Varios proyectos de reforestación se están llevando a cabo en la provincia de Almería, en Almócita, Sierra María o los Filabres, como forma de regenerar las sierras, frenar los efectos del cambio climático y fijar la población en zonas rurales.
Ayudar a que brote nueva vida en un suelo devastado por el fuego, la sequía y los años, y conseguir frenar, aunque sea un poco, los efectos del cambio climático y la desertización. Este es el principal impulso que llevó a la puesta en marcha en Almócita del Proyecto Bosque. Conseguir que, donde hace siglos hubo bosques de encinas, desaparecidos también siglos atrás, vuelva a ser un manto verde que conecte las sierras Nevada y de Gádor.
El de Almócita es uno de los proyectos de reforestación, nacidos en muchas ocasiones a raíz de ideas de vecinos o particulares, pero también de empresas o administraciones, que se están llevando a cabo en los últimos años en la provincia de Almería. Ahí están los trabajos realizados por escolares en Vícar. O el reciente proyecto Bosque Cajamar, desplegado en el Parque Natural de la Sierra de María-Los Vélez. O la repoblación que Manuel Pérez Sola lleva a cabo en su finca de los Filabres, donde se ubica la famosa encina milenaria La Peana. O, también, el trabajo de Serbal en Bacares y en la Sierra de Gádor.
Son proyectos de reforestación que buscan recuperar árboles y plantas autóctonas, como la encina, el pino carrasco, el tomillo o la lavanda, y que, además, se están desarrollando con criterios de sostenibilidad ambiental. En lugar de plantar en masa, cuantos más árboles mejor, como se estuvo haciendo en décadas pasadas, se busca el mejor lugar para cada ejemplar y se deja un mínimo de espacio para que, poco a poco, la biodiversidad se vaya abriendo camino en los montes.
Proyecto Bosque en Almócita
El Proyecto Bosque de Almócita brotó cuando Zaida Ruiz propuso al alcalde de esta localidad, Francisco García, plantar unas encinas como homenaje y recordatorio a los bosques de encinas que hace siglos se extendían en la zona. Pero el alcalde dijo que no, que no iban a plantar unos pocos árboles, que mejor se ponían a repoblar una zona de la sierra que rodea al pueblo. Era 2018 y Zaida, junto a Marga, de la asociación Conserbio y con el apoyo del Ayuntamiento de Almócita y entidades como la Universidad de Almería, veía como aquella idea germinaba como un proyecto mucho más ambicioso.
Ya en 2019, el 17 de marzo, comenzó la plantación, con cerca de 300 voluntarios, repartidos en dos jornadas. Plantaron encinas, pero también “plantas autóctonas o alóctonas, como algarrobo, acebuche, azufaifo o pino halepensis”, explica Zaida Ruiz. La idea es hacer crecer un bosque mediterráneo. Y para ello, se nutren del Plan Savia de la Diputación de Almería, que proporciona los árboles y plantas. También ha colaborado donando árboles Ecologistas en Acción. Así, tras varias operaciones de plantación en estos años, va tomando forma “un corredor de especies entre Sierra Nevada y Sierra de Gádor. Donde estamos plantando, se conecta con el río, con los bosques de pinos de las plantaciones de Icona en Sierra de Gádor y los bosques de encinas en los cerros de Beires”.
Cuando no pueden plantar, trabajan en el mantenimiento de las plantaciones. “Les echamos microorganismos de montaña, porque tenemos un plan de recuperación del suelo”, cuenta Zaida, que asegura que “lo fundamental en la lucha contra el cambio climático es devolver suelos fértiles al planeta”. Para ello, seleccionan suelos saludables de los bosques mediterráneos de Ohanes, que el padre de Zaida, experto en la materia, reproduce y luego esparcen por la zona donde se está llevando a cabo el Proyecto Bosque.
En ambas fases, plantación y mantenimiento, participan en ocasiones estudiantes de colegios e institutos de distintas localidades de la provincia. Esto, además de facilitar el trabajo en el presente, también sirve para formar “custodios del territorio”; aquellos que, en el futuro, velarán por la buena salud de los bosques y de la naturaleza.
“El objetivo es parar el desierto, que nuestras zonas sean más verdes, crear bosque mediterráneo y poner nuestro granito de arena en la lucha contra el cambio climático y por la sostenibilidad”, cuenta Francisco García. Y no solo eso, ya que, a la larga, se espera “crear empleo y riqueza en la zona, que el proyecto sea sostenible”. Y no menos importante es el papel de las empresas, que pueden colaborar con el proyecto, cuenta el alcalde de Almócita, como vía para compensar su huella de carbono, como instrumento de responsabilidad social corporativa. Esto permitiría que las responsables del Proyecto Bosque puedan dedicarse a esta tarea en exclusiva y obtener financiación. En esta línea se enmarca el reciente convenio entre la patronal empresarial de la provincia, Asempal, y el Ayuntamiento, en el que el Proyecto Bosque tiene un papel destacado.
