2023 está dentro de la tendencia de los últimos años, pero algo sí ha cambiado en la última década. Si la imagen típica de ayuda a personas en situación de pobreza o exclusión social era la de la donación de alimentos o ropa en bolsas, ahora se hace de forma más personalizada, dentro de ese objetivo de Cáritas de mantener la dignidad de la persona. “En mi parroquia, teníamos más de cien familias que iban a pedir ayuda”, explica Plaza Oña, “y cuando empezamos a implementar los economatos, el seguimiento, las visitas a las casas y demás actuaciones, nos quedamos en 20”.  

Plaza Oña cuenta que en 2014 hubo 11.900 personas atendidas mientras que en 2023 no llegaron a 7.900, pero no porque hayan disminuido la atención, sino porque ahora buscan dar respuesta a las necesidades de las personas que “no vayan tanto por la vía de la asistencia”, sino por ayudarles a encontrar una salida a su situación “en la que ellos mismos sean protagonistas”.

En esta misma línea, Mari Carmen Torres Galdeano, directora de Cáritas Diocesana de Almería, explica que “hay proyectos que tienen que responder a necesidades puntuales, a emergencias, pero buscamos mantener el acompañamiento en el tiempo porque hemos visto que es una atención de más calidad”.

Una particularidad es que cada vez atienden a personas más jóvenes, sobre todo en asistencia a migrantes llegados en patera. De hecho, las actuaciones de acogida son la mayoría de entre las que realiza Cáritas en Almería, con 6.350 personas atendidas, del total de 7.890, y 21.158 beneficiadas, del total de 22.812.

Proyecto Vivienda

Una de las situaciones que ha empeorado, quizás la que más, es la de conseguir una vivienda digna. Encontrar alojamiento está cada vez más complicado para la población en general, así que para las personas en riesgo de exclusión, y más en el caso de los inmigrantes, es misión imposible. Por ello, hace un par de años pusieron en marcha el Proyecto Vivienda.

“Uno de los problemas que se está sufriendo en toda España, y también en Almería, es el de la exclusión residencial”, cuenta Torres Galdeano, que insiste en que “problemas de habitabilidad hay en general pero sobre todo entre las personas en situación de exclusión, en ocasiones por la barrera cultural o porque hay un recelo hacia ellas”.

En este proyecto, llevan a cabo dos tareas. Por un lado está la búsqueda de espacios que puedan ser habitados, de la que se han beneficiado 142 personas en 2023; y por otro, la sensibilización a la población. La ayuda la realizan tanto con personas migrantes como con no migrantes.

“Encontramos gente que está habitando en viviendas que no están en condiciones, alquilando habitaciones a precios desorbitados, incluso viviendo en espacios que no son viviendas, como cocheras”, asegura la directora de Cáritas Diocesana de Almería. Y señala que “muchas veces nos encontramos con familias con hijos, hasta con más de tres”, en ese tipo de infraviviendas.

En esta línea, Torres Galdeano asegura que Almería es una de las provincias donde se “están sufriendo de una manera más dura y más cruda los problemas de habitabilidad y la exclusión residencial”.

En busca de solución a los asentamientos

Una característica de Almería es la de que “los asentamientos no son de temporeros, es permanente, es su manera de vivir”, señala Plaza Oña. Aunque, en los últimos años, “parte de los migrantes que llegan a Almería y son acogidos por compatriotas en los asentamientos van buscando pasar a otro país de Europa, los que quedan son bastantes”, añade. Esta situación provoca, además, un drama añadido: el de la trata.

“Es un problema serio, la prostitución en medio de los invernaderos, los clubes, la explotación, es algo que está ahí, con cifras que no conocemos porque no interesan”, denuncia el delegado episcopal, que asegura que “en la esquina de un invernadero, en un cortijo derrumbado, un servicio de prostitución cuesta 5 euros, menos que una cajetilla de tabaco”.

Para aportar soluciones al problema de los asentamientos, en Cáritas están llevando a cabo un proyecto, junto al Secretariado de Migraciones, para encontrar viviendas a los migrantes que están en asentamientos en la zona de Níjar. “Tenemos en el proyecto a trece familias y de momento hay cuatro que ya tienen vivienda”, apunta Plaza Oña.

 La vivienda la consiguen a través de un fondo de inversión. Cáritas se hace cargo del alquiler, como intermediaria, para evitar los recelos del fondo. Los inquilinos pagan el alquiler a Cáritas, que es quien paga a su vez al fondo de inversión. Por cada casa que consiguen, reciben una pequeña subvención de 100 euros por familia. “Son fieles cumplidores y pagadores, porque tienen su trabajo”, señala el delegado episcopal, que insiste en que “no es que no tengan para pagar, sino que no hay quien les alquile”.

Encontrar a la larga una solución a este problema no es fácil, porque cuando un asentamiento se desaloja para reubicar a los migrantes en viviendas, al poco vuelve a estar ocupado por otras personas. Por ello, piden más colaboración de administraciones y entidades, “porque hay tantas necesidades y la situación es muy compleja”.

Aun así, como señala Mari Carmen Torres,  “el compromiso y la voluntad de muchas personas hacen posible los caminos de esperanza para mejorar la calidad de vida de quienes viven estas situaciones crudas y duras que nos plantea la sociedad”. Y añade que “no resolvemos todo pero sí lo intentamos resolver”.

Proyecto Koopera

Uno de los proyectos más visibles de Cáritas, que está a punto de cumplir diez años, es la cooperativa Koopera. Sus contenedores rojos para recogida de ropa usada son fáciles de encontrar en las calles de varias localidades de la provincia. Esa ropa se arregla o se transforma y se vende en tiendas como la que hay entre Puerta de Purchena y Plaza de San Sebastián en la capital.

Con este proyecto, apuntan a tres problemas. Uno es la imposibilidad de encontrar empleo para quienes están en situación de exclusión social; otro, derivado de este, es la inexistencia de recursos para comprar bienes básicos como la ropa; y un tercero, el exceso de residuos textiles que genera la sociedad actual, en la que se fomenta comprar ropa cada temporada, y varias veces, en lugar de reutilizar o arreglar la que se tiene.

Gracias a Koopera, en Almería hay ocho personas en situación de exclusión que, en 2023, han podido ser acompañadas y llevar un itinerario para salir de esa situación. “Koopera es una cooperativa textil y una empresa de inserción, la primera y única de la provincia de Almería”, explica Torres Galdeano. Así, tiene puestos de estructura y otros de inserción. Esos puestos de inserción duran de uno a tres años, el máximo que está permitido por ley.

“Las personas entran a un puesto, de uno a tres años están acompañados por una psicóloga, están formándose, porque tienen un compromiso de hacerlo, y a la vez están acompañados por un técnico que les capacita para el puesto de trabajo que están desempeñando”, explica la directora de Cáritas Almería. Así, van aprendiendo y trabajando y en tres años como máximo tienen que salir a buscar un empleo para dejar el puesto en Koopera a otra persona en situación de exclusión.

Además de la inserción laboral, el proyecto busca una economía más social y sostenible porque a la ropa se le da una segunda vida y no va a vertederos. Además, preparan ropa para personas sin hogar. Y en las dos tiendas que tienen abiertas en Almería, funciona un sistema de vales para usuarios de las Cáritas parroquiales, gracias al cual pueden elegir la ropa que necesitan, gratis, en lugar de recibir una bolsa con prendas que puede ser que no les gusten o que no les queden bien ni les resulten cómodas.

En la tienda, además, puede comprar cualquiera, ya sea porque quiera contribuir con el proyecto o porque le guste la ropa de segunda mano.

Nuevos problemas

Toda esta tarea requiere de recursos, tanto humanos como materiales. Y en ambos casos, la aportación de la gente está cayendo en los últimos tiempos. En el caso de los voluntarios, la caída es lenta pero constante. En diez años, han pasado de 870 voluntarios a 802. Más preocupante es la edad, que entonces era, de media, unos 70 años y ahora ha aumentado. Es decir, no hay relevo generacional.

La comunidad cristiana, una de sus fuentes de financiación, también lleva un tiempo recortando su aportación. El año pasado, apenas sumaron 40.000 euros. De hecho, gran parte de los recursos de los que disponen viene de herencias que reciben. “Las necesidades cada vez son mayores pero la solidaridad parece que también está envejecida y cansada”, se lamenta el delegado episcopal.

Esta caída de la ayuda llega además en una época en la que la pobreza va más allá de no tener recursos económicos para vivir.  En este sentido, la brecha digital o los problemas de soledad no deseada hace que muchos mayores están sufriendo un nuevo tipo de exclusión social.  

Economatos en lugar de bolsas de alimentos

En la línea de trabajo que busca dignificar la vida de los necesitados, hace más de una década Cáritas optó por poner en marcha economatos donde poder hacer la compra a precios de coste y con vales. Una forma de evitar la entrega de bolsas con alimentos que, aunque bienvenidos, no necesariamente eran los que más falta les hacían a los que los recibían. Y una forma de involucrarles, de hacerles partícipes de la ayuda pudiendo ellos elegir qué se llevan de la tienda. Como cualquier persona en el supermercado, pero a un precio asumible.

En la provincia de Almería, Cáritas cuenta con dos economatos, uno en la calle Maldonado Entrena de la capital, que da servicio a varias parroquias de la ciudad, y otro en Huércal de Almería, para los pueblos del entorno. En ellos, lo que se hace es un servicio a las Cáritas parroquiales que acompañan a personas con necesidades de alimentos. Un porcentaje lo paga la Cáritas parroquial y el otro lo paga el usuario, un 25%. No puede entrar cualquier persona, hay un protocolo por el que se cita al usuario cada cierto tiempo para que vaya, así se evita que se masifiquen.

“Estamos dignificando las entregas sociales, de ropa o de comida”, explica Mari Carmen Torres, directora de Cáritas Almería, “no es la bolsa, sino que la persona va allí y coge lo que de verdad necesita”. En el economato tienen, además de alimentos, “productos de higiene, que son muy necesarios y a veces no nos acordamos de que los necesitan, o alimentos infantiles e incluso congelados”. Son productos básicos, pero más variados que los que se entregaban en una bolsa.

“Los productos los compramos nosotros en mayoristas”, cuenta la directora de Cáritas Almería, que recuerda que “es algo distinto a las donaciones de alimentos que recibimos de empresas, esas no se venden, se dan a las personas que lo necesitan”. Así, para el economato se hace una compra mayorista de alimentos básicos y se van reponiendo. En el economato, los productos se venden a precios básicos.

Llevan funcionando desde hace unos doce años y en 2023 los usaron 1.456 personas. En los últimos tiempos, se está ampliando el número de usuarios, porque “las parroquias se están dando cuenta de que las entregas de ropa o de comida en ciertos momentos no es tan efectiva, lo es más en los economatos”, asegura Torres Galdeano.

Eso sí, este sistema en el que cada familia hace su compra en el economato “requiere más ingresos”, apunta Juan Antonio Plaza Oña. De hecho, la inversión en economatos ascendió a 237.182,9 euros el año pasado. Pero, como apuntan la directora y el delegado episcopal de Pastoral Social y Caritativa, dignifica a quien recibe la ayuda y resulta más efectiva. Así que esa es la línea en la que van a seguir.

(Reportaje publicado en el número de septiembre de la revista Foco Sur).

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