Bosque Cajamar
Compensar la huella de carbono mediante la financiación de proyectos de reforestación es algo que Cajamar viene haciendo desde hace años, participando en acciones en lugares como la Amazonia. Pero el último año dieron un paso más en esta dirección poniendo en marcha su propia iniciativa. Así, en una finca propiedad del banco, en el Parque Natural de la Sierra de María-Los Vélez, aprovecharon unas 41 hectáreas de uso agrícola, de un total de 750 que tiene la finca, para repoblar 27,5 de ellas con distintos tipos de árboles y plantas, como encina, pino carrasco, enebro o espino blanco, en una acción que se ha puesto en marcha este mismo año.
Traer ‘a casa’ el proyecto de reforestación “conlleva una implicación máxima”, reconoce Francisco Domínguez, responsable del proyecto Bosque Cajamar, que impulsa el departamento de Desarrollo Sostenible de la entidad. Esa implicación les ha llevado a preparar los trámites para inscribirlo en el Ministerio de Transición Ecológica, “lo que te obliga al mantenimiento del proyecto de reforestación durante 35 años, en nuestro caso, con revisiones cada cinco años”. Esto implica, añade, que “hay que acreditar que la capacidad de absorción de CO2 asociada al proyecto de reforestación se va cumpliendo y eso te da unos derechos de emisión de carbono”. La previsión es que, en esos 35 años, el Bosque Cajamar absorba 1.943 toneladas de CO2.
El responsable del proyecto señala además que “el impacto social es casi tan, o más, elevado que el medioambiental”, ya que los vecinos se implican y se generan opciones de trabajo con futuro, que son bienvenidas en zonas en riesgo de despoblación. En este sentido, se ha trabajado con empresas locales para los trabajos. Asimismo, es un lugar de referencia para el estudio de los efectos del cambio climático, y en esta línea de trabajo van a colaborar con la Universidad de Almería. La intención es montar allí “una especie de observatorio del cambio climático, para ver cómo se comporta la masa forestal ante él”.
En el inicio de la plantación, el pasado 20 de marzo, víspera del Día Internacional de los Bosques, y a la que asistió el consejero de Sostenibilidad, Ramón Fernández-Pacheco, el presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde, aseguraba que en el futuro este bosque van a “conservarlo y mantenerlo, pues tenemos que luchar para que nuestros hijos hereden un planeta mejor”.
Regenerar el territorio
Otra entidad comprometida con la reforestación en la provincia de Almería es la asociación AlVelAl, que tiene este tipo de actuaciones como uno de los ejes de su proyecto de regeneración del territorio. Así, han llevado a cabo varias iniciativas de este tipo en el Parque Natural de la Sierra de María-Los Vélez. Una de ellas, en la finca La Muela, donde han plantado 50.000 árboles de especies autóctonas y resistentes a la sequía. El objetivo era ampliar la variedad vegetal en la zona y aumentar la biodiversidad, para atraer polinizadores, aves y otras especies.
Otra de estas actuaciones se ha llevado a cabo en la finca pública El Cortijico, en Chirivel. Esta intervención consiste en la siembra de 200.000 semillas, de manera manual y mediante un dron, de especies ya existentes en la zona, para reforzar su persistencia genética. Se espera que, gracias a esta siembra, en los próximos 20 años aumente la población de árboles en unos 15.000 ejemplares. Asimismo, en la finca privada El Bancal, propiedad de uno de los socios de AlVelAl, han llevado a cabo una reforestación del ecosistema con especies arbóreas y de matorral autóctonas de esta zona, plantando unos 20.000 ejemplares.
Desde las administraciones públicas, también se aportan soluciones para frenar y revertir los efectos del cambio climático en nuestra provincia. Un ejemplo, además del Ayuntamiento de Almócita, es el de Vícar, que ha colaborado en los últimos años con distintas iniciativas de este tipo, con el añadido de implicar a niños y jóvenes del municipio en estas tareas de plantación.
Así, en 2020, más de 150 estudiantes del municipio participaron en una actividad celebrada a nivel nacional, la Gran Bellotada Ibérica, para plantar encinas. En este municipio del Poniente, se plantaron unos 80 ejemplares en los alrededores de la Villa de Vícar, donados para esta actividad por la asociación La Bellota de Almería.
El alcalde de Vícar, Antonio Bonilla, destacaba entonces la implicación de los menores del municipio en asuntos medioambientales porque “un colectivo tan importante no puede permanecer ajeno a estas cuestiones tan decisivas para quienes son las generaciones del futuro”.
Otra interesante iniciativa que se está llevando a cabo en Vícar es un proyecto de reforestación de la Sierra de Gádor, en el CEIP Federico García Lorca. Con varios años ya en desarrollo, cuenta con la colaboración del Ayuntamiento, la Escuela Agraria y diversas empresas y entidades del municipio.
Hace dos años, crearon, dentro de este proyecto, un jardín mediterráneo y un huerto vertical ecológico en el patio del colegio, donde crecen plantas que luego ‘adoptan’ los alumnos en sus casas, hasta que adquieren el tamaño adecuado para replantarlas en la sierra. El proyecto busca también recargar los acuíferos de la zona, además de ‘sembrar’ la semilla de la protección medioambiental en los más pequeños.
Las hijas de las encinas milenarias
El conocido activista medioambiental Manuel Pérez Sola es copropietario de una finca familiar en Serón, a unos 1.500 metros de altitud, donde se conservan encinas centenarias e incluso milenarias, entre ellas la famosa Peana, de las que antiguamente poblaban la Sierra de Filabres. Esta finca es de las pocas que no repobló el Icona en los sesenta y setenta con pinos no autóctonos, “primando el crecimiento rápido”. Una práctica que provocó que se haya perdido la biodiversidad que había antes en la zona.
Cuando Pérez Sola heredó su parte de la finca, unas 64 hectáreas, a principios de los noventa, pidió unas ayudas de la UE para reforestación de zonas agrícolas que habían dejado de tener uso. Así se frenaba la erosión y se mantenía la cubierta vegetal sobre suelo fértil. Comenzó a plantar bellotas de las encinas de su finca y, después, encinas de vivero nacidas también de esas bellotas, siguiendo unos criterios más adecuados para conseguir la correcta reforestación de la zona, dejando espacios entre los árboles y manteniendo junto a ellos la vegetación que hubiera, por ejemplo de tomillo y retama.
Así siguió durante 25 años, en los que han crecido entre 60.000 y 70.000 encinas, entre las plantadas por él y las que han brotado gracias a la acción de animales como grajos y cuervos, “que son los mejores repobladores, porque entierran las bellotas para luego comérselas y luego las olvidan”, comenta el activista, que cuenta que “algunas encinas tienen ya dos o tres metros de altura y ya están produciendo bellota que estoy usando también”. En principio, solo podía plantar encina, aunque ha habido años en los que ha podido plantar pino carrasco, un árbol que “crece más rápido y al amparo de su sombra la encina puede tirar adelante”, explica Pérez Sola, que añade que “en el momento que ha habido vegetación, han empezado a colonizar la zona los conejos, las perdices, reptiles, insectos… Se ha creado biodiversidad”.
Desde hace cuatro o cinco años, se ha comenzado a hacer limpieza sistemática de los pinares de repoblación, que durante 40 años habían estado “en condiciones lamentables”, clareando para que entre la luz y no compitan árboles entre sí. Con la madera de los árboles que se arrancan, se crea cubierta vegetal y pellets para calefacción. Pérez Sola participa en dos actuaciones que lleva a cabo la asociación Serbal en las zonas que se han limpiado. Una de ellas es reponer la vegetación autóctona y la otra, crear islas de biodiversidad, “unos espacios de unos diez metros cuadrados donde se plantan todas las especies de las que tengamos semillas”, protegidas de los animales. A esas islas acuden insectos, sobre todo abejas, y polinizan, y el viento también dispersa semillas de esas plantas, consiguiendo que se abran paso en zonas en las que hasta ahora habían tenido imposible crecer. Se están llevando a cabo en Prados del Rubio, en Bacares, y por encima de Alhama, en la Sierra de Gádor, en zonas donde ha habido incendios forestales.
Debido a esta pasión por el bosque, un grupo de gente está recuperando semillas de árboles autóctonos. En colaboración con el CECOUAL de la Universidad de Almería, estudian cuáles son más propicias para plantarlas en distintas zonas de la provincia. Así, la UAL está haciendo un banco de semillas de especies autóctonas en peligro y, al mismo tiempo, se siembran estos árboles donde mejor pueden arraigar, facilitando así que no se acaben perdiendo para siempre.
(Reportaje publicado en el número de septiembre de 2023 de la revista Foco Sur).


